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enero 28, 2020

lili rodríguez_los gatos van a conquistar el mundo


Con Gatos Parados, Lili Rodríguez
encontró una forma de representar
las distintas facetas de su personalidad.


«Gatos Parados es la representación de mi persona. El ícono es una manta blanca en donde el gato se siente más seguro porque puede ser él mismo pero de vez en cuando sale a contarnos sus historias e inspiraciones.»


 
«Los gatos siempre me han parecido imponentes y misteriosos. Curiosos e impredecibles: dan la impresión de que en cualquier momento van a conquistar el mundo.»



«Soy una persona a la que le gusta sentirse cómoda e inspirada al momento de crear. Te cuento que:

Todo el día estoy pendiente de cualquier idea que me surja: en el autobús, caminando, platicando, escuchando música, bañándome, en cualquier momento. Siempre interiorizo cualquier situación y me gusta reflexionar conmigo misma o con otras personas.»




«La música es fundamental para mi inspiración. Es mágica y te lleva a otras dimensiones, a descubrir ideas que ni tú sabias que tenías en mente. Es como un empuje hacia la creatividad. Me gusta mucho escuchar música para ambientar mi espacio creativo. Mi playlist es muy variada pero encontrarás mucha música académica, rock psicodélico, indie rock.»





«Veo a Gatos Parados como una marca reconocida en donde pueda compartir mis experiencias y vivencias gatunas. Las piezas están a la venta, me pueden contactar para encargos en Facebook e Instagram.»



Si quieres conocer más sobre Lili Rodríguez,
dale clic al enlace.


Edición de textos Christian Núñez
Imágenes Cortesía de la autora
Todos los derechos reservados.

enero 24, 2020

fleabag_rompiendo la cuarta pared



Cuando la risa y el llanto
no son opcionales.

Fleabag es una serie creada y escrita por Phoebe Waller-Bridge para BBC Three en alianza con Amazon Studios. La empecé a ver una noche que hacía zapping e intentaba escapar de opciones seguras, un tanto predecibles (¿Neflix?). Mi hermano tiene una cuenta de Amazon Prime, así que aproveché la ocasión. No me arrepiento. Vi las dos temporadas en tres días. Son breves, cada una consta de seis episodios. Digamos que son como doce rounds de dramedia ácida, referencias sexuales explícitas, mucha crítica social y una constante ruptura de la cuarta pared. Golpes certeros.

Todo muy rápido, a la velocidad de la luz, relampagueante. No puedes reaccionar porque no sabes lo que te espera, ni por dónde vendrá el próximo golpe.

Poco tiempo después encontré Crashing en Netflix. A simple vista, es fácil darse cuenta que Phoebe Waller-Bridge dio un tremendo salto de rana entre aquella serie y su bolsa de pulgas. Puedes notarlo en la producción, el cuidado al detalle—música, guión, actuaciones—y, en general, por el nivel de cohesión de las partes entre sí. Hay una amalgama potente de vértigo, desesperación y carcajadas que sacuden los huesos. Fleabag posee la extraña cualidad de provocarte risa y llanto simultáneamente. Su magia, poderes y carisma ganan por knock out. Y te aniquila.

En la búsqueda de referentes dramáticos, recuerdo el final de The Killing Joke, con un emotivo pero descarnado diálogo entre Joker y Batman. Risas en el lodo.

Decir que Fleabag aborda el difícil entramado de las relaciones familiares sería simplista. Lo hace, claro, y también explora la sexualidad de una mujer joven [Phoebe Waller-Bridge] que atiende sola un café, tras la pérdida de Boo [Jenny Rainsford], su mejor amiga. Doble luto: ha perdido también a su madre, y el padre [Bill Paterson] ahora vive con una artista visual pretenciosa y arribista [Olivia Colman]. La hermana [Sian Clifford] es control freak, está casada con un patán alcohólico [Brett Gelman] y tiene un hijastro bastante inadaptado [Angus Imrie].

Sin embargo, el subtexto de la serie se relaciona más con el sexo como catalizador de la pérdida y la culpa, la muerte y sus efectos devastadores. Lo irreparable.
  
Con la entrada de un sacerdote [Andrew Scott] que insulta y es perseguido por zorros, la segunda temporada es todavía más hilarante. La música del intro cambia de free jazz desenfrenado a coros celestiales. Ahora Fleabag plantea situaciones místicas entre narices rotas y conflictos carnales, pero jamás pierde el pulso. De allí, creo, la absoluta devoción de la crítica y los premios que ha cosechado: la televisión británica la volvió un fenómeno viral. Pasará mucho tiempo antes de que sus fervientes seguidores la superen. Quizá nunca lo hagan. Veremos.

Fleabag surge justo en la intersección de la risa y el llanto. Cuando no son opcionales. Como un estornudo y un pedo. Los extremos se unen. Yin-yang.

Fleabag cuestiona moldes, patrones y actitudes ridículas mediante un humor visceral que por momentos parece un bramido disfrazado. Sabe cómo desmontar los mecanismos sociales a través de la franca exhibición de atrocidades, el golpe directo, la bofetada brutal. En su aparente dureza, oculta un fragilidad conmovedora: crecer, hacerse adulto; eso duele. En su cruzada contra la hipocresía ajena, nos advierte de esa otra hipocresía: la de nosotros mismos fingiendo ser excelentes personas. Claro que somos cómplices. De eso nos reímos, por eso lloramos. Corre a verla y sabrás a lo que me refiero.
 








julio 12, 2019

paquita salas_el arte de cerrar ciclos



Paquita se quiere comer el mundo.

Esta ambición desmedida
Por las mujeres
La pasta y los focos
Me está quitando la vida
Muy poquito a poquito a poco

Un veneno, C. Tangana + El Niño de Elche


Con maestría ejemplar, la tercera temporada de Paquita Salas cierra un ciclo de tramas y subtramas que se habían desenvuelto en las dos anteriores. Nuevamente, los Javis—Javier Calvo + Javier Ambrossi—se regodean en los cameos de actrices y personalidades del entretenimiento español, con un tono irreverente de giros emotivos, una estupenda banda sonora y situaciones esperpénticas. Hacia los episodios finales, Paquita [Brays Efe] lidera a un séquito de mujeres resilientes, dispuestas a catalizar sus errores del pasado, despojarse de la culpa y dar la cara ante los medios, que siempre suelen exagerar la nota.

Obviando los spoilers, Paquita Salas decide que un refresh a su agencia de management—ahora se llamará Nuevo PS—le permitirá insertarse de nuevo en el ambiente. Sin embargo, no será tan fácil. A cada paso, encontrará obstáculos, escepticismo y arrogancia. Magüi/Malu [Belén Cuesta] ha sido rebautizada por Bárbara Valiente [Terelu Campos] para trabajar en B-Fashion, el mejor showroom de España. Situación que activará algunas de las mejores secuencias que se hayan visto dentro de la serie. Bajo el manto protector de Paquita se encuentran la inefable Lidia San José, Belinda Washington y Noemí Argüelles [Yolanda Ramos].




En su aparente desparpajo, los Javis aportan una mirada crítica de su industria. No faltan los golpes emocionales aderezados con canciones perfectas, como ya lo habían hecho en La llamada [vuelven Anna Castillo y Macarena Gómez]. Dominan la sororidad y una visión agridulce de los clichés femeninos. Desde el ingenio, lanzan dardos al mainstream; han logrado que su fantasía pop sea transversal y logre atraer tanto a nostálgicos como a centennials. Afrontan el tema de la edad en las actrices, la difícil situación de los transexuales para conseguir papeles, el machismo provinciano, la bipolaridad, el exceso, las altas y bajas.

La tercera temporada de Paquita Salas incluye un extenso listado de apariciones. Aquí figuran Úrsula Corberó, Anna Allen, Juan Echanove, Julio Medem y tantos otros cracks del espectáculo. Los Javis dominan el arte del subtexto y la metaficción. Con sinceridad y sentido lúdico examinan las problemáticas del mundo real, provocando lágrimas, risas y auténticas carcajadas. Atrevimiento, escatología y ternura en seis magníficos episodios donde Paquita nos enseña el arte de cerrar ciclos. Nadie como ella para darnos lecciones de apego y desapego. Nadie como ella para surfear en el caos. Y ganarse nuestro corazón.





octubre 12, 2018

disenchantment_érase una vez

 

Una princesa, un elfo
y un demonio entran a un bar.
 
Íconos pop
Érase una vez un caricaturista capaz de crear familias amarillas y traer futuros al presente. Su talento traspasó fronteras y sus creaciones se volvieron íconos de la cultura pop. Matt Groening, autor de la serie más longeva de la televisión, Los Simpson, se ha aventurado una vez más a traspasar el umbral del tiempo, enfrentándose al pasado medieval en Disenchantment, su nueva serie exclusiva para Netflix.

Bean y compañía
Disenchantment nos ubica en una tierra medieval, con los paisajes, situaciones y personajes que ahí habitan. La historia gira en torno a Teabeanie—Bean para los amigos—, la princesa del reino Dreamland, quien, acompañada de Elfo y Luci, su demonio personal, pasan por todas las aventuras que una princesa no debería experimentar. La premisa se refuerza cuando profundizamos en cada perfil: Bean es una chica rebelde antes que una integrante de la realeza. Ludópata, bebedora e impulsiva, con una tendencia a hacer todo lo que pueda enojar a su padre, el rey Zøg. Por otra parte, los roles secundarios contrastan y enriquecen el temperamento de la princesa: Elfo, una no-tan-inocente criatura pero que siempre intenta hacer el bien, y Luci, un demonio errático que solo quiere ver el mundo arder. De cierta manera, ambos funcionan como un polo de la conciencia de Bean, ayudándola—o no—a enfrentar las situaciones en las que se ve involucrada, la mayoría de las veces por culpa propia.

Existen muchos otros personajes secundarios que desbordan el protagonismo del trío principal: Bounty, la mucama de Bean, Stan el verdugo, Cloyd y la Encantadora, el rey Zøg. La diversidad enriquece la narrativa; permite que el mundo se sienta vivo. Sin embargo, también es un punto a desfavor, ya que deja ver a los protagonistas bastante planos respecto a sus contrapartes secundarias, de las cuales, en ocasiones, tenemos escaso contexto y nos quedamos con ganas de saber más.







Humor amarillo en tiempos oscuros
Como todo el trabajo previo de Groening, la nueva serie está plagada de su particular sentido del humor. Uno bastante inteligente sin llegar a lo erudito; sencillo, pero bien elaborado. Gran parte de este recurso se apoya en la sátira y el ridículo de situaciones medievales reales, o fantasías y supersticiones propias de la época. Uno de los ejemplos más emblemáticos surge al inicio de un episodio, donde Bean es recluida en un convento y debe enfrentar su espíritu liberal contra la cerrada ideología del culto. Disenchantment  se apoya también de las referencias a otras historias, como Hansel y Grettel, e incluye un breve cameo de personajes de Futurama.

El humor lubrica el desempeño de los capítulos, ofreciendo espacios para relajarse después de momentos de acción. Incluso sirve como detonante para otros chistes o para que el episodio continúe su ruta. Como en las animaciones previas de Groening, hay una trama individual para cada episodio que, al mismo tiempo, forma parte de un entramado más grande, el cual corresponde a la estructura de la serie completa. Un recurso bien ejecutado, aunque en ocasiones subordina capítulos redondos para insertarlos en la historia principal.
 
¿Y la magia?
Disenchantment cuenta con un total de 10 episodios, los cuales son solo la mitad de la serie completa hasta ahora. Dado que Netflix solicitó 20 capítulos, al menos una segunda temporada ya está confirmada. La serie mantiene un magnífico desempeño, con risas legítimas y el toque de humor ácido del caricaturista. El mundo mágico en el que se desarrolla es propicio para las tramas irreales que llevan al límite lo absurdo. Su breve duración es otra ventaja, ya que puedes ver un par de episodios al día sin derrochar tantas horas. De hecho, la duración de la primera temporada no es nada extensa: fácilmente se puede ver durante un maratón de fin de semana.

A pesar de no ser un fan acérrimo de su creador, mientras veía Disenchantment pude entender porqué se volvió un ícono del entretenimiento para adultos. Además del apropiado manejo del humor, sus personajes son pintorescos y dotan de vida a las aventuras que los protagonistas enfrentan. La combinación del universo fantástico con tramas más modernas da como resultado una odisea divertida e interesante que vale la pena ver. Lo mejor que se puede hacer ante una serie como esta es llenar el mejor tarro de madera que encuentres, colocarte una corona, aterrizar en el sillón más cómodo de tu casa y estallar de risa como un rey medieval mientras dejas que el bufón Netflix te divierta varias horas, al menos hasta que concluya la primera temporada. Lo que dure el encanto.

 

Disenchantment
Matt Groening + Josh Weinstein
Disponible en Netflix