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octubre 31, 2020

margin call_historias de horror financiero


A propósito de la crisis actual, Margin Call,

opera prima de J. C. Chandor,

revela más de un paralelismo.

 

 

I have seen the world you believe in
Black ships with rats, dead Caesars and sons
Hear the children sing, they cry murder
What is done is done and there is more to come

 

Poor little sister
I hope you understand
The babe in the woods
Will be taken by a wolf

 

Rolling Stone, Ulver

 

 

«Por supuesto, lamento que estemos hoy aquí.»

 

El filme se inspira en hechos reales. Un grupo de recursos humanos entra al piso donde laboran los empleados del departamento de negociación del banco Lehman Brothers, justo antes de su caída, justo antes de que la crisis de 2008 haga estragos en la economía mundial y justo antes, también, de que el jefe del departamento emita un discurso a sus empleados para liquidar todos sus activos.

 

Las ejecutivas de traje y corbata le entregan un folleto al encargado de gestión de riesgos del departamento, explicándole que le servirá durante su proceso de transición. Este, a su vez, le entrega a su ex subordinado un USB con información precisa sobre las hipotecas subprime en paquetes tóxicos que han generado un apalancamiento excesivo con índices de volatilidad histórica, y le aclara que tenga cuidado. Es decir, el mundo está a punto de explotar, la única persona que lo sabía ha sido despedida fulminantemente, y ahora nadie quiere o puede hacerse cargo del asunto.

 

La situación, claro, exige una junta extraordinaria con el comité ejecutivo, integrado por el jefe de la división, la jefa de gestión de riesgos y el director general. Palabras más, palabras menos, la escena es tensa, los diálogos afilados como katanas y nadie quiere asumir responsabilidades. El director general le pregunta al jefe de venta cómo resolvería el problema. «Podemos vender todos los activos, pero arruinaremos el mercado, por años, y sabes que estás vendiendo algo que no tiene valor», le responde. Y entonces, el tipo con la mayor carga de responsabilidad, el hombre que sostiene al mundo en sus manos, el Atlas del desastre, les recuerda a todos:

 

—¿Qué les dije desde el día que llegaron a mi oficina? Hay tres maneras de ganarse la vida en este negocio: ser el primero, el más inteligente, o engañando. Yo no engaño. Y si bien me gusta pensar que tenemos personas muy inteligentes en este edificio, es mucho más fácil ser los primeros.

 

La decisión ya está tomada: Vendan todo. Hoy.

 

 

«Me pidieron que rezara pero solo me acordaba de las tablas de multiplicar.»

 

A menudo, las decisiones de negocios en situaciones de crisis exigen mente fria y datos duros. En Margin Call [2011], película dirigida por J. C. Chandor, se observa que el crack financiero mundial de 2008 a causa de los paquetes tóxicos de hipotecas subprime fue orquestado desde arriba por un grupo de ejecutivos de Lehman Brothers. El corporativismo es agresivo, frío y jerárquico; se refleja en los despidos de la primera secuencia, en los diálogos de John Tuld, el director general (interpretado por Jeremy Irons) cuando dice: Les aseguro que no llegué aquí por mi inteligencia o cuando obliga a Sarah Robertson (Demi Moore) a ser utilizada como chivo expiatorio ante la inminente quiebra. Dos analistas de riesgo menor y el jefe de la mesa de negociación (Penn Badgley, Zachary Quinto, Paul Bettany) hablan de cómo gastan sus sueldos en prostitutas, ropa y automóviles. Uno de los chicos llora en el baño por el temor a ser despedido, y Sam Rogers, el jefe del departamento (Kevin Spacey) únicamente está preocupado por la enfermedad de su perro. Margin Call es básicamente una historia de terror financiero ambientada en Wall Street.

 

El liderazgo que emana de cada pieza en el tablero orquestó una de las mayores recesiones a escala internacional. Hoy, tras la emergencia sanitaria del Covid-19, el mundo vive otro hito histórico. El Banco Mundial ha previsto que la economía se reducirá un 5.2% este año, y hablamos de la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. El efecto es devastador:

 

->  La pandemia está causando estragos en los planos económico y humano en los países más pobres.

 

->  Las perturbaciones a las cadenas de valor mundiales pueden agudizar los efectos de la pandemia sobre el comercio, la producción y los mercados financieros.

 

-> La recesión impactará directamente la inversión, en detrimento del capital humano debido al desempleo, así como un repliegue del comercio internacional y las relaciones de suministro.

 

Ahora más que nunca, ser líder significa enfrentar la crisis colectiva sin sacrificar al individuo. Plantear soluciones prácticas con enfoque humanista, preservando los valores de nuestros colaboradores. Sin ética, la inteligencia aplica fórmulas matemáticas. Como señala el escritor portugués Gonçalo Tavares [El País, 12/03/2012]:

 

La moral tiene que ver también con lo material; es trágico decirlo pero es así: cuando estamos satisfechos es fácil ser ético; cuando no, aparece una segunda moral y nadie de nosotros sabemos qué haríamos instalados en esa segunda moral. Ninguna ley es explícitamente violenta de inicio, lo que está ocurriendo es que pequeñas leyes van lijando los derechos humanos; aceptamos un pequeño dolor y lo asumimos, desaparece y ya podemos aceptar un pequeño dolor mayor; hoy aceptamos leyes laborales que hace cinco años habrían sido impensables, con despidos casi sin derechos; los derechos humanos, ante la presión económica, van desapareciendo peldaño a peldaño; en los hospitales públicos se miran los costes de los enfermos, como Hitler hacía en sus discursos contables, donde cuantificaba el coste de un alumno normal y de otro sordomudo; eso es el paradigma de la violencia contable, el preanuncio de algo peligroso… Empezamos a no estar lejos de la contabilidad nazi. Hay un personaje de un cuento de Andersen que dice algo así como: “Me pidieron que rezara pero solo me acordaba de las tablas de multiplicar”. Ese, para mí, es uno de los conflictos esenciales del siglo XXI: la gente que solo consigue pensar en las tablas o que solo puede rezar.

 

«Gracias a todos por venir temprano esta mañana.»

 

Volvemos a la caída de Lehman Brothers. Al discurso irreversible. Al sombrío manejo de la crisis y la resolución de vender todo en una sola jornada. El hecho es que la fiesta se acabó desde esta mañana, explica Sam Rogers. Como resultado, si logran vender el 93% de sus activos, recibirán una prima única de $1,400,000. Si el piso en conjunto vende el 93%, recibirán además $1,300,000 cada uno. Para los que nunca pasaron por esto, así es el inicio de una liquidación. Muchachos: si tenemos éxito hoy, habremos logrado el éxito de destruir nuestros propios empleos. No puedo prometer que algunos de ustedes sean reposicionados dentro de la firma. Pero puedo decirles que estoy orgulloso del trabajo que hicimos juntos aquí. Pero tengan fe, dentro del cuadro general, nuestras capacidades no se desperdiciaron.

 

En la última escena, veremos a Sam enterrando a su perro en el jardín de la casa de su ex mujer.

 

Un liderazgo de ese calibre, antes de la catástrofe, requiere precisión quirúrgica. Extraña mezcla de lealtad y empoderamiento. A menudo, las decisiones de negocios exigen habilidades de análisis financiero, una lectura incisiva del mundo, y nos brindan la oportunidad de portarnos a la altura de las circunstancias. Imposible ser héroes, mucho menos cuando la caída es inminente. Elegí esta situación límite porque me parece que el mundo atraviesa otro gran momento de oscuridad, y solo veremos la luz si salimos adelante unidos, si somos capaces de preservar nuestra parte humana, superar el miedo y destruirlo en un solo movimiento colectivo.

 







junio 30, 2020

possessor_cuerpos invadidos


El segundo film de Brandon Cronenberg destila refinamiento visual y gore filosófico. 

   

Precious and fragile things

Need special handling.

 

Depeche Mode

 

 

Possessor (2020) concentra los elementos gore de Antiviral (2012), el acercamiento mórbido a la sangre y la reflexión filosófica sobre los alcances éticos de la neurociencia. Con honestidad y perversión a partes iguales, Brandon Cronenberg sienta las bases del argumento en los primeros minutos y las lleva a sus últimas consecuencias dramáticas mediante un zoom introspectivo. Hurga en las heridas de sus personajes hasta, literalmente, desquiciarlos. Y no lo hace por afán de efectismo, sino por la lógica y el tono que sus historias exigen, cargadas de nihilismo y soledad.

 

A través de implantes cerebrales, Vos [Andre Riseborough] controla cuerpos inocentes para cometer asesinatos de alto nivel. Es decir, a modo de parásito manipula mentalmente a los autores materiales de tales crímenes. Dirigida por Girder [Jennifer Jason Leigh], regresa al mundo real con secuelas psicológicas que le hacen cuestionar su identidad y la desorientan emocionalmente. La situación se complicará cuando invada el cuerpo de un traficante de drogas [Christopher Abbott] para matar a su suegro [Sean Bean], dueño de una empresa tecnológica.

 

El argumento detona escenas crueles que provocan un crescendo emocionante. Hay elegancia cinematográfica en los homicidios a sangre fría y una construcción de personajes diseñada con frialdad quirúrgica. Todo lo que ocurre en un plano físico, el curso de la acción pura y dura, tiene un trasfondo psicológico que pone en perspectiva la relación causa-efecto, pero a la vez desestabiliza las percepciones del espectador. La identidad como máscara, la hipervigilancia corporativa o los límites de la ciencia aplicada son las esquirlas que se nos clavan en el cuello.

 

Possessor bebe de fuentes conocidas—el cine de Cronenberg Padre, los futuros distópicos de J. G. Ballard, la fragmentación de la realidad llevada al límite por Philip K. Dick—y, sin embargo, fluye en sus 104 minutos, no se dispersa en vanas ambiciones. Los hilos conductores tejen una elaborada trenza hi tech: desde la crítica a la hegemonía del cuerpo hasta el control de los monopolios empresariales, pasando por la fragmentación del yo y el peligroso influjo de la tecnología en el ámbito privado. Aquí Cronenberg Hijo brilla con luz propia.

 

Vale la pena mencionar que, si bien no es excluyente, la trama se dirige a cierto tipo de espectador salvaje que no se arredra con la contemplación de vísceras pero sobrevuela el ámbito del gore en busca de narrativas tortuosas y cerebrales. Si ya has disfrutado los episodios más subversivos de Black Mirror o las pesadillas sanguinolentas de Mariana Enríquez, adelante: lo que verás oscila del asesinato reflexivo a la violencia descarnada sin aburrir, sin adoctrinar. Y eso, en tiempos de Covid19 y caretas de Anonymous, ya es ganancia.




 


mayo 28, 2020

a perfect circle_a 20 años de mer de noms


Analizamos la vigencia de un álbum fascinante, a dos décadas de su lanzamiento.
 

Con letras más bien crípticas y elaboradas atmósferas sonoras, A Perfect Circle lanzó Mer de noms el 23 de Mayo de 2000. Un álbum importante en todos los sentidos, titulado así por la cantidad de nombres que se incluían a modo de títulos de canciones. Los seguidores de Maynard James Keenan, el vocalista de Tool que ahora se fusionaba con el guitarrista Billy Howerdel, esperaban un disco con la misma tesitura rítmica; sin embargo, esta pieza de arte respira bajo un clima esotérico de resonancias emocionales intensas. Más que derivar en un trabajo de metal progresivo, la primera placa de APC siembra las raíces de una estética misteriosa, sensitiva y mística. Poco a poco, a lo largo de su trayectoria, se consolidará como un proyecto sólido e independiente de la fuente madre.

 



Además de Keenan + Howerdel, el quinteto estaba integrado por Josh Freese (percusiones), Paz Lenchantin (violín) y Troy van Leewen (guitarras). El apartado visual también cosechó un séquito de admiradores que veían en los símbolos rúnicos la oportunidad para tatuarse mensajes ultraestilizados. Mer de noms puede ser apreciado como una obra de arte íntegra, ramificada en imágenes, conciertos, colaboraciones insólitas y una calidad musical sobresaliente. En Febrero de 2019, la prestigiosa revista Metal Hammer comentó que «Mer de noms es más instantáneo, accesible y frágil que cualquier cosa a la que Tool le haya puesto su nombre, pero comparte el mismo tono elegante, la soberbia composición de las canciones y, obviamente, la poderosa voz de su icónico líder.»

 

 

Temas como The Hollow, Magdalena, Orestes, 3 Libras, Renholder o Thomas gravitan alrededor de un planeta desconocido, rojizo, insoportablemente magnético. Exploran los límites del erotismo, la religión, las tragedias griegas y la melancolía de los amores imposibles. No obstante, el conjunto final es más que la suma de sus partes, adquiere un estrato superior debido a la madurez compositiva, el nivel de inmersión emocional y el desesperado encuentro con la belleza. Luego vendrían tres placas más, Thirteenth Step (2003), Emotive (2004) y Eat the Elephant (2018). Con el paso del tiempo, APC deja atrás la disonancia por la armonía, abandona sus consignas trágicas a favor de la protesta política y abre nuevos círculos en búsqueda de la perfección, quizá inalcanzable.

 

En retrospectiva, Mer de noms será su mejor apuesta.