En su filmografía reciente, Jean-Marc Vallée reflexiona sobre la pérdida y el reencuentro.
Duelo & frivolidad
Un asesor de finanzas en el asiento del copiloto de un automóvil. Viste de traje. Su esposa conduce. Hablan de la gotera que tiene el refrigerador. Bromean. Sonríen. De la nada, los golpea brutalmente un vehículo. El hombre grita asustado. Las bolsas de aire salen de imprevisto. Vidrios rotos. Flashbacks. La mano de su suegro despierta al hombre que duerme en la sala de espera de un hospital. Se dirige a urgencias. Una camilla vacía. Sangre. Manchas rojas en el piso. Una bata tirada. El hombre deambula por los pasillos. Pero no llora. Inserta unas monedas en una máquina de dulces. El paquete se atasca. Disculpe, la máquina se tragó mis monedas, dice. El recepcionista responde indiferente. No tenemos llaves de la máquina. El hombre le toma una foto a la información de la distribuidora de la máquina. Ojos desorbitados. El funeral de su esposa. Practica su llanto frente al espejo. Es inútil. Se encierra en un cuarto a redactar una carta para la distribuidora de las máquinas de dulces. Esta misiva se vuelve un pretexto para darle voz a la mente de Davis. Nos describe su rutina. Levantarse por la mañana. Hacer cardio. Rasurarse. Nos cuenta de su amigo del metro, al cual le miente acerca de su ocupación. Demolition (2015) despega a partir de aquí. La frescura de la historia se ve solamente eclipsada por la frivolidad de Davis. Quizás reforzada por la interpretación de Jake Gyllenhaal y esta fijación que tiene Hollywood por apoyarse en los mismos guapitos de siempre. No podemos dejar de mirar con escepticismo al personaje principal: un adulto joven adinerado, con esposa, casa y trabajo perfectos según los estándares sociales. La muerte de su esposa, por más trágica que sea, le sirve para darse cuenta de su letargo y, eventualmente, recuperar las riendas de su existencia. La vida como legumbre. La tragedia como despertador. Nunca es tarde.
Mantras en clave masoquistaWild (2014) está basada en el libro de Cheryl Strayed y el recorrido de casi 4 mil kilómetros que realizó a través del sendero Pacific Crest, que va de Mexicali a Vancouver. El viajo largo y doloroso de la protagonista no tiene sentido definido; se inspira vagamente en una promesa. La mochila que carga es proporcional a los asuntos sin resolver que lleva en la cabeza. Y a los cuales se tiene que enfrentar, al mismo tiempo que sortea los obstáculos del recorrido.La protagonista tiene dos enemigos. La naturaleza y ella misma. Durante el trayecto, su relación con ambos va cambiando. El itinerario le ayuda a reconciliarse con el medio salvaje y sus demonios internos. El problema es que estas historias ya las hemos visto. La pregunta sería más bien: ¿Propone el director, Jean-Marc Vallée, alguna alternativa frente a las típicas historias de redención? Veamos.En este par de filmes, Vallée utiliza la edición de sonido e imagen para colocarnos dentro de la mente de sus personajes. Su estrategia imita la forma en la que opera nuestro cerebro. Asimismo, la manipulación y el tratamiento del sonido sirven para enfatizar hacia donde está dirigida la atención de los personajes. Un par de ejemplos: En Demolition, cuando Davis oye a su suegro, nosotros escuchamos esa voz a un volumen mínimo, denotando la poca importancia que este le da a las palabras de su interlocutor. En Wild, la canción de Portishead sirve como mantra/murmullo para acompañar los flashbacks de Cheryl. Tales decisiones hacen que generemos empatía por los personajes, porque nos recuerdan a nosotros mismos y la manera en la que opera nuestra subjetividad.Más allá del cliché sobre la búsqueda de uno mismo en la naturaleza o la odisea del yuppie que revalora su vida tras un accidente—lecciones de autosuperación innecesarias—, lo rescatable de estas películas es el tratamiento del director y la forma en la que nos invita a cohabitar la psique de sus personajes a partir de la pérdida y el reencuentro.
Demolition. Jean-Marc Vallée. Fox Searchlight Pictures, 2015.