27.12.16

el horror y las llamas



La realidad es una pesadilla.

 
Mariana Enríquez (Buenos Aires, Argentina, 1973) publica Las cosas que perdimos en el fuego bajo el sello Anagrama a principios de 2016. El volumen reúne 12 relatos de terror urbano para lectores intensos. Con una eficacia narrativa excepcional, sus tramas engullen la nota roja, el oscuro pasado argentino, la tradición anglosajona del relato de terror y los problemas sociales. A través de referencias propias del género—de Lovecraft a los serial killers, pasando por brujas hipermodernas y niños deformes—, las historias nos devuelven un reflejo incómodo del mundo que habitamos. A menudo, los personajes alimentan odios, miedos, angustias y frustraciones que se acumulan en el ambiente hasta provocar lluvia ácida. Y cuando pareciera que las cosas no pueden ir peor, el pánico entra en escena, con el cinismo que lo caracteriza.

La prosa de Enríquez ahonda en situaciones cotidianas que poco a poco se desfiguran. Emplea diálogos y modismos convenientes, introduce descripciones implacables sobre las personas, retrata de forma lúcida el agotamiento de las relaciones humanas. Su terror se cruza con los infiernos psicológicos de parejas inestables, que se flagelan día y noche, hartas de sí mismas. Los hombres miran abstraídos el curso de la acción desde su orilla distante. Las mujeres viven atormentadas por malas decisiones, culpas y descuidos que más tarde pagarán caro. Hechos aparentemente inofensivos desembocan en una ciénaga opaca y pestilente, que produce asfixia. La aparición de lo sobrenatural no siempre es necesaria, pero resulta irreversible cuando se manifiesta. Arrasa en todos los planos: físico, psicológico, emocional. Es una bestia del inconsciente colectivo.

El chico sucio provoca fuertes reacciones a la altura del estómago. Funge como puerta maldita hacia un barrio peligroso donde perder la cabeza es lo de menos. Pablito clavó un clavito disecciona el monólogo de un guía turístico que conoce al detalle la biografía de Cayetano Santos Godino, el asesino más famoso de la crónica policial argentina. Tela de araña explora los sinsabores de una relación de pareja en vísperas de su disolución, atravesada por historias de camioneros y desapariciones que nadie reclama. El patio del vecino rinde homenaje a los mitos de Cthulhu, y es uno de los cuentos más impactantes de la serie, con un final digno de película gore. Bajo el agua negra continúa añadiendo capas de horror cósmico. En Las cosas que perdimos en el fuego, la quema de brujas ha sido reemplazada por hogueras feministas en el tren subterráneo.

Los entrecruzamientos con la crónica se acentúan, pero también hay una clara intención de reconfigurar ciertos tópicos del género, asignándoles una semántica distinta. La dictadura argentina es un fantasma que ronda por estos paisajes. Los barrios periféricos ocultan otro tipo de aberraciones: narcotráfico, miseria, brujería, maltrato infantil. Bajo las aguas de Villa Moreno, el Mal eructa que la vida está viciada. La inocencia simplemente no existe. Mariana Enríquez lo grita en sus ficciones.


En los sueños no se siente dolor.



Las cosas que perdimos en el fuego (2016). Mariana Enríquez. Anagrama, Colección Narrativas Hispánicas.