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septiembre 07, 2023

venus_departamento lovecraftiano

 

Venus, el filme protagonizado por Ester Expósito que inauguró Sitges 2022, se añadió recientemente al catálogo de HBO Max. 

 

La fuga de Lucía


Venus (2022), de Jaume Balagueró, pertenece a la colección The Fear Collection, que integra en colaboración a Sony Pictures, Amazon Prime Video y Pokeepsie Films, la productora del director español Álex de la Iglesia + Carolina Bang. 


Basada en el cuento de Lovecraft Los sueños de la casa de la bruja, la película relata la experiencia límite de Lucía [Ester Expósito], una bailarina en fuga con una bolsa deportiva llena de LSD, quien se dirige al antiguo departamento de su madre fallecida—el Edificio Venus—en busca de ayuda para reencontrarse con su hermana Rocío [Ángela Cremonte] y Alba [Inés Fernández], su pequeña sobrina. 


Allí ocurre lo innombrable. 


Dentro del edificio existe registro documental de extraños acontecimientos vinculados con el ocultismo y la antropofagia; en los últimos años, varios inquilinos han desaparecido. Mientras un trío de ancianas frikis [Magüi Mira, Aten Soria, María José Sarrate] hilvana un rito para encarnar a Lamashtu, Lucía debe enfrentarse por igual a fuerzas desconocidas y un grupo de mafiosos tras su cabeza. 


 

Collage y frottage


Si bien a nivel temático el guión del propio Balagueró y Fernando Navarro navega entre drama, survival horror y thriller con alusiones al Polanski de Rosemary’s Baby o Lords of Salem de Rob Zombie, la fusión alcanza un clímax narrativo burbujeante y se independiza de sus referentes con un desenlace sangriento y optimista que reivindica el salvajismo de Ester Expósito como nueva scream queen


Estímulos sensoriales aparte, las escenas sanguinolentas y de pesadilla se restriegan contras las pupilas dilatadas del espectador en un tour de force efectivo, a veces efectista, siempre visceral y grotesco, con cierta nostalgia vintage que recuerda a la Verónica de Paco Plaza; nada que no se haya visto antes, y sin embargo con algo aún capaz de seguir sacudiendo.


Sobre el entramado de fondo/forma parece levitar la trilogía de Las tres madres de Dario Argento, y las brujas terminan inspirando una mezcla de terror y ternura, en el aire se percibe un olor a paredes antiguas, cuando se abren las heridas familiares hay hemorragias visibles y la sangre metafórica se alinea con el eclipse que despertará el horror cósmico en clave femenina.



Lección cero


Lejos de las tramas flojas que orbitan las principales plataformas de streaming, con un sólido arsenal dramático, Venus ondea un final ambiguo y, no obstante, refresca el género en virtud de su ritmo frenético. Una ristra de imágenes fantásticas permanece en la memoria visual de quien transite sus departamentos lovecraftianos. Disponible en HBO Max.








septiembre 07, 2020

raised by wolves_la fábula de los tres cerditos

  

Un vistazo a la mejor ciencia ficción salvaje.

   

A mamá, con cariño

 

 

En el primer episodio de Raised by Wolves, el androide femenino designado como Madre [Amanda Collin] les transmite a los niños que cuida en el exoplaneta Kepler22-b un mandato simple: Ustedes serán educados como seres humanos ateos, tecnocráticos y pacíficos. Sin referentes religiosos, los pequeños empezarán a enfermarse. Uno tras otro, morirán durante el transcurso de doce años. Excepto un chico llamado Campion [Winta McGrath]. En su preadolescencia, es él quien cuestiona y subvierte los principios ideológicos de Madre. El androide masculino, Padre [Abubakar Salim] es en apariencia un modelo más dócil, dedicado básicamente a la protección y el abastecimiento del núcleo familiar. En la repartición del trabajo, los hombres se dedican a la agricultura, administran los bienes terrenales, y el niño reza frente a la cosecha. Lo hace tras haber enfrentado experiencias de dolor y sufrimiento. A pesar de que Madre se lo haya prohibido. Su semilla es la desobediencia. Creer.

 

El trailer de lanzamiento insinúa cierta narrativa en torno a la fábula de los 3 cerditos. Little pig, little pig, let me in, dice Madre alrededor del fuego. Cuando llegan los adoradores del Sol, la facción religiosa que combatió en la Tierra contra los ateos, intentan desarticular la célula social que los androides primigenios habían establecido en el misterioso planeta. Surge la pregunta medular: ¿Quién es el verdadero lobo, Madre o los creyentes? La trama teje una trenza de historias con tal dilema de fondo. El espectador podrá decidir según su criterio. Por lo demás, las reflexiones filosóficas no entorpecen el curso de la acción. No estamos ante un guión contemplativo; el segundo episodio -> Pentagram contextualiza el momento de la batalla terrestre, las decisiones radicales de Marcus y Sue [Travis Fimmel + Niamh Algar] y pone en perspectiva los planes de Madre y Padre, las profundas diferencias entre ateos versus creyentes, así como el estado deplorable en el que se halla la Tierra. La visión del futuro es distópica, desoladora. Si nuestro planeta fue destruido, ¿en serio puede haber vencedores?

 





 

Hasta aquí, Raised by Wolves sabe cuándo mostrar sus cartas y lo hace de forma coherente. El entorno tribal de Kepler 22-b se alterna con las sofisticadas naves de la religión mitraica. Sus adeptos poseen una tecnología capaz de inducirlos a estado de hibernación con funciones cerebrales para interactuar entre sí, recurso que ya se distinguía en Prometheus (2012). Y los trajes incluyen un emblema idéntico al del caballero Solaire de Astora -> Dark Souls. Ya en el tercer episodio -> Virtual Faith, las relaciones creyentes/niños/androides se tuercen y las especies salvajes entran a la ecuación para desestabilizar la frágil existencia de todo cuanto respira. He intentado no revelar los orgasmos argumentales, una cascada de ultraviolencia para amantes del gore. Hay sangre, mucha, pero también relaciones afectivas estrechas, vínculos que los humanos crean con lo divino y lo mundano, espiritualidad sin Dios. La mirada de Ridley Scott + Luke Scott, directores del proyecto creado por Aaron Guzikowski, es homogénea y magnética.

 

Raised by Wolves integra componentes idóneos para ser una gran apuesta de HBO Max durante los próximos meses: producción impecable, complejidad temática, actuaciones sólidas y una historia solvente. Ciencia ficción salvaje, sin más.

 


 

junio 30, 2020

possessor_cuerpos invadidos


El segundo film de Brandon Cronenberg destila refinamiento visual y gore filosófico. 

   

Precious and fragile things

Need special handling.

 

Depeche Mode

 

 

Possessor (2020) concentra los elementos gore de Antiviral (2012), el acercamiento mórbido a la sangre y la reflexión filosófica sobre los alcances éticos de la neurociencia. Con honestidad y perversión a partes iguales, Brandon Cronenberg sienta las bases del argumento en los primeros minutos y las lleva a sus últimas consecuencias dramáticas mediante un zoom introspectivo. Hurga en las heridas de sus personajes hasta, literalmente, desquiciarlos. Y no lo hace por afán de efectismo, sino por la lógica y el tono que sus historias exigen, cargadas de nihilismo y soledad.

 

A través de implantes cerebrales, Vos [Andre Riseborough] controla cuerpos inocentes para cometer asesinatos de alto nivel. Es decir, a modo de parásito manipula mentalmente a los autores materiales de tales crímenes. Dirigida por Girder [Jennifer Jason Leigh], regresa al mundo real con secuelas psicológicas que le hacen cuestionar su identidad y la desorientan emocionalmente. La situación se complicará cuando invada el cuerpo de un traficante de drogas [Christopher Abbott] para matar a su suegro [Sean Bean], dueño de una empresa tecnológica.

 

El argumento detona escenas crueles que provocan un crescendo emocionante. Hay elegancia cinematográfica en los homicidios a sangre fría y una construcción de personajes diseñada con frialdad quirúrgica. Todo lo que ocurre en un plano físico, el curso de la acción pura y dura, tiene un trasfondo psicológico que pone en perspectiva la relación causa-efecto, pero a la vez desestabiliza las percepciones del espectador. La identidad como máscara, la hipervigilancia corporativa o los límites de la ciencia aplicada son las esquirlas que se nos clavan en el cuello.

 

Possessor bebe de fuentes conocidas—el cine de Cronenberg Padre, los futuros distópicos de J. G. Ballard, la fragmentación de la realidad llevada al límite por Philip K. Dick—y, sin embargo, fluye en sus 104 minutos, no se dispersa en vanas ambiciones. Los hilos conductores tejen una elaborada trenza hi tech: desde la crítica a la hegemonía del cuerpo hasta el control de los monopolios empresariales, pasando por la fragmentación del yo y el peligroso influjo de la tecnología en el ámbito privado. Aquí Cronenberg Hijo brilla con luz propia.

 

Vale la pena mencionar que, si bien no es excluyente, la trama se dirige a cierto tipo de espectador salvaje que no se arredra con la contemplación de vísceras pero sobrevuela el ámbito del gore en busca de narrativas tortuosas y cerebrales. Si ya has disfrutado los episodios más subversivos de Black Mirror o las pesadillas sanguinolentas de Mariana Enríquez, adelante: lo que verás oscila del asesinato reflexivo a la violencia descarnada sin aburrir, sin adoctrinar. Y eso, en tiempos de Covid19 y caretas de Anonymous, ya es ganancia.




 


noviembre 12, 2018

carrie_el karma y las reencarnaciones


Si los tiempos actuales reclaman mitos a la altura, ¿cuál es la vigencia de este clásico?


1. Carrie, el remake dirigido en 2013 por Kimberly Peirce a partir de la película original de 1976, dirigida por Brian de Palma, ostenta un extraño poder de concentración sobre los temas que Stephen King aborda en su novela. Justificarla resulta un tanto inútil, principalmente porque ha sido encapsulada para un público joven, es más explícita en lo visual, y en el intento por estremecer a las mentes vírgenes acude a la sangre como agua bendita. Sin embargo, la tensión y el ritmo volcánico hacia el desenlace, en el que todo arde en un trágico crepitar de adolescentes, le dan créditos extra. Las comparaciones son lógicas, y aunque el propio King se preguntó en su momento cuál sería el objetivo de filmar nuevamente una historia que ya tenía una excelente adaptación, el espectador millennial/centennial busca la gratificación narcisista de modo más agresivo. Sí, como un adolescente. La sangre a cualquier precio.

2. Si Carrie fuera una kit de personajes Playmobil, sería fácil reconocer los arquetipos que la estructuran: chica vulnerable, madre fanática, amigas acosadoras y muchacho deportista. Todo envuelto en papel terciopelo rojo, con un enorme lazo negro a la altura de sus cabezas. Precisamente, la versión de Peirce sigue funcionando, casi cuatro décadas más tarde, porque tales figuras echaron raíces en el imaginario estadounidense—el talento de King en el análisis sociológico es brillante, así como la vivisección realizada por Roberto Aguirre-Sacasa, ahora reconocido por los aportes al Archieverso de Riverdale. Comprimir estas personalidades en un escenario más pulido, acentuar los momentos viscerales y renovar ciertos nodos de tensión son un conjunto de estrategias creativas que dan en el clavo. Además, por supuesto, de la presencia de Chloë Grace Moretz y la fascinante Julianne Moore. De puto miedo.

3. En un diálogo que nunca veremos, la Carrie de 1976 dialoga con la de 2013. Ambas han sufrido el mismo bullying: desde los encierros en el clóset hasta el griterío de la primera menstruación. Sin embargo, la primera todavía no sabe de las balaceras en los institutos de Estados Unidos. La segunda, tristemente, ha visto demasiados. ¿Qué tipo de violencia desata cada época, y hasta dónde hemos llegado en la ejecución de una venganza? Son preguntas que pueden alentar una disertación más o menos filosófica sobre los límites de la dignidad personal en ambientes opresivos. La escuela y el hogar pueden ser combustible suficiente para una carnicería colectiva. La visión de King resulta premonitoria, y lo interesante de la segunda entrega reside en cómo dialoga desde la ficción con las tragedias escolares. ¿Qué nos dice Carrie sobre los tiroteos indiscriminados en las aulas, a manos de adolescentes frenéticos?





4. La lectura más tangible sería que Carrie, en su vertiente cruel y sanguinaria, no es más que el resultado de una ecuación social abrumadora. Como Frankenstein para la Ilustración, es un producto de nuestra época. La creamos nosotros, igual que el yogur dietético y las promociones navideñas, que no existirían si un consumidor ansioso no abriera la boca o deslizara su tarjeta de crédito. Desde la óptica feminista, Carrie reivindica el derecho a la sangre, a decir: también la sangre tiene derechos. Como espécimen biológico, Carrie demuestra que, tras una temporada en el infierno, cualquier animal desdobla su instinto de supervivencia. Canetti apunta en Masa y poder que siempre clavaremos en alguien más los aguijones que nos fueron insertados. Se sabe que antes de la toma de Bastilla, en el prólogo de la revolución francesa, los bretones mataron una cantidad monstruosa de liebres y conejos, de cuatro a cinco mil piezas.

5. Con Carrie, como explica Mariana Enríquez, Stephen King fija el horror en lo cotidiano, a través de «lo que él llama factores de presión fóbica sociales. Carrie se trata de una masacre escolar, de bullying, de fanatismo religioso, del poder de una adolescente que sale de la represión. Si a Carrie se le saca la telequinesis y se le da un arma, la novela cambiaría, pero no su esencia. Que sea una novela de terror le da, además, un poder diría mitológico, de leyenda urbana, muy impactante.» Me parece que la clave para entender la vigencia del mito está en la intuición de un enorme malestar social, que el cine ha sabido exprimir en términos económicos. Finalmente, todos ganan: el escritor que describió una turbulenta bomba de tiempo, la industria que supo cómo fabricar bolsitas de sangre artificial con sus vaticinios, los próximos jóvenes resentidos de cualquier high school en desgracia y tú, lector, que seguirás alimentando la rueda del karma audiovisual.

Porque Carrie, al parecer, tendrá infinitas reencarnaciones.



Carrie, 2013
Kimberly Peirce
Metro-Goldwyn-Mayer + Screen Gems
 

octubre 08, 2018

un artefacto carmesí

 

Referentes clásicos de la cultura pop ochentera. Y sangre, mucha sangre.
Eso es Mandy.
 
1. Panos Cosmatos vuelve a las salas con una estilizada odisea lisérgica después de su primer filme, Beyond the black rainbow. En esta ocasión acompañado por Nicolas Cage y Andrea Riseborough en los roles protagónicos, invoca elementos de la cultura pop ochentera con extremo apego a los ambientes neón, la violencia explícita y el heavy metal. Mandy ha gozado de buena crítica desde su estreno en el Festival de Sundance y ahora, en Sitges, literalmente dejó maravillado al público. Como señalaba el director en una entrevista reciente, su propósito ha sido «crear un artefacto de la cultura popular que sea el equivalente a encontrar un extraño meteorito en el bosque.» A partir de dicha premisa, el espectador asiste a un conglomerado de imágenes rojizas y azules que saludan orgiásticamente a Nicolas Winding Refn. Un platillo de venganza barroca se postula en dos horas de personajes psicóticos, armas que parecen salir de un videojuego, furia, sangre, destrucción y música de King Crimson.

2. Podría pensarse que Cosmatos crea películas de culto con elementos de la cultura de masas en un afán de magnetizar a las grandes audiencias. Que su éxito estriba en la astucia de recurrir a fórmulas podridas. Pero Mandy no es el equivalente de Pulp fiction al cine de terror contemporáneo. Ni siquiera puede afirmarse si su encanto estriba en el hecho de introducir a una licuadora elementos caprichosos para hacer una malteada espectacular.   

3. El universo del realizador italo-canadiense revela indicios rotundos. La figura del padre, George P. Cosmatos, quien dirigiera a Sylvester Stallone en Rambo II y Cobra, es definitiva. Acción trepidante de un solo hombre contra el mundo. Panos dice que Death Wish 4: The Crackdown, la penúltima entrega de la serie protagonizada por Charles Bronson, es una rama del mismo árbol. Añadimos la pátina enfermiza de Blue Velvet, el gore de Friday 13th [con ese guiño a Crystal Lake que funciona como advertencia para la segunda mitad de la historia], la alusión a Hellraiser mediante los Black Skulls, motociclistas sádicos, y Mandy se ha formado por completo. «Reino mítico de lo imaginario que surgió cuando era niño y no me dejaban ver películas de terror—explica—, entonces miraba las portadas y leía las descripciones. Cuando estaba creando Beyond the black rainbow y, al mismo tiempo, este filme, ejercité la idea de crear una de estas películas imaginarias.»





4. El ángulo es, ante todo, creativo. La forma o el tratamiento no son originales, y no lo pretenden. Aun así, persiste una factura personal, una ética propia. Es indudable que el corazón de la manzana está podrido, y el gusano vive dentro, y esa larva es real. Sin recurrir a innovaciones fulminantes, sin acreditarse como un director que divide las aguas del Mar Rojo, el chico juega bien sus cartas. Consigue emociones auténticas. Aturde.

5. El argumento de Mandy se abre paso con ritmo introspectivo. Crece al rocío del bosque lunar. Una pareja de adultos vive sus mejores días. Sonrisas, paisajes, ensueños. Nada parece irrumpir esa idealización de la serenidad madura. Hasta que un grupo de psicóticos estadounidenses la desgarra. Así contado, parece un cuento ancestral. El detonante de la venganza emprendida por Red Miller es el asesinato de su chica en manos de una secta inspirada en Charles Manson, cuyo líder no duda en exhibir su falta de talento como cantante. Las secuencias, que poseen un refinado ambiente surreal, apelan al hipnotismo vía LSD. Lo mejor: Nicolas Cage se transforma en una bestia asesina. Se dice, incluso, que este podría ser su gran papel. No basta con disfrutar su cólera en acción, activando una sierra eléctrica en medio de la noche. Es necesario asistir a su angustia, oírlo gritar mientras llora en calzoncillos, verlo sonreír con el rostro bañado en sangre. Mandy proyecta créditos en rojo sobre fondo negro.

6. Panos Cosmatos genera comentarios de diversa índole. Dado que es un provocador, las voces en contra lo repudian. Podrá causarte risa, repulsión, eczema o fastidio. Hasta podría inducirte al vómito. No sería sano permanecer íntegro. Lo mismo que Nicolas Cage. Después de tanta sangre, nunca será el mismo actor infravalorado. Aunque lo hayas visto en Leaving Las Vegas, Mandy lo lleva al siguiente nivel. Donde la hemorragia fluye sin torniquetes.


 

Mandy, 2018
Panos Cosmatos
RLJE Films