22.10.19

joker_la tragedia como comedia



Nadie es payaso por gusto. 

Emmet Kelly fue un gran payaso. A principios del siglo XX creó el personaje de Willy el Desgastado y definió la imagen del payaso harapiento, miserable y sin hogar que tan famosa se hiciera durante la época de la Gran Depresión en Estados Unidos. Su ropa raída, sucia y parchada no era casualidad. Hay algo de inquietante en un sujeto que se propone hacernos reír luciendo tan miserable, algo perturbador; pero ese algo no radica precisamente en él, sino en el público que lo observa. La triste verdad—¿o cómica, quizás?—es que tomamos felicidad de la desgracia ajena. De alguna forma el mal sufrido por el prójimo nos hace reír. Es disfrutable. ¿Por qué otra razón un payaso se presentaría con una imagen tan deprimente, si no es porque la audiencia lo encontrará divertido? Cruel, ¿verdad?

Lo anterior es tan cierto que los alemanes, que siempre tienen un término para todo, bautizaron ese sentimiento de beneplácito ante la desgracia ajena como schadenfreude, o la alegría que llega como consecuencia del infortunio de los demás. Tiene sus orígenes en la naturaleza competitiva del ser humano que ve en la caída del prójimo una oportunidad para superarlo. Si todo esto suena exagerado, pensemos un momento en el humor físico: esa fórmula desgastada que hace reír mediante caídas, golpes, lesiones, y pastelazos. En el corazón de la idea del payaso como figura de entretenimiento yace el lastimarlo.


Pensemos en Arlequín y la Comedia del Arte, payaso engañado que es motivo de burla. Pensemos en Gwynplaine, el personaje de Victor Hugo al que le deformaron el rostro con instrumental quirúrgico para poner en él una horrible y sangrienta sonrisa de oreja a oreja. Sí, en el siglo XIX se deformaba de esta manera a los niños para presentarlos luego en graciosos espectáculos itinerantes. Glasgow Smile, le llamaban a la práctica, ¡y la gente se reía! ¿Qué nos dice eso de la naturaleza humana?

Hablando de Gwynplaine, es sabido que de él tomaron inspiración Bob Kane y Bill Finger para crear al Joker. En la nueva película del personaje de cómics, dirigida por Todd Phillips, vemos una y otra vez el ciclo de humillación y maltrato del desfavorecido como objeto de diversión para los demás. Los habitantes de Gotham se regodean en la perversidad y tienen como blanco favorito a gente como Arthur, el futuro Joker. Este, como Gwynplaine, trabaja haciendo reír a la gente; pero por dentro los payasos son tristes, pues así son sus vidas. Si sus vidas no fueran tristes entonces no serían payasos porque, afrontémoslo, nadie es payaso por gusto. Significa exponerse a la crueldad humana.





Pero cuando el payaso gira el script y comienza a practicar el mal, cuando el que sufre es el auditorio y no él, irónicamente la cosa ya no es tan divertida. Arthur explica esta contrariedad en la siguiente línea: El humor es subjetivo. El público decide qué es divertido y qué no lo es de manera arbitraria. Le cuesta trabajo entender por qué razón se acaban las sonrisas cuando la gente feliz es la que sufre y el payaso infeliz es el que ríe, si cuando la cosa era al revés no había problemas. Arthur no acepta este fenómeno y lo encuentra muy hipócrita, abiertamente declara no sentirse mal por todo el daño y caos que ha causado. ¿Por qué habría de importarle? ¿Acaso recibió apoyo alguno durante sus horas más oscuras?  

No es el primer bufón que se rebela. Hop Frog (de Edgar Allan Poe) era un enano de corte real que, cansado de los abusos y humillaciones, quemó vivos al rey y sus cortesanos como venganza por las ofensas sufridas. Por supuesto, la broma no fue graciosa como lo hubiera sido en sentido opuesto: ¿qué feliz rey podría evitar reírse de un payaso infeliz que sufre lo indecible?

Arthur mismo reflexiona sobre el tema del sufrimiento divertido cuando dolorosamente declara: No he sido feliz un solo minuto de mi vida… pensaba que mi vida era una tragedia, ahora sé que es una comedia. De esto se extrae que en la miseria del payaso yace la clave de su éxito para hacer reír: no sería un payaso gracioso si no sufriera; su tragedia personal es la comedia de la que se alimentan los demás.