5.6.16

emika_el espíritu en la máquina


La propuesta de Emika reúne electrónica, dubstep, jazz y música clásica. Una librería de sonidos asombrosos.
 
En su deseo por transmitir distanciamiento emocional, las composiciones de Emika usan los beats a modo de pétalos que conocen la criogenia. Como si un ser de otro mundo evocara su pasado—una rosa a Major Tom, dondequiera que se encuentre—, Ema Jolly ha conseguido una librería de sonidos asombrosos, con apenas cuatro álbumes en sus casilleros: un primer disco homónimo (2011), Dva (2013), Klavírní (2015) y Drei (2015). Los trabajos varían en intensidad y abstracción, pero nunca en la búsqueda de nuevos caminos dentro de la Matrix electrónica. El fervor a las máquinas crece hasta convertirse en un imponente monolito de acústica mineral. Emika se desdobla, se filtra entre túneles de fibra óptica, pantallas LCD y ocasos trémulos. Materiales dignos de naves nodrizas que Philip K. Dick adoraría. 

Formada en estudios de piano clásico y composición, la diva inglesa fusiona sus orígenes con cadenas moleculares de dubstep, technopop y flirteos jazzísticos. Uno de sus crossovers más notorios lo consigue en el Concertgebouw Brugge con The Brandt Brauer Frick Ensemble al versionar Pretend, single de su primer disco. Al fondo de Klavírní subyace una admiración muy especial por Leoš Janáček, compositor checo que le ha legado el gusto por los episodios breves de texturas nostálgicas. Su discurso visual despeja cualquier duda: Fashbacks y My Heart Bleeds Melody proyectan un horizonte afectivo distante y minimalista. Una jauría de sentimientos congelados nos miran salvajemente antes de dar clic a todas las canciones, extraviarnos en loops de neón y emprender un descenso a nuestra Antártida privada.  

Créditos finales. Emika ha crecido profesionalmente desde su arribo a Berlín, ciudad donde publicó sus primeras dos placas bajo el sello Ninja Tune. En 2014, emprendió su propia aventura al fundar Emika Records, que inauguró con el EP Melancholia Euphoria—términos que resumen el espíritu de su obra. Iconoclasta y distante, su cover a Let’s Dance la vincula con los espíritus cósmicos. De momento, la máquina sigue encendida.



Now forever the storms in heaven are raining.


Publicado originalmente en  FAHRENHEITº Magazine [01.06.2016]