Adiós, casa.
En el universo mental de Donald Trump, las oportunidades laborales de la población norteamericana han sufrido un duro golpe debido a la presencia de inmigrantes mexicanos. Su discurso estratégico, dirigido a un target definido—50 millones de clasemedieros furiosos—le valió votos de simpatía y la victoria electoral. Sin embargo, el dato es impreciso. Gran parte de la juventud estadounidense ya se encuentra en una situación vulnerable, marginal y adversa, independientemente del problema de los inmigrantes. El sueño americano irradia fulgores neón, pero ellos jamás podrán alcanzarlo. Son millennials sin estudios que huyen de casa porque no tienen otra alternativa, en un gesto puro de struggle for life. Practican ritos tribales de pertenencia al grupo y oyen a Rihanna mientras fuman un porro, viven una ilusión de libertad anárquica, desechable, y bailan hasta el amanecer.Los outsiders del sistema que la publicidad retrata de modo reiterado, con altas dosis de rebeldía hormonal, tatuajes y piercings, protagonizan American Honey (2016), cuarto largometraje de Andrea Arnold. A lo largo de casi tres horas, que pasan rapidísimo, la directora inglesa nos contagia el entusiasmo de una banda de chicos que viajan en una camioneta, vendiendo suscripciones de revistas en los suburbios ricos de Estados Unidos. A ellos se une Star (Sasha Lane), una adolescente que abandona su hogar, convencida por Jake (Shia LaBeouf), para emprender un viaje de iniciación hacia ninguna parte. La película ganó en el pasado Festival de Cannes el Premio del Jurado, y plantea interrogantes agudas sin caer jamás en una visión moralista o tendenciosa. Arnold cuida mucho el tono, envolviéndonos en un drama de tinte documental más cercano a Los idiotas de Lars von Trier que a Kids de Larry Clark.Por otro lado, la producción es excelente. El soundtrack contiene varios temas que dialogan con las celebraciones improvisadas de los chicos y la fotografía captura hermosos paisajes del territorio norteamericano (un oso bosteza frente a Star). Otro de los rasgos que merecen atención es que el reparto está conformado casi en su totalidad por actores no profesionales, cuyas interpretaciones demuestran un verismo contundente. El ángulo del filme acentúa los inestables vínculos que los personajes tejen para sentirse parte de algo ante la imposibilidad de pertenecer a una familia. Una mirada estrictamente vitalista, que recupera la espontaneidad confusa de una generación que venera a Darth Vader y duerme en moteles. Road movie acerca de los lazos rotos en medio de futuros inciertos, American Honey celebra la juventud sin enjuiciar o prescribir soluciones. Y eso se agradece. A todas luces, los muros salen sobrando.
American
Honey. Andrea Arnold. A24/Universal, 2016.