24.5.12

10 razones para amar a cioran


A este rumano lo amas o lo odias.

La primera duda que surge ante la obra de Cioran (Rasinari, 1911, París, 1995) es la de si resulta honesto reducirla sólo a ideas, porque el rumano escribía con sangre y no separaba esos dos planos, vísceras y abstracción. Desde luego que filosofaba, si por filosofar se entiende un tipo de análisis profundo acerca de cualquier cosa. Y desde luego que ofrece ideas en sus libros. Pero las tripas suelen mancharlos. Dice:

«Me gusta el pensamiento que conserva un sabor de carne y sangre, y a la abstracción vacía prefiero con mucho una reflexión que proceda de un arrebato sensual o de un desmoronamiento nervioso.» (En las cimas de la desesperación)

Tomaré sus palabras como punto de partida. Pretendo alejarme del discurso académico lo más que pueda. La serenidad hipócrita de los intelectuales me repugna. Bueno. Pasemos a lo siguiente.

1. ¿Qué es el hombre para Cioran? ¿Hace falta hablar del hombre? Cioran rehusó tener hijos. Varias veces, a lo largo de su obra, encontramos referencias al aborto, a la idiotez de la paternidad, a la misantropía. Pero bastará un ejemplo:

«La única cosa que me precio de haber comprendido muy pronto, antes de cumplir los veinte años, es que no había que engendrar. A eso se debe mi horror del matrimonio, de la familia y de todas las convenciones sociales. Es un crimen transmitir las taras propias a una progenitura y obligarla, así, a pasar por las mismas duras pruebas que nosotros, por un calvario tal vez peor que el nuestro. Dar vida a alguien que heredaría mis desgracias y mis males es algo que nunca he podido consentir. Todos los padres son irresponsables o asesinos. Sólo los animales deberían dedicarse a procrear. La piedad impide ser “genitor”: la palabra más atroz que conozco.» (Cuadernos 1957-1972)

Cioran amaba por igual a las putas y a los vagabundos, porque en ellos la cadena humana se rompía. “No puedo amar —escribe— sino a quienes dan muestras de cierta impotencia para vivir.” (Cuadernos 1957-1972) Por otro lado, reconoce que la razón vale muy poco, y que el ideal de cada hombre debería consistir en dejar de ser hombre, abandonando su intelecto. La afirmación no parece tan descabellada, si observamos que los surrealistas ya la habían formulado antes. ¿Se trata de una burla? ¿Cioran se ríe? ¿Deberíamos tomarlo en serio? Ustedes sabrán.

«El ser humano debería dejar de ser—o de intentar serlo—un animal racional. Más le valdría transformarse en un ser insensato que lo arriesgase todo en cada instante—un ser capaz de exaltaciones y de fantasías peligrosas, que podría morir tanto a causa de todo lo que ofrece la vida como de todo lo que no ofrece. El ideal de cada hombre debería ser dejar de ser hombre. Y eso sólo puede lograrse mediante el triunfo de la arbitrariedad absoluta.» (En las cimas de la desesperación)

Por último, la faceta que mejor reflejaba el desprecio de Cioran por el género humano: la soledad. Este filósofo llevó el retiro hasta el límite, hasta la cárcel metafísica. No tuvo jamás la cobardía de afiliarse a ningún grupo. Escribió solo, hasta la muerte. Sólo solo. Sólo para él.

«Estar solo, despiadadamente solo, ése es el imperativo al que hay que someterse cueste lo que cueste. El universo es un espacio vacío y las criaturas no existen más que para atestiguar y consolidar nuestro aislamiento. Yo nunca he encontrado a nadie, no he hecho más que tropezar con sombras simiescas.» (De lágrimas y de santos)

2. Sus reflexiones guardan con la muerte un extraño vínculo. La prosa del rumano descoyunta el saber. Al final quedan los trozos de argumentos por aquí, por allá, como en una mesa de disección. Filosofía y necrofilia se equivalen. Filosofía o amor a la carroña se miran en el espejo. Todo pensar significa tumba.

3. Sartre murió con la carne podrida, ciego. Camus en un accidente automovilístico, al pie de un árbol. Nietzsche murió loco. Cioran murió de Alzheimer, loco. La mujer de Cioran murió ahogada, dos años después.

4. Relata el misántropo en una entrevista:

«Quisiera contar algo un tanto idiota: uno va a un cementerio—es un hecho banal—y se entera por una lápida que un amigo, con quien había estado riendo unos días antes, ha desaparecido sin dejar rastro, ¿cómo se puede, después de eso, construir un sistema? ¡Para mí es inconcebible! (…) Es banal, todo el mundo ha experimentado esa sensación… pero cuando traducimos eso en filosofía, ¿cuál es la conclusión? La conclusión es ésta: incluso el nihilismo es un dogma. Todo es ridículo, sin sustancia, pura ficción. Es por eso que no soy nihilista, porque la nada es aún un programa.» (Siempre busqué desenmascarar la existencia, entrevista)

No obstante, lo llaman pesimista, nihilista y posmoderno. La verdad es que todas las clasificaciones huelen a libros de texto. Quien se abandona a lo que dicta un profesor es un pobre diablo. ¿Cioran inaugura una categoría? Quizá. Aunque deberíamos guardar nuestras reservas. ¿Cioranismo? No, se escucha estúpido. ¿Entonces? No se requiere clasificar a nadie para comprender sus ideas. Volveríamos a caer en las trampas del academicismo. Por favor, basta.




5. ¿Voy a defender la cabeza de un extraño? ¿Debo distinguir entre la verdad y la mentira? ¡Quién lo dice! ¿Otros como yo, tan jodidos como yo, tan ignorantes como yo? Que cada quien se las arregle como pueda, señores. El mundo tiembla y no hago más que correr, antes que las murallas me aplasten. Corro, y entre mis manos llevo la cabeza de Cioran. No la defiendo: huyo. Sin embargo, vienen detrás unas moscas y unos perros. La filosofía se empieza a pudrir…

6. Evidentemente, la humanidad se está viniendo abajo. Lean los periódicos. Junto a la noticia de una mujer devorada por un oso están los números de la Lotería Nacional. Te venden un auto y un suicidio al mismo tiempo. Una niña violada y un boleto de avión. Que no me hablen de Jesús ni del Papa. Siempre los veré entre los precios de las verduras y los mariscos.

Con la Historia sucede algo idéntico. Fenómenos absurdos se encadenan unos a otros, para nada, para nada, una y otra vez. Si el Creador existiera, ya le habría puesto fin a semejante desperdicio.

Quedarse quieto es lo mejor que podría hacer el hombre, ni siquiera morir, ya son muchos los cadáveres al día, ya es mucho el trabajo de traer y llevar. Quieto. La piedra no se mueve y no lastima. El río se mueve y ahoga. Los esfuerzos producen catástrofes. El hombre nunca debió erguirse.

«Vale más ser animal que hombre, insecto que animal, planta que insecto, y así sucesivamente. ¿La salvación? Es todo lo que disminuye el reino de la conciencia y compromete su supremacía.» (Del inconveniente de haber nacido)

7. Suprimir la conciencia es, quizá, el verdadero paso adelante. Y la música serviría como vehículo. Apunta Cioran:

No tener sino una meta: ser más inútil que la música. En ella no encuentra uno ni el es ni el no es. ¿Dónde te encuentras como tumultuosa víctima de su hechizo? ¿No es acaso ella un ninguna parte sonoro? (Breviario de los vencidos)

En El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer también había recomendado el arte para eliminar el deseo. Y después de todo, no sería tan malo quedarse inmóvil, no pensar, no intervenir, no hacer nada provechoso, salvo escuchar música.

¿Se trata de una fuga? Claro que sí. Pero de todas, es la mejor fuga posible. ¿Se trata de un capricho? Ni más ni menos. Pero éste es el rey de los caprichos. ¿A dónde vamos a parar entonces? Lo ignoro. Pero la acción humana, tras una veintena de siglos, no ha llevado tampoco a un buen lugar.

Si gustan, les presto algunos discos.
 
8. Cioran y otros pensadores han tenido el mal gusto de exponer nuestras miserias y de sugerir que el hombre es cualquier cosa excepto un individuo lógico y dotado de racionalidad. Abandonemos la filosofía de los farsantes y aprendamos lo que verdaderamente somos. Aristóteles y Kant no enseñan lo que Sade y Diógenes. No hay San Agustín que supere ningún texto de Nietzsche. Vayamos al grano, dejémonos de tonterías. Si aún les sobra orgullo de homo sapiens, busquen los libros de Kafka, Beckett, Süskind, Camus. Lean El túnel de Sabato, El desbarrancadero de Vallejo, La náusea de Sartre. Ahí está el carácter absurdo de la existencia, que ustedes ignoran, o fingen ignorar.

A partir de ese momento, con el absurdo bajo sus lenguas, explotarán de risa.
 
9. El problema de Dios probablemente acaba en 1900, el año de la muerte de Nietzsche. Sartre realiza después una interpretación fenomenológica del Ser Supremo y sostiene que el ideal de todo hombre consiste en volverse Dios, pero nunca lo logra. Marxismo  y anarquismo ofrecen a la causa una serie de argumentos lógicos para demostrar que Él no existe. Camus afirma que morir es la mejor prueba de la injusticia del Todopoderoso. Bataille se imagina un cielo donde el Creador simplemente ya no está. En términos filosóficos, parecería que Dios y Nietzsche mueren juntos, en 1900, y lo demás fue puro papeleo.

Con lo anterior uno entiende porqué Cioran escribe De lágrimas y de santos. Era su ajuste de cuentas, una forma de librarse del Padre, de mandarlo a casita…

«Quien nunca ha despreciado el principio supremo está predestinado a la esclavitud. Sólo somos realmente nosotros mismos en la medida en que humillamos al Creador.»

De esta manera, Dios termina haciéndose banal, poco a poco deriva en el cliché:

«Debemos pensar en Dios noche y día para desgastarlo, para “trivializarlo”. Sólo lo lograremos provocándole sin cesar, hasta que nos hartemos de Él y llegue a sernos indiferente.»

Fiel a su discurso, Cioran siguió molestándose por el tema en múltiples ocasiones y a la menor provocación. Algunos quizá juzguen inadmisible su actitud y su descaro. Para ellos van estas palabras:

«Quienes dicen que todas las aberraciones contemporáneas y todos los excesos que ha conocido nuestro siglo son debido a nuestro alejamiento de Dios olvidan demasiado deprisa que la Edad Media fue aún más cruel que nuestra época y que la fe, lejos de atenuar nuestra ferocidad, la exacerba más. Pues toda fe es pasión y pasión significa deseo tanto de sufrir como de hacer sufrir.» (Cuadernos 1957-1972)

10. Con una buena dosis de cerebro, sangre y vísceras, la obra de Cioran constituye un giro inesperado en el pensamiento filosófico. Dice Esther Seligson que se trata del más heterodoxo de los pensadores actuales: Un heterodoxo de la heterodoxia, un hereje dentro de la herejía.

Sus libros causan un extraño placer semejante al que la tragedia griega producía en el auditorio. Sabes que una catarsis de lágrimas irrumpirá en cualquier momento: la vida jamás tuvo sentido, el mundo tampoco, y Dios funge como el acabóse de la broma. Cioran te lo vuelve a repetir. Lloras de gusto con él. Te vas del circo muy satisfecho.


  
La palabra que más me viene a la cabeza, tanto si estoy fuera como si estoy en casa, es engaño. Por sí sola resume toda mi filosofía: E. M. Cioran.



Imagénes: Rogelio Cuéllar + Vasco Szinetar