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mayo 31, 2022

la abuela_el diablo está en los detalles


En La abuela, Paco Plaza dirige

un relato de horror minimalista.



La abuela (2021), de Paco Plaza, integra la colaboración de Carlos Vermut como guionista, con resultados que merecen un análisis de fondo. De entrada, podemos reconocer el influjo estilístico de Vermut en la atmósfera, la construcción psicológica de los personajes, el crescendo dramático que en esta ocasión gira hacia el terror, y los homenajes a la cultura pop explorados en Magical Girl (2014) y Quién te cantará (2018). La densidad estructural que ya se observaba en los filmes previos aquí se vuelve un artefacto narrativo con forma de matrioshka, muy bien ejecutado y cuyos hilos invisibles dejan un regusto agridulce al finalizar el metraje. La abuela es una pesadilla a dos manos ejecutada con las dosis justas de inquietud y ansiedad para convertirse en un auténtico ritual satánico. Es inevitable percibir un déjà vu al Polanski de El inquilino y El bebé de Rosemary, así como las obvias referencias al giallo de Argento y Bava. Sólo que en este caso, la estética minimalista rinde frutos novedosos. Plaza no inventa ningún hilo negro, pero el tratamiento inteligente de Vermut añade a La abuela un halo clásico que refresca el cuento de Caperucita Roja y le imprime una trascendencia vampírica. 


Elegante y de ritmo lento, La abuela toma distancia respecto a Verónica (2017) pero no deja de ser una historia enfocada en personajes femeninos que atraviesan momentos extraños de inminente caída en espiral. Si bien su contundencia se hace mayor hacia el último bloque, exhala un tono pausado, introspectivo, con detalles que parecen insignificantes y luego se vuelven indicios siniestros. Aquí el demonio es la vejez, como el mismo Plaza menciona, y subyace cautivo en el cuerpo, catalizador de miedos, fobias y angustias. El final no decepciona; ante las dudas de si veremos un drama o un filme de horror, La abuela está envuelta como un regalo engañoso que surfea entre géneros, pero detrás del disfraz inocente asoma el mal en estado puro. La relación simbiótica entre abuela (Vera Valdez) y nieta (Almudena Amor), donde memorias felices y tristes se entrelazan a ritmo de boleros y cumpleaños, funge como un señuelo que nos empuja hacia la oscuridad. Mediante un montaje austero, con una anciana que ha sufrido un derrame cerebral y no puede hablar, en una casa fúnebre donde el paso del tiempo reserva horas de soledad asistida, La abuela luce sus mejores ángulos para mostrarnos lo vulnerables que somos ante los seres que amamos. 


Filigrana de imágenes crudas en el desenlace.







marzo 09, 2022

noche de fuego_niñas semillas


Noche de fuego, de Tatiana Huezo, explora la violencia del narcotráfico sobre la identidad y el cuerpo femenino.



En su tercer proyecto fílmico, tras realizar un par de documentales, Tatiana Huezo entrega una historia vibrante y sensorial. Basada en la novela Prayers for the Stolen (2012), de Jennifer Clement, Noche de fuego (2021) elabora una inmersión en la vida de tres niñas pertenecientes a una zona rural del territorio mexicano que ha perdido su autonomía por la intromisión del cártel en turno. Ana, Paula y María crecen rodeadas de vegetación, insectos, serpientes y la constante amenaza oblicua de un peligro que ha paralizado la vida comunitaria. Los habitantes, avasallados por el crimen debido a la siembra de amapola, enfrentan brotes de violencia súbita cuando irrumpen en sus casas para llevarse a las niñas. Las madres terminan por ocultarlas en agujeros bajo tierra, cortarles el cabello, vestirlas con playeras holgadas o armarse de valor en contra de sus tiranos. Como espectadores, somos testigos mudos. 


La intensidad de estas imágenes con actores no profesionales posee tintes realistas y logra escenas de profunda resonancia poética. Ana describiendo su columna vertebral como un alacrán encerrado en una botella y su corazón hecho con tres piedras de montaña. Y el narcotráfico alrededor de ese cuerpo/territorio asaltado sin permiso. A partir de tal nudo, Huezo insiste en crear imágenes puras para conseguir una hipnótica sensación de crescendo y tragedia. Apenas unos cuantos diálogos, significativos y líricos, nos permiten urdir la trama. Destacan los valores de producción y la mirada hacia un tema incómodo mediante estrategias narrativas que muestran un conflicto de difícil resolución. Como en su momento hizo Amat Escalante en Heli (2013), la línea divisoria entre narco y autoridad es ambigua, incierta, y el fuego al que alude el título de la película termina por volverse la única salida. Eso, y la fuga. 


Mención aparte merecen las actuaciones de:


Ana Cristina Ordóñez González (Ana niña)

Marya Membreño (Ana adolescente)


Camila Gaal (Paula niña)

Alejandra Camacho (Paula adolescente)


Blanca Itzel Pérez (María niña)

Giselle Barrera Sánchez (María adolescente)


Como ha dicho la propia directora, Noche de fuego trata sobre lo que significa ser mujer en el contexto de la violencia como un monstruo al que no vemos nunca (en esto recuerda al Haneke de La cinta blanca). Una hostilidad sistémica pone en peligro la integridad física y psicológica de niñas semillas, cuya inocencia se fractura en un instante. Sin concesiones ni melodramas, el paisaje arde ante nosotros. Cámara en mano, presenciamos el incendio.  

Disponible en Netflix. 

 

  


 

enero 24, 2022

archivo 81_ocultismo analógico


La serie creada por Rebecca Sonnenshine despierta entusiasmo entre los amantes del horror analógico y las sectas ocultistas, conspiraciones incluidas.

 

Basada en el podcast homónimo, la serie Archivo 81 (2022) de Netflix parte de la premisa found footage para sumergirnos en una historia de sectas, dioses antiguos y edificios malditos. James Wan, conocido por sagas como Saw, Insidious y The Conjuring, produce esta serie desarrollada por Rebecca Sonnenshine. La historia gira en torno al hallazgo de unas videocintas de 1994 que contienen material inédito acerca del Visser, edificio neoyorkino que ardió en llamas bajo circunstancias misteriosas. Dan Turner [Mamoudou Athieacepta restaurar este material para seguir el rastro de Melody Pendras [Dina Shihabi], una estudiante de sociología en busca de su madre. Virgil Davenport [Martin Donovan], convencido de que Melody estuvo involucrada en la desaparición de su hermano Samuel [Evan Jonigkeit], le ofrece a Dan las cintas a cambio de trabajar para él en un laboratorio de las montañas Castskills. 

A lo largo de ocho episodios, Archivo 81 cumple con creces su promesa de sumergirnos en una trama obsesiva, de sellos ocultistas, dimensiones extratemporales, sacrificios paganos y atmósferas insanas. No es una serie de jump scares, sino de fenómenos paranormales, lo cual se agradece ya que apela más a la tensión psicológica que al ritmo cardíaco. Los espectadores de ojo crítico podrán identificar varias referencias en su metraje, desde El ministerio del miedo (1944) y Twilight Zone (1959) hasta Solaris (1972) y El proyecto de la bruja de Blair (1999), sin dejar fuera los guiños a Polanski, George A. Romero y John Carpenter. Otro de los atractivos de la serie es que rinde tributo a la nostalgia por los dispositivos audiovisuales analógicos, y lo hace de forma natural, intrínseca a los hilos argumentales. Revive el fetichismo por videocasetes en formato VHS, películas de 8mm, el clásico Walkman y demás parafernalia retro con una devoción alucinante.


Aparte de referencias cinematográficas y liturgia vintage, Archivo 81 introduce la presencia de Kaelego, un demonio cuya efigie hecha de kharonita, piedra extraída del cometa Kharon, es el centro en torno al cual giran las subtramas. Como en su momento Bughuul alimentó la mitología ocultista de Siniestro (2012), aquí volvemos a encontrar un sistema de ritos que involucra imágenes en movimiento y portales dimensionales. Lo que Dan descubre al restaurar las cintas de Melody se remonta a La Sociedad Vos, élite ocultista que sobrevivió en las entrañas del Visser gracias al esfuerzo de nuevos adeptos. Esta noción de continuidad del mal por medio del linaje también asoma en la novela Nuestra parte de noche (2019), de Mariana Enriquez. Como si el horror, para mantenerse vigoroso, exigiera sacrificios generacionales alineados con los astros. Nuevas víctimas que restauran sin saberlo un ciclo indestructible, entre videocaseteras y música ritual.







abril 19, 2021

sharp objects_esquirlas del gótico sureño


En Sharp Objects, Gillian Flynn explora

las turbias relaciones madre-hija con ejemplar salvajismo. Reseñamos la adaptación del libro a la miniserie de HBO.



A veces nada te detiene cuando vas descendiendo

Y en el fondo no se encuentra la salida

En el fondo solo existen los comienzos


La Barranca, Cuervos



Llegué a la adaptación de Sharp Objects (2018) en HBO tras el impacto que Gone Girl me había producido, y lo hice a través de una reseña sobre el material audiovisual de Gillian Flynn, una autora de la que no he leído los libros originales. Mismo caso que con la saga de Game of Thrones, cuyos voluminosos tomos están esperando en algún lugar de mi biblioteca de series basadas en películas. Por supuesto, esa biblioteca no existe y es conocida la advertencia de que resulta engañoso juzgar el legado de un autor a partir de sus productos derivados. Ya en el colmo de la ironía, si uno es cínico, puede fingir que ha leído las obras originales con tan solo ver tal serie o filme, y construirse un concepto alternativo y personalísimo del asunto en cuestión. Errado y pretencioso, sí, pero honesto. Tantas obras de Stephen King se han diseminado gracias al cine que sería descabellado exigirle al consumidor cultural una devoción estrictamente lectora.  

Dirigida por Jean-Marc Vallée, la miniserie de Sharp Objects desarrolla el eje de la trama en torno al asesinato de dos niñas en Wind Gap, pueblo natal de la periodista Camille Preaker [Amy Adams/Sophia Lillis], quien es enviada por su jefe a cubrir el crimen. En cuanto se instala en la casa materna, olfatearemos una atmósfera que detonará recuerdos incómodos: la pérdida de su hermanita, el maltrato recibido por parte de Adora [Patricia Clarkson], su madre, y la tensa relación de amor-odio con Amma [Eliza Scanlen], su media hermana. En esa elegante casa victoriana se tejen resentimientos disfrazados de sobreprotección, antiguas culpas sublimadas en postales familiares, consumo masivo de alcohol y la melodía del gótico sureño destilando en los atardeceres opresivos. Naturalmente, la investigación de Camille se tuerce al conocer al detective Richard Willis [Chris Messina]; los giros de tuerca suben de tono hasta conseguir un crescendo malsano, y el final no decepciona.

Con Sharp Objects, tanto Amy Adams como Patricia Clarkson obtuvieron varios premios y nominaciones, y aunque las afinidades electivas se imponen al criterio consensuado, sin duda estamos ante una obra rica en matices, poderosa, decadente. Parece inofensiva pero no deja de escupir veneno. En la búsqueda del asesino, Camille pierde la propia estabilidad emocional, y ese derrumbe interior, manifestado en forma de alcoholismo y depresión, en plena edad adulta, ejerce una fuerza gravitatoria irresistible. Caemos en espirales para llegar a una última secuencia post créditos cargada de tanto sarcasmo que es imposible fingir que no ha pasado nada. Así como en la primera temporada de True Detective nos asomamos al problema del mal en estado puro, las disecciones de Gillian Flynn sobre el cuerpo familiar, las relaciones madre-hija y los fantasmas heredados provocan escalofríos. Y todo envuelto en un precioso gótico sureño de pesadilla. 







marzo 15, 2020

the act_cenicienta en silla de ruedas



La primera temporada de The Act
documenta el caso de Gipsy Blanchard.


Deja de fingir
Compuesta de 8 episodios, The Act ~ Season 1 es una serie true crime autoconclusiva protagonizada por Patricia Arquette y Joey King en los papeles de Dee Dee Blanchard y Gipsy Blanchard. Madre e hija mantienen una relación basada en el engaño, fingiendo que la chica padece múltiples condiciones y enfermedades para atraer donativos y otros beneficios económicos. El sitio Rotten Tomatoes le otorga una calificación de 89% por parte de la crítica y un 92% por parte del público.

Visualmente, la serie aprovecha el discurso de la niña enferma—de aspecto tierno y delicado, pero no tan joven—para desplegar un asfixiante estilo kitsch, con muñecos de peluche, atuendos en tonos rosas, pelucas multicolores y demás parafernalia girlie. Las actuaciones son destacables; Arquette obtuvo un premio como Mejor actriz de reparto en miniserie y King fue nominada como Mejor actriz en miniserie en los Primetime Emmy Awards 2019.

El drama se inspira en hechos reales, y con solo un par de clics podrás darle seguimiento a las noticias. Dee Dee Blanchard fue asesinada por Nicholas Godejohn, el novio de Gipsy, el 14 de Junio de 2015. La chica fue condenada a diez años de cárcel, y el muchacho a cadena perpetua por asesinato en primer grado. El documental Gipsy’s Revenge (2018) funge como epílogo y comentario crítico a la ficción dramatizada.






Memorias de un parricidio

El caso de Gipsy escarba en los dolorosos vínculos filiales y las connotaciones psicológicas del control ejercido sobre el cuerpo del otro. Dee Dee Blanchard le había hecho creer a medio mundo que Gipsy padecía leucemia, asma, distrofia muscular y daño cerebral. Nada de eso era cierto. Cuando la chica descubre que puede caminar, consumir azúcares y burlarse de la sobreprotección materna, gestiona los medios para su liberación. A esas alturas, su rabia es enorme.

La fuga de Gipsy, el encuentro con su frágil protector, a quien ella le había conferido rasgos de príncipe azul, recuerda cierta clase de relatos alimentados por un optimismo falaz, típico de los cuentos de hadas, que más tarde se resquebraja debido al peso insoportable de la realidad. The Act recrea la narrativa ingenua de la infancia para subvertirla con una pátina de crudeza. El arco argumental dibuja la trayectoria de un arcoíris desteñido. Cenicienta absurda en silla de ruedas.

Si te gustan las series con elementos dramáticos que ilustran personajes complejos psicológicamente, The Act puede llenar tus horas muertas con un parricidio ejemplar, entretenido y edificante como novela de Dostoyevski. Disponible en Amazon Prime Video.






enero 28, 2020

lili rodríguez_los gatos van a conquistar el mundo


Con Gatos Parados, Lili Rodríguez
encontró una forma de representar
las distintas facetas de su personalidad.


«Gatos Parados es la representación de mi persona. El ícono es una manta blanca en donde el gato se siente más seguro porque puede ser él mismo pero de vez en cuando sale a contarnos sus historias e inspiraciones.»


 
«Los gatos siempre me han parecido imponentes y misteriosos. Curiosos e impredecibles: dan la impresión de que en cualquier momento van a conquistar el mundo.»



«Soy una persona a la que le gusta sentirse cómoda e inspirada al momento de crear. Te cuento que:

Todo el día estoy pendiente de cualquier idea que me surja: en el autobús, caminando, platicando, escuchando música, bañándome, en cualquier momento. Siempre interiorizo cualquier situación y me gusta reflexionar conmigo misma o con otras personas.»




«La música es fundamental para mi inspiración. Es mágica y te lleva a otras dimensiones, a descubrir ideas que ni tú sabias que tenías en mente. Es como un empuje hacia la creatividad. Me gusta mucho escuchar música para ambientar mi espacio creativo. Mi playlist es muy variada pero encontrarás mucha música académica, rock psicodélico, indie rock.»





«Veo a Gatos Parados como una marca reconocida en donde pueda compartir mis experiencias y vivencias gatunas. Las piezas están a la venta, me pueden contactar para encargos en Facebook e Instagram.»



Si quieres conocer más sobre Lili Rodríguez,
dale clic al enlace.


Edición de textos Christian Núñez
Imágenes Cortesía de la autora
Todos los derechos reservados.