10.10.19

greta thunberg_la casa en llamas



La volcánica figura de Greta Thunberg
despierta odio y admiración a partes iguales.
Analizamos el fenómeno y sus factores clave.

 
Un aspecto no menos importante del bosque es su múltiple inamovilidad.
Cada tronco singular está enraizado y no cede ante ninguna amenaza exterior.
Su resistencia es absoluta, nunca cede su lugar. Puede ser talado, pero no movido.
Así se convirtió en símbolo del ejército: un ejército en formación,
un ejército que bajo ninguna circunstancia huye, que se deja hacer pedazos
hasta el último hombre antes de abandonar un palmo de terreno.

Elias Canetti, Masa y poder
  
Enfant terrible
Su retrato parece digno de una novela de Houellebecq. Niña, mujer y ambientalista, nace un 3 de enero de 2003. Hija de Malena Ernman [cantante de ópera] + Svante Thunberg  [actor].  A los once, hundida en una depresión severa a causa del cambio climático, pierde 10 kilos tras dejar de comer durante dos meses. Le diagnostican Síndrome de Asperger, trastorno obsesivo compulsivo y mutismo selectivo. Con dieciséis, se salta clases en la escuela. Impulsora del movimiento Fridays For Future, que alcanzó rápidamente la escala global, grita consignas frente al Parlamento de su natal Estocolmo, enfundada en un simbólico impermeable amarillo. ¿Cómo se atreven a robarme mi infancia?, cuestiona en la Cumbre del Clima de la ONU. Es candidata, junto a Raoni Metuktire y Abiy Ahmed, al Premio Nobel de la Paz 2019. Habla de forma directa, señala sin miedo a los responsables de la crisis ambiental. Así es Greta Thunberg.

«Yo tan solo he llegado en el momento justo. Cada vez más personas son conscientes de la situación de emergencia que vivimos, del hecho de que estamos atravesando una crisis existencial que no ha sido tratada nunca como tal», comenta en una entrevista para El País [11.03.2019].

Thunberg, poseedora de una ética insobornable y un carisma irresistible para las causas ambientalistas, ha sido utilizada como el rostro de proyectos con fines lucrativos. Ella se desvincula; intenta moverse por la vía independiente. Como en el caso de We Don’t Have Time, la ONG fundada por Ingmar Rentzhog que buscaba líderes jóvenes para sus campañas. Verde es el color de la inocencia. Greta los mandó a la luna. Detractores como el Presidente Donald Trump ironizan sobre su temperamento: «Parece una joven muy feliz que mira hacia un futuro brillante y maravilloso», comentó sobre ella en Twitter tras cruzársela durante la 74ª Asamblea General de las Naciones Unidas. Thunberg contraataca: pone las palabras textuales de Trump en su biografía de esta red social. De paso, viraliza la mirada furibunda que le dirige al mandatario estadounidense. 







La casa en llamas
Que intelectuales como Slavoj Žižek se refieran a Greta como una chica con masculinidad tóxica es de lo más elocuente. Durante una entrevista para Joe, el filósofo esloveno señala:

«Eso es lo que me gusta de Greta Thunberg, esa chica. Si alguna vez hubo una persona que habla con cierto odio, con lo que llaman ‘masculinidad tóxica’, es ella. Necesitamos mujeres como ella, porque su método es hermoso, no obstante correcto. No está diciendo que ‘debemos entender más’ y así sucesivamente. Ella no pretende saber. Su mensaje es que la ciencia nos dice muchas cosas de manera clara. Ella no es esta mujer caricaturesca, suave, que dice ‘tengamos un diálogo’. ¡No! ¡Jódete! ¿Qué diálogo? ¡Actúa!»

Con un súperyo implacable, similar al de la preadolescente de El listón blanco, filme de Michael Haneke, la figura de Thunberg inspira lo mismo temor que sarcasmo. Lejos han quedado los panfletos ecologistas de Björk, las pretensiones de integración orgánica con la Madre Tierra. Greta encarna un movimiento incontenible, volcánico. En Aprender a rezar en la era de la técnica, Gonçalo M. Tavares traza el perfil de un cirujano que entra a la política para practicar una cirugía en el cuerpo social. Así Greta.

En los próximos meses, veremos cómo el tablero cambia según el clima político, del que Greta es un personaje clave. Veremos qué planes respaldan su llamado a la acción. No es un secreto que ganar dinero a través de iniciativas verdes será un negocio muy lucrativo si las leyes obligan a los gobiernos a implementar medidas contra la emisión de gases CO2 y el uso de combustibles fósiles. Se habla del lobby de la energía verde y los hilos que mueven el discurso de Thunberg. Y claro, la casa está en llamas. Por más de una razón.




Arde Troya 
El peligro—y la decepción—de ver convertido un discurso intrínsecamente honesto en un caballo de Troya que abra las puertas al jugoso futuro ecoamigable es obvio. Svante Thunberg, el padre de Greta, ahora su manager, es pariente del científico Svante Arrhenius, Premio Nobel de Química en 1903, quien descubrió la relación entre el calentamiento global y la emisión de dióxido de carbono. Y ha contratado como jefe de prensa a Daniel Donner, quien forma parte de la European Climate Foundation. Los medios parecen oler que la pureza emitida por esta chica se ha construido milimétricamente, a golpe de indignación y propaganda. En síntesis, resulta engañosa.  
Lo que nadie sabe con precisión es cuán lejos puede llegar el humo de la casa en llamas. Ni cuántos de los implicados se quemarán. Y no es para menos. La activista y su padre cruzaron el océano Atlántico en el Malizia II, un velero sustentable equipado con paneles solares y turbinas subacuáticas, propiedad del príncipe de Mónaco, Pierre Casiraghi y capitaneado por Boris Herrmann. Las críticas no cesan. ¿Por qué Greta recibe el respaldo de la familia real de Mónaco? ¿No es acaso una marioneta de sus padres, las empresas energéticas, los políticos oportunistas? ¿Pero cómo una niña mentalmente enferma, por añadidura blanca y europea, puede estar en defensa del fraude climático? 
Y eso es lo fascinante de ella. Su capacidad para provocar una auténtica crisis. En su sentido etimológico, κρίσις viene del griego; expresa un cambio súbito y repentino. Una revolución. Que arda Troya entonces.