10.12.23

la mesías_el reino y sus demonios

 

Una familia enclaustrada. Una madre mesiánica. Música pop y sectas familiares. Reseñamos La Mesías, de Javier Ambrossi & Javier Calvo, la serie más alucinante del año.




Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,

una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,

mi alma, mi alma: y repito esa palabra

no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,

en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente

para hacer ver que no tiene sentido.


Leopoldo María Panero, El circo


 

Vivimos invadidos por la ideología, los discursos maniqueos, el simulacro digital. Hubo una época previa, embrionaria, en la que Internet no era la máquina de ficciones que es hoy. Un paraíso perdido de estética kitsch, genuina por sus carencias, idealista. Y en aquella caverna de sombras platónicas, ¿qué tan fácil resultaba mentirle a las audiencias, improvisar realidades distorsionadas, condicionar al rebaño con argumentos falaces? Antes de la posverdad, ¿cómo operaba el montaje colectivo, la melodía triste del flautista de Hamelín? 


El encierro en casa, laboratorio en miniatura de tiranías sociales, engendra seres anómalos. Una madre que bordea la psicosis, frustrada, y un padrastro dominante, vetusto. Una camada de hijas que bajo restricciones y amenazas descubren el cine como vía de escape. “A mamá no le habla Dios. Mamá está loca”, expresa Enric, el hermano mayor, ahora rebautizado como Isaías, mientras Resurrección (antes Irene) recibe órdenes como por mandato divino bajo el asfixiante yugo de lo familiar y lo siniestro. Bienvenidos a la España profunda.


Los traumas de infancia también producen monstruos. Alienadas por el dogma, las relaciones de poder originan culpa, resentimiento, incertidumbre. El cristianismo funda una moral de esclavos. Si a lo anterior añadimos una pátina de cultura pop dosmilera, una madre mesiánica tricéfala y un grupo musical de chicas entonando versos delirantes, la fórmula se convierte en experiencia religiosa. Justo lo que Javier Ambrossi & Javier Calvo han logrado amalgamar en La Mesías (2023), serie de 7 episodios transmitida por Movistar Plus+.


Las coordenadas visuales que los Javis cruzan son múltiples y ambiciosas, desde la estética low fi, con claras alusiones al estilo Almodóvar, hasta la saga de Flos Mariae, el grupo musical de hermanas frikis cuyos videos inspirados en la Virgen María llegaron a viralizarse con miles de reproducciones en YouTube. Sin olvidar el alucinante homenaje coreográfico a Cantando bajo la lluvia y la figura espectral de Carlos Saura y su Mamá cumple cien años. Un vórtex de influencias que incluye alienígenas y música original de Hidrogenesse. 


Lo que cambia, respecto a su filmografía anterior, es la complejidad (el arco narrativo abarca tres bloques cronológicos) y el tono (salvo interludios, casi no hay humor, sino drama con añadidos ufológicos). Quienes lleguen a La Mesías por el recuerdo de La llamada, Paquita Salas o Veneno, van a sorprenderse ante la metamorfosis que supone este nuevo mundo, la sofisticada base psicológica de sus personajes, la tesitura de los conflictos trenzados con virtuosismo formal, y el ritmo galopante en sus momentos más desgarradores.


La Mesías sabe surfear temas polémicos con determinación y madurez. En tanto ficción, revierte el juicio unilateral del fanatismo religioso. La advertencia del autoengaño y la búsqueda legítima de redención oscilan en ambos extremos de la fe. Quizás por ello su crescendo alcanza la cúspide en el sexto capítulo, y el séptimo sirve como epílogo para restañar heridas del pasado y asimilar el trauma. Su mensaje llega claro y conciso. En el reino de Dios, la rebeldía se torna soledad y silencio. Pero vale la pena alzar la voz, revertir el pecado, fugarse al mundo.


Las tres versiones de Montserrat, interpretadas por Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi, son brillantes. Perfilan un personaje voluble, contradictorio, terrorífico. Los hermanos mayores, Enric e Irene, en sus distintas capas, ejercen contrapeso dramático. Los roles adultos corresponden a Roger Casamajor y Macarena García. El reparto de las niñas/adolescentes concentra un rango expresivo hipnótico, con Amaia entre filas. Albert Pla como padrastro fanático transmite desasosiego. Cecilia Roth en su odisea ufoespiritual es la cereza del pastel.


La Mesías incluye una escena realizada con Inteligencia Artificial en la que Irene visita la casa de su infancia, y en un viaje de ketamina fusiona pasado y presente de modo fantasmagórico, mientras la música de Stella Maris resuena: escuchamos sintetizadores ominosos en un trance de criaturas lisérgicas, ángeles caídos y vírgenes nocturnas. “Pom, pom, toc, toc, queremos entrar en el reino de Dios”, entonan las niñas, luciendo vestidos de princesas. El mundo es una rave llena de voces infantiles. No hay sentido. No hay salida. 

Sólo el vacío de nuestra inmersión emocional.

 












1.11.23

temporada de huracanes_traducir la catástrofe

 

En La Matosa, un grupo de adolescentes encuentra el cadáver en descomposición de La Bruja, epicentro de una trama donde lo prohibido y las pasiones humanas tejen existencias turbias. Reseñamos Temporada de huracanes.

 


Dirigida por Elisa Miller, Temporada de huracanes (2023) se basa en la novela homónima de Fernanda Melchor. Los ambientes opresivos, el lenguaje procaz, un tejido perfecto de tramas/personajes y el análisis frontal de las situaciones límite dan como resultado una película honesta con su fuente de origen, destacada por sus valores de producción, y si bien pacta con el espectador a través de las atmósferas, sacrificando la admirable plasticidad del texto, consigue transmitir el mismo desconcierto y la náusea subyacente a los hechos que despliega. En tal sentido, como traducción visual funciona: puede generar el interés suficiente para atraer a los fans de Melchor hacia el libro, y si ese es el caso, recrudecer la experiencia estética. Como producto de consumo masivo de Netflix, el filme amplía su radio de acción, y es fácil darse cuenta que sin hacer concesiones al imaginario sórdido, ejecuta una condensación técnica y, sin embargo, lo que se muestra es legítimo: el retrato casi documental de las condiciones de vida en zonas rurales de México, la transfobia/homofobia/misoginia que impera en el aire, el profundo desencanto por las instituciones de estado y ese sabor acre de la violencia sistémica que lo pudre todo. En esto, la victoria es indiscutible. La capacidad de involucrar al voyeur y abofetearlo merece aplausos unánimes. Quizás la potencia del manuscrito se extravía, su nivel inmersivo se diluye, porque llevar a la pantalla el torbellino lingüístico de Melchor francamente resulta imposible (casi como adaptar Tala de Bernhard). Y sí: la esencia permanece, aunque tal vez a un ritmo menos frenético. El trazo de urgencia en el destino trágico de los protagonistas, las motivaciones, la grotesca telaraña de actos y consecuencias. Como tal, el veneno sigue ahí. 


Destacan las actuaciones de Paloma Alvamar (Yesenia), Edgar Treviño (Luismi), Kat Rigoni (Norma), Ernesto Meléndez (Brando), Gustavo Morales (Munra) y Conchi León (Chiquis), y la fotografía de María Secco. Por su trabajo, Elisa Miller recibió el Premio a Mejor Guión de Largometraje Mexicano de Ficción en la edición 21 del Festival de Cine de Morelia.


Disponible en Netflix.









12.9.23

había un perro bajo la cama_la entropía y el caos



Con prosa atmosférica y evocadora, Había un perro bajo la cama, de Eduardo Cerdán, bordea los límites del realismo y lo siniestro.



En principio, el melancólico no es el sujeto fijado al objeto perdido, incapaz de realizar el trabajo del duelo; el melancólico es más bien el sujeto que posee el objeto pero que ha perdido su deseo por él, porque la causa que hacía que lo deseara se ha retirado o ha perdido su eficacia. Lejos de intensificar esta situación de deseo frustrado, la melancolía ocurre cuando finalmente accedemos al objeto deseado, pero quedamos decepcionados por él.


Slavoj Žižek, Cómo leer a Lacan

 

Los diez relatos contenidos en Había un perro bajo la cama (Nitro/Press, 2022), de Eduardo Cerdán, sostienen un tono realista que bordea el límite de lo siniestro. Como sabemos tras ciertas lecturas freudianas, el unheimlich denota una sensación de inquietud en ambientes que deberían resultar familiares. El cuento, que exige concisión y economía narrativa, permite un extrañamiento con variaciones infinitas, ya característico en la narrativa latinoamericana. Una forma de acercarse a la realidad y medir sus fracturas. De ver antiguas grietas y glosar la oscuridad sin trucos de realismo mágico. Según de qué autor se trate, el resultado puede ser más o menos fantástico. En el caso de Cerdán, los clavos de lo real aún sostienen las tablas del relato, pero se vislumbra un más allá deslavado, una suerte de What If…? que dota a sus situaciones de una lectura enriquecedora en términos de imaginación especulativa. Una conversación entre el fantasma de Raymond Carver y el de Clara Rockmore. 


Un concierto para theremin.


El autor ha publicado su tercer libro de cuentos en un volumen editado cuidadosamente por Mauricio Bares y Lilia Barajas. Los personajes que transitan por sus páginas son seres confundidos, volubles, inadaptados, capaces de enternecer o fascinarnos por sus vacíos existenciales. Se perciben atmósferas donde el frágil tejido de la realidad será rasgado en cualquier momento, y lo que deja en el lector es una amalgama de melancolía, tedio, desasosiego, extrañeza. Como lo que uno siente al entrar en casa, prender las luces, recorrer las habitaciones y descubrir que están completamente vacías. Surgen dudas que no se resuelven por la vía descriptiva, finales abiertos en medio de pequeñas catástrofes, elipsis milimétricamente calculadas, y un amor incondicional por los perros en ausencia de vínculos significativos con nuestra especie. Si bien el libro propone como concepto primordial la figura canina, y las historias se desenvuelven con autonomía, fluidez y buen ritmo, el tratamiento cinemático de las secuencias produce la sensación de fresco integrado en un largometraje independiente.  


Una película de Amat Escalante o Tatiana Huezo, quizá. 


Había un perro bajo la cama muestra una sensibilidad legítima hacia sectores desfavorecidos. Las preocupaciones de carácter sociológico de Cerdán son evidentes. Sabe captar los contrastes del status quo y las paradojas de una clase media aspiracional que se muerde la cola. Como espejo del presente y metáfora del instante, su prosa cumple una doble función reflexiva y estética. Nos abre los ojos y desestabiliza el simulacro mediático. Estimula nuestra percepción para reconocer la entropía y el caos. A lo anterior se añade una vidriosa capa de tristeza de la que los dedos quedan impregnados inevitablemente. Uno puede olvidar las palabras de ciertos párrafos, el fragmento aislado, la cita, pero nunca la sensación de abandono y pérdida que subyace en el imaginario del autor. Esta cualidad hace del libro un objeto valioso, casi un amuleto, para los días de lluvia caprichosa, trayectos en metro, esperas en una terminal de autobuses y, por extensión, cualquier experiencia humana que admita cierta dosis de incertidumbre y música con audífonos.


Algunos lectores recordarán la última frase de El proceso de Kafka. Sobre aquellos lejanos acordes—«¡Como un perro!»se construye una música nueva, distinta y distante. El aullido resuena.



Había un perro bajo la cama · Eduardo Cerdán

Nitro/Press  Instituto Veracruzano de la Cultura, 2022

 

7.9.23

venus_departamento lovecraftiano


 

Venus, el filme protagonizado por Ester Expósito que inauguró Sitges 2022, se añadió recientemente al catálogo de HBO Max. 

 


La fuga de Lucía


Venus (2022), de Jaume Balagueró, pertenece a la colección The Fear Collection, que integra en colaboración a Sony Pictures, Amazon Prime Video y Pokeepsie Films, la productora del director español Álex de la Iglesia + Carolina Bang. 


Basada en el cuento de Lovecraft Los sueños de la casa de la bruja, la película relata la experiencia límite de Lucía [Ester Expósito], una bailarina en fuga con una bolsa deportiva llena de LSD, quien se dirige al antiguo departamento de su madre fallecida—el Edificio Venus—en busca de ayuda para reencontrarse con su hermana Rocío [Ángela Cremonte] y Alba [Inés Fernández], su pequeña sobrina. 


Allí ocurre lo innombrable. 


Dentro del edificio existe registro documental de extraños acontecimientos vinculados con el ocultismo y la antropofagia; en los últimos años, varios inquilinos han desaparecido. Mientras un trío de ancianas frikis [Magüi Mira, Aten Soria, María José Sarrate] hilvana un rito para encarnar a Lamashtu, Lucía debe enfrentarse por igual a fuerzas desconocidas y un grupo de mafiosos tras su cabeza. 


 

Collage y frottage


Si bien a nivel temático el guión del propio Balagueró y Fernando Navarro navega entre drama, survival horror y thriller con alusiones al Polanski de Rosemary’s Baby o Lords of Salem de Rob Zombie, la fusión alcanza un clímax narrativo burbujeante y se independiza de sus referentes con un desenlace sangriento y optimista que reivindica el salvajismo de Ester Expósito como nueva scream queen


Estímulos sensoriales aparte, las escenas sanguinolentas y de pesadilla se restriegan contras las pupilas dilatadas del espectador en un tour de force efectivo, a veces efectista, siempre visceral y grotesco, con cierta nostalgia vintage que recuerda a la Verónica de Paco Plaza; nada que no se haya visto antes, y sin embargo con algo aún capaz de seguir sacudiendo.


Sobre el entramado de fondo/forma parece levitar la trilogía de Las tres madres de Dario Argento, y las brujas terminan inspirando una mezcla de terror y ternura, en el aire se percibe un olor a paredes antiguas, cuando se abren las heridas familiares hay hemorragias visibles y la sangre metafórica se alinea con el eclipse que despertará el horror cósmico en clave femenina.



Lección cero


Lejos de las tramas flojas que orbitan las principales plataformas de streaming, con un sólido arsenal dramático, Venus ondea un final ambiguo y, no obstante, refresca el género en virtud de su ritmo frenético. Una ristra de imágenes fantásticas permanece en la memoria visual de quien transite sus departamentos lovecraftianos. Disponible en HBO Max.








7.7.23

megaloceros_el ciervo primigenio



Gerardo Lima teje seis historias de nihilismo cósmico a partir del ciervo como animal ominoso. Reseñamos Megaloceros.

 

Mantener la libertad de perderse, poder salir de la «red» que nos ha capturado a todos, esperar en el silencio sutil de la naturaleza a que algo se revele—y vivir el momento en que nuestro camino depende de esa revelación—es la experiencia original de la espiritualidad y del sentimiento de lo sagrado que el hombre arcaico ha percibido de forma espontánea, que eremitas de todo tiempo han encontrado en los lugares desiertos y que siempre podemos poner a prueba en nosotros mismos con una inmersión total entre la tierra y el cielo. 


Franco Michieli, La vocación de perderse



El horror y el éxtasis religioso guardan extrañas similitudes. Ambos privilegian una sensibilidad particular hacia el mundo y la naturaleza. Un distanciamiento de las cosas materiales, una renuncia. No son pocos los pensadores que advierten sobre los riesgos del consumo acelerado, esa vertiente falaz del turbocapitalismo. Sustraerse de la vorágine implica ir a paso lento, aprender a mirar. Quienes disfrutan del paisaje solitario y la quietud introspectiva, también valoran lo que suele llamarse el movimiento slow. Aprecio de la lentitud, filosofía del ocio, el infinito potencial de los bostezos. Las letras requieren una inmersión equivalente. Ciertas obras se degustan como vinos del intelecto. Exigen maduración, paciencia, entusiasmo. Me sorprendí hace unos meses al oír que un chico en una librería pidió que le recomendaran el libro de Lovecraft más vistoso para tomarse algunas selfies, subirlas a Instagram y viralizarlas. Cthulhu debería estar emputado. Mircea Eliade negaría con la cabeza, imagino sus sermones: «Tira ya tu móvil. En época de religiones uranas, te sentaría bien observar una catástrofe masiva bajo el cielo estrellado. Los dioses primigenios encontrarían la manera de arrojar su furia contra todo ser vivo, incluyéndote. Reconsidera.»


Así las cosas, el préambulo sirve para contextualizar Megaloceros, Libros del ciervo (Paraíso Perdido, 2021), de Gerardo Lima, doble volumen de relatos cuyas portadas a cargo del artista ruso Vergvoktre roban el aliento. A simple vista, parece un álbum de metal gótico y uno abre sus primeras páginas con la sensación de irrumpir en un santuario de epifanías oscuras. La prosa edifica una catedral de proporciones monstruosas. Los seis cuentos se articulan en torno a Amarillo, y llevan por título una especie de cérvido en particular: Ciervo Rojo (Cervus Elaphus), Blackwood (Alces Alces), Wapití (Cervus canadiensis), Sibuxiang (Elaphurus Davidianus), Caribú de los páramos desérticos (Rangifer tarandus desertus) y La Antigua (Megaloceros giganteus). Cabe imaginar la amplitud y escala del proyecto con sólo leer los índices. El territorio amarillense, dividido en tres regiones, destila crueldad en sus raíces. Se trata de una región ficticia con ecos de Chambers y la supervisión arquitectónica de Lovecraft. Los habitantes alimentan viejas costumbres y creencias, rumores viajan de boca en boca, el mal se filtra en sus linajes. Una particularidad de la geografía es que fusiona lugares reales con imaginarios en un México deslavado y ocre. Casi puede olfatearse.


Y es ahí donde Lima da rienda suelta a una serie de eventos sobrenaturales protagonizados por ciervos y humanos en continua simbiosis trágica. Un hombre narra el cataclismo: «Amarillo es el carbón que mantendrá viva la hoguera cuando venga la noche helada.» La forma en que la geografía se introyecta en los vasos sanguíneos de las narraciones hace recordar a Faulkner y Rulfo. Hay un modo de narrar que va de lo polvoriento a lo húmedo y profundamente insano. Bosque, niebla, montaña, lago. Amarillo irradia perversión, fundada en espíritus antiguos, míticos, anteriores a la especie humana. El autor documenta sus historias con detalles fascinantes sobre la flora y fauna, ejerce un tipo de hipnosis hacia el lector; sabe cómo arrastrarlo al cataclismo. No hace falta revelar ningún desenlace, pero son contundentes y atroces. De ahí que demore lo necesario en erigir las estructuras argumentales para luego detonarlas. La revelación de lo grotesco surge de forma brutal. Como debe ser. El descendiente de una vieja familia escocesa descubre su filiación con los alces: «Me vi a mí mismo en ellos. Mi rostro. El claro fenotipo de los Blackwood.» Un pintor aislado en medio del bosque, asiduo lector de Cioran, pasará un mal momento durante la noche de Halloween.


El diablo está en los detalles, y Lima se deleita en ellos. Alimenta a sus criaturas con especial delectación morosa. Quizás parezca excesivo, pero nunca desentona. El segundo tomo incluye a un par de documentalistas en espera de una especie que definitivamente no es inofensiva. Ambientado en una zona montañosa, el cuento dará un giro turbio hacia el final. A menudo, los lectores curtidos apreciarán el aroma de la hemoglobina, sus reverberaciones místicas. En reivindicación de la naturaleza como fuente de experiencias tribales, Megaloceros activa nuestro sistema límbico igual que Heilung, la banda de folk metal, o Hellblade, el videojuego de Ninja Theory. En más de una ocasión, terminaba de leer algún cuento pensando en la semejanza de sus fractales con el Lateralus de Tool. Las atmósferas vibran, sus imágenes beben del gore y el weird norteamericano e inglés, pertenecen al espíritu del gótico latinoamericano que Mariana Enriquez enarbola. Mención aparte merecen las dos últimas ficciones, una con aires de noir en el desierto a lo True Detective y la otra decididamente lovecraftiana. Lima teje seis episodios salvajes que fascinarán a los entusiastas del nihilismo cósmico. Suficiente materia siniestra para explorar una región más allá de los eones.



Megaloceros, Libros del ciervo · Gerardo Lima

Paraíso Perdido, Colección Árbol adentro, 2021

 

23.6.23

in times new roman..._las cenizas y el fuego

 

In Times New Roman... marca el regreso de

Queens of the Stone Age a los escenarios. 

 

Intro


Se oye Smile, de Peggy Lee. Si sonríes a través de tu miedo y tu dolor / tal vez mañana verás el sol brillar dentro de ti. En camisa azul de manga larga, Josh Homme sale al escenario. Primeros riffs de No One Knows.



Go with the flow


La energía que irradia la banda en sus conciertos, el mood salvaje de Josh Homme, los coros efusivos del público, la sensación de cruzar el desierto a medianoche a 100 km/h. Esa vibra ha vuelto. In Times New Roman… (2023) cierra la trilogía que iniciara …Like Clockwork (2013), seguido por Villains (2017). Tres álbumes editados por Matador Records que encapsulan un bloque sonoro cargado de un stoner rock más melódico—I Sat by the Ocean, If I Had a Tail, Hideway—, aunque no exento de energía feral— The Way You Used To Do, Head Like a Haunted House, The Evil Has Landed— y algunas baladas existencialistas —The Vampire of Time and Memory, Fortress, Villains of Circumstance—. 


Mezclado por Mark Rankin, In Times New Roman… mantiene la alineación de las placas anteriores, conformada por Josh Homme, Dean Fertita, Michael Shuman, Jon Theodore y Troy Van Leeuwen. Más que hablar de sonido cohesionado, hay que reconocer el talento de la agrupación para crear una estética sonora y mantenerse fiel a sus valores, lección aprendida en la aventura de Homme + Fertita para el brillante Post Pop Depression (2016) de Iggy Pop. Se trata de surfear el flow de manera coherente. Madurar sin perder las raíces. 


Durante la entrevista sostenida por Homme con Zane Lowe en Apple Music 1, el músico señala que su trabajo es traducir el dolor en aleluya. «A fin de cuentas, para mí, el disco va completamente sobre la aceptación. Ésa es la clave. Mis amigos han muerto. Algunas relaciones han terminado, han surgido situaciones difíciles, he tenido problemas de salud y cosas así, pero ahora estoy bien. Siempre he hecho grandes cambios, pero en los últimos años he pasado por demasiadas situaciones en las que no importa si te gusta o no, te pasa y punto.»



Disclaimer


This album contains rock music for all genres and cultures, dice una voz en off durante el teaser promocional de In Times New Roman… 



Enjoy the obscenery


La guitarra es una fuente de revelaciones crudas. Obscenery, primera canción de In Times New Roman..., es en sí misma una declaración de principios: disfrutar la obscenidad es también aceptarnos como somos, amputados emocionales con dolores fantasma de los limbos perdidos de la vida. Hay un breve interludio; se oyen violines y de nuevo los riffs acometen su misión: transmutar el horror en música, y viceversa. Paper Machete funge como una secuela lógica de lo anterior: La verdad sólo es trozo de arcilla / esculpes, modificas, encubres y luego borras. Los versos de Queens of the Stone Age se acompañan de un combo guitarra/batería potente a ritmo moderado. Negative Space baja sutilmente la velocidad y añade fuerza en medio de un paisaje vespertino: Soy ligero, pero la gravedad titubea / entre lo que fue el hogar y la luna amarilla. Time & Place recupera el tono: Tus promesas son el humo que te veo inhalar, dice una voz socarrona, que realmente sorprende por su versatilidad. 


En la segunda mitad del álbum, sobresalen Carnavoyeur, una composición vibrante, dramática, llena de imágenes oscuras. Crónica de una derrota absoluta, divulga uno de los mensajes más vitalistas de la banda: Todo ser vivo morirá / desde el rey de la selva hasta la mariposa / Cuando no hay nada que pueda hacer /sonrío. En ese optimismo ante lo irreparable, uno encuentra tímidos destellos de Camus y el mito de Sísifo. Aunque muy distintas—What the Peephole Say es una amable invitación a romper las reglas y Emotion Sickness suena como una terapia del adiós—, ambas piezas transmiten la sensación de que el gran final se aproxima. QOTSA suele cerrar sus álbumes de forma gloriosa. Straight Jacket Fitting no desencaja. Versa, de hecho, sobre la elección de seguir nuestros sueños a ras del acantilado, a pesar de las traiciones. Para enfrentarte a tus demonios, tienes que liberarlos. Un pasaje acústico clausura nuestro viaje. Larga vida a las reinas de la edad de piedra. 



Outro


En su octavo álbum de estudio, QOTSA cierra una trilogía. Josh Homme se asoma al abismo, mantiene la cabeza en alto y lucha por preservar el fuego. The End Is Nero Tour 2023, la gira mundial, ha comenzado…



In Times New Roman… (2023) 

Queens of the Stone Age 

Matador Records