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diciembre 10, 2023

la mesías_el reino y sus demonios

 

Una familia enclaustrada. Una madre mesiánica. Música pop y sectas familiares. Reseñamos La Mesías, de Javier Ambrossi & Javier Calvo, la serie más alucinante del año.




Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,

una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,

mi alma, mi alma: y repito esa palabra

no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,

en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente

para hacer ver que no tiene sentido.


Leopoldo María Panero, El circo


 

Vivimos invadidos por la ideología, los discursos maniqueos, el simulacro digital. Hubo una época previa, embrionaria, en la que Internet no era la máquina de ficciones que es hoy. Un paraíso perdido de estética kitsch, genuina por sus carencias, idealista. Y en aquella caverna de sombras platónicas, ¿qué tan fácil resultaba mentirle a las audiencias, improvisar realidades distorsionadas, condicionar al rebaño con argumentos falaces? Antes de la posverdad, ¿cómo operaba el montaje colectivo, la melodía triste del flautista de Hamelín? 


El encierro en casa, laboratorio en miniatura de tiranías sociales, engendra seres anómalos. Una madre que bordea la psicosis, frustrada, y un padrastro dominante, vetusto. Una camada de hijas que bajo restricciones y amenazas descubren el cine como vía de escape. “A mamá no le habla Dios. Mamá está loca”, expresa Enric, el hermano mayor, ahora rebautizado como Isaías, mientras Resurrección (antes Irene) recibe órdenes como por mandato divino bajo el asfixiante yugo de lo familiar y lo siniestro. Bienvenidos a la España profunda.


Los traumas de infancia también producen monstruos. Alienadas por el dogma, las relaciones de poder originan culpa, resentimiento, incertidumbre. El cristianismo funda una moral de esclavos. Si a lo anterior añadimos una pátina de cultura pop dosmilera, una madre mesiánica tricéfala y un grupo musical de chicas entonando versos delirantes, la fórmula se convierte en experiencia religiosa. Justo lo que Javier Ambrossi & Javier Calvo han logrado amalgamar en La Mesías (2023), serie de 7 episodios transmitida por Movistar Plus+.


Las coordenadas visuales que los Javis cruzan son múltiples y ambiciosas, desde la estética low fi, con claras alusiones al estilo Almodóvar, hasta la saga de Flos Mariae, el grupo musical de hermanas frikis cuyos videos inspirados en la Virgen María llegaron a viralizarse con miles de reproducciones en YouTube. Sin olvidar el alucinante homenaje coreográfico a Cantando bajo la lluvia y la figura espectral de Carlos Saura y su Mamá cumple cien años. Un vórtex de influencias que incluye alienígenas y música original de Hidrogenesse. 


Lo que cambia, respecto a su filmografía anterior, es la complejidad (el arco narrativo abarca tres bloques cronológicos) y el tono (salvo interludios, casi no hay humor, sino drama con añadidos ufológicos). Quienes lleguen a La Mesías por el recuerdo de La llamada, Paquita Salas o Veneno, van a sorprenderse ante la metamorfosis que supone este nuevo mundo, la sofisticada base psicológica de sus personajes, la tesitura de los conflictos trenzados con virtuosismo formal, y el ritmo galopante en sus momentos más desgarradores.


La Mesías sabe surfear temas polémicos con determinación y madurez. En tanto ficción, revierte el juicio unilateral del fanatismo religioso. La advertencia del autoengaño y la búsqueda legítima de redención oscilan en ambos extremos de la fe. Quizás por ello su crescendo alcanza la cúspide en el sexto capítulo, y el séptimo sirve como epílogo para restañar heridas del pasado y asimilar el trauma. Su mensaje llega claro y conciso. En el reino de Dios, la rebeldía se torna soledad y silencio. Pero vale la pena alzar la voz, revertir el pecado, fugarse al mundo.


Las tres versiones de Montserrat, interpretadas por Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi, son brillantes. Perfilan un personaje voluble, contradictorio, terrorífico. Los hermanos mayores, Enric e Irene, en sus distintas capas, ejercen contrapeso dramático. Los roles adultos corresponden a Roger Casamajor y Macarena García. El reparto de las niñas/adolescentes concentra un rango expresivo hipnótico, con Amaia entre filas. Albert Pla como padrastro fanático transmite desasosiego. Cecilia Roth en su odisea ufoespiritual es la cereza del pastel.


La Mesías incluye una escena realizada con Inteligencia Artificial en la que Irene visita la casa de su infancia, y en un viaje de ketamina fusiona pasado y presente de modo fantasmagórico, mientras la música de Stella Maris resuena: escuchamos sintetizadores ominosos en un trance de criaturas lisérgicas, ángeles caídos y vírgenes nocturnas. “Pom, pom, toc, toc, queremos entrar en el reino de Dios”, entonan las niñas, luciendo vestidos de princesas. El mundo es una rave llena de voces infantiles. No hay sentido. No hay salida. 

Sólo el vacío de nuestra inmersión emocional.

 











marzo 08, 2020

tabula rasa_las paredes sin techo



La relación entre el escenario económico neoliberal y las distintas formas de espiritualidad es compleja y llena de matices. Este ensayo, que pertenece a la serie gráfica Tabula Rasa, disecciona varios conceptos esenciales.
 

Las paredes sin techo
La perspectiva metafísica se desvanece. La sustitución de la religión monoteísta por prácticas heterogéneas—desde el ecologismo  hasta la ufología corporativa y demás fusiones sorprendentes—evidencia que el ser humano podría inventar el culto a los lápices o a las arañas, si fuera el caso. La conciencia, en tanto portadora de sentido, le otorga una dimensión semántica a la realidad. No obstante, sin perspectiva ontológica, desaparece cualquier garantía de trascendencia. Oh, paradoja: el paisaje espiritual persiste, como un árbol navideño fuera de temporada.

Tras la consolidación del modelo neoliberal en un entorno macroeconómico, se han presentado también brotes de prácticas de carácter místico en medio de la lógica turbocapitalista. Se percibe una reivindicación de la lentitud, el silencio y la espiritualidad en la vida cotidiana -> Contra el tiempo, Luciano Concheiro. A falta de Dios, a falta de dioses, el hombre sigue inventando rituales para encontrar sentido, aun cuando el modelo económico le sea desfavorable y lo empuje a la automatización laboral, la cosificación tecnológica y las burbujas financieras.

Este movimiento dialéctico recuerda al de la oposición Kant-Sade durante la Ilustración, planteada por Lacan. En el caso de la dualidad capitalismo-religión, es posible observar que ambos escenarios coexisten y se complementan mutuamente, no a pesar del otro sino precisamente gracias al otro, como una pareja de recién casados envuelta en una relación de amor/odio eterna y deliciosa. O como la dualidad Trump-Estados Unidos: dudoso imaginar que el presidente surgiera en otro contexto, sin los elementos de la idiosincrasia estadounidense.

Ahora bien, la crisis que supone el desvanecimiento divino también ha provocado que religiones como el Islam se recrudezcan -> Sumisión, Michel Houellebecq. Tras el atentado terrorista al periódico Charlie Hebdo, el autor francés señala que «El islam acepta el mundo tal como es, con su parte de injusticia. Esa sumisión es peor que la sumisión que exige el capitalismo. Es el fin del mundo.» Por un lado, entonces, tenemos el fin del mundo a través de la fe [neo oscurantismo] y por otro, la más delirante aniquilación turbocapitalista a través de la máquina [tecnolatría]. 
 
Densidad ontológica -> apuesta por el ser, el valor, la metafísica
Atomización conceptual -> apuesta por el objeto, la función, las matemáticas


Una imagen poderosa -> Aprender a rezar en la era de la técnica, Gonçalo Tavares. El autor comenta: «Hay un cuento de Andersen que dice algo así como: “Me pidieron que rezara pero solo me acordaba de las tablas de multiplicar.” Ese, para mí, es uno de los conflictos esenciales del siglo XXI: la gente que solo consigue pensar en las tablas o que solo puede rezar. Un Padrenuestro se rezaba en sus orígenes ante cosas naturales y en cambio hoy ¿cómo lo hacemos frente a las máquinas, ante un paisaje artificial? Cambió el paisaje pero las oraciones no lo han hecho.»

Tal desfase genera situaciones-límite inéditas y asombrosas. Incluso en videojuegos como NieR: Automata (2017), una colaboración de Platinum Games + Square Enix, la narrativa está saturada de referencias filosóficas a la muerte y la falta de consistencia ontológica. Tabula Rasa explora los síntomas de ese vacío, la incógnita de una ecuación incompleta, desde los planos estético y conceptual. Texturas de papel, imágenes de revistas vintage, scratches de grafito, gises y crayolas configuran este pequeño catálogo de impasses agnósticos.

He aquí el hombre vacío de manos.