27.9.19

shoplifters_sobre las disoluciones familiares



Casa, familia, hogar: Shoplifters indaga en tales nociones bajo un ángulo intimista, casi documental.


Good night 
Sin confesarlo, terminas de ver Shoplifters (2018), de Hirokazu Koreeda, y sientes un hoyo enorme a la altura del pecho. Te vas a dormir, entras a tu cueva, y la sensación persiste. Irá creciendo hasta el día siguiente, de modo gradual, como un agujero negro.
 

Fondo y forma
Osamu y Shota, un hombre y un niño [Lily Franky + Jyo Kairi ] entran a una tienda de autoservicio, sustraen lo que pueden cubriéndose uno al otro, huyen invictos. De camino a casa, encuentran a una pequeña y deciden llevársela. Cenan con la familia en un ambiente frugal. Por tiempo indefinido, la niña se quedará con ellos.

Comercializada en español como Un asunto de familia—título oblicuo y astuto—, la película de Koreeda trenza un relato coral sobre una tropa de ladrones a la cual llega un nuevo integrante, la pequeña Yuri Miyu Sasaki [Miyu Sasaki], elemento clave que activa nuevos significados a una historia en apariencia inocente.

Mediante un tratamiento casi documental, el director japonés orienta la brújula hacia un muestrario de personajes marginales. Todos ellos frágiles, de una orfandad conmovedora. Las escenas, que ilustran ciertas nociones en torno a la familia, el amor, los vínculos afectivos y la consanguinidad, luego las deconstruyen.

Fondo y forma se abrazan como en las imágenes Gestalt.
 
Viñetas
-> Contexto de profunda desconexión afectiva. Aki [Mayu Matsuoka], la adolescente de la casa, trabaja en un peep show. Terminará ofreciéndole su regazo a un chico en situación de absoluto desamparo emocional.

-> Recompensas simbólicas. La abuela [Kirin Kiki] es hábil para extorsionar a los hijos de la amante de su ex marido, de quienes recibe dinero a cambio de silencio. Cuando llega a casa, triunfante pero cansada, destapa una cerveza.

-> Heridas compartidas. Frente a una fogata improvisada, Nobuyo [Sakura Ando] lanza al fuego el vestido de la recién adoptada Yuri, recordándole que el amor consiste en proteger al otro, en abrazarlo. «Si te amamos realmente, esto es lo que hacemos.»
 
Trama y drama
Hasta aquí, el argumento sería convencional. Cada personaje se las ingenia para chantajear, robar o conseguir dinero fácil. Entre todos, establecen un pacto que los une más allá del saqueo. Aprenden a cuidarse, son cómplices y protectores, padres e hijos, compañeros y amantes. Familia.

Magistralmente nos acercamos al momento de inflexión. Un viaje a la playa marca un primer suceso trágico. Los niños protagonizarán otro incidente. Y allí Koreeda, con golpe maestro, nos toma desprevenidos para mostrar una realidad más compleja, cargada de dilemas éticos y potencia dramática.

Shoplifters, que obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2018, se cuida de lanzarnos una perorata moralista. Ni siquiera intenta conmovernos por la senda del melodrama. Sutil y elegante como un haikú, su sistema de signos atraviesa nuestro corazón de forma discreta, demoledora. Nada le sobre ni le falta.

La economía de recursos y el desenlace ambivalente son admirables. Un cine para entrenarnos en el difícil arte de ver sin juzgar, cuyos temas apelan a un espectador maduro, hábil en la suspensión de juicios morales y el hallazgo de un subtexto audaz. Posiblemente, hacia las escenas finales, te sorprendas llorando.