Elogio de la vida fácil
Hace menos de un mes, la chica con la
que estoy saliendo y yo fuimos al centro a ver opciones de departamentos
económicos. Subimos a un edificio cerca del parque de San Juan, donde nos
confundieron con una pareja de amantes ocasionales. Nos informaron que allí
rentaban habitaciones por día y por mes. La mujer que atendía nos miró como si
pensara: ya sé a lo que vienen. Le preguntamos por una dirección, y nos indicó
que bajáramos las escaleras y dobláramos en la esquina. Ella siguió con sus
uñas falsas y nosotros seguimos caminando, hasta llegar a un pasillo con
paredes desgastadas, maloliente, viejo. Como de una película de Ripstein;
pienso principalmente en Así es la vida, para no desentonar.
Había una anciana, olor a basura,
moscas, un gato y unos departamentos no muy grandes en 1,400 pesos. Después de
analizar la situación, crucé con la chica con la estoy saliendo al parque de
San Juan y vimos a las palomas encima de una estatua manchada de excremento. La
gente del parque, cansada y aburrida, con el calor de una ciudad abstraída en
el pasado más decadente, recorría el lugar como si a su paso dejara una estela
de moho dulzón. La jornada concluyó en un Oxxo, a donde entramos para comer
sopas instantáneas. La escena final es sublime: nosotros, en las escaleras del
autoservicio, un poco hartos y con ganas de dormir.
Preguntas antropológicas
Las mujeres decentes de la 58 ¡Por
nuestros hijos! de Elena Martínez (bordados), Gabriel Ramírez
(dibujos) y Christian Rasmussen (entrevistas + fotografías), en las salas 4 y 5
del MACAY aprisiona el ritmo de la ciudad, su fetidez y el clima de
incertidumbre en varios puntos del Centro Histórico. En Mérida vivimos una especie
de paz de cementerio, donde parece que todo está bien, pero nada funciona. La
paz del status quo, respaldada por un cacicazgo estratificado que deja
fuera un buen número de historias excepcionales. Nuestra verdadera prostitución
es la doble moral practicada por decreto. Paciencia. La exposición no sólo pone
el dedo en la llaga. También hurga, explora heridas profundas.
Rasmussen, de profesión antropólogo, se
encarga de entrevistar a 22 mujeres que trabajan en este oficio. Ramírez las
garrapatea con su estilo ya conocido de dibujar cuerpos nerviosos. Martínez
desnuda el interior existencial con los hilos de sus lienzos bordados. Así, los
tres configuran una muestra de carácter social, con preguntas antropológicas
incluidas, y golpes emocionales. Los testimonios parecen cuentos de Rulfo en
versión yucateca, donde el mal no existe y nunca pasa nada. Y lo que realmente
pasa, no pasa, se queda debajo de las rocas, con las hormigas del
conservadurismo y la doble moral.
Cita a ciegas en la calle 58
«El día de hoy voy a contarte de mi
vida —dice Ángela. Yo en mi niñez fui violada, fui maltratada, fui pisoteada, y
sin embargo ya como mujer no siento resentimiento a la persona que me lo hizo.»
En el recorrido, el espectador podrá leer los testimonios de las prostitutas y
sus tragedias personales como si presenciara sesiones psicológicas. Sus
recuerdos transmiten la sinceridad de quien no tiene absolutamente nada que
perder, porque lo ha perdido todo. Hay que pensar en eso mientras caminamos en
las calles de Mérida. Cuestionarnos si realmente vivimos en la mejor ciudad del
país, la más tranquila, la que compite en bienestar de vida con Suecia. Por
nuestros hijos y por sentido común.
–Christian Núñez
[Imágenes: cortesía del
MACAY]