enero 09, 2012

lucian freud_humano, demasiado humano



La fragilidad al desnudo.


EL ASPECTO ANIMAL
Lucian Freud fallece el 20 de julio de 2011 en Londres. De orientación figurativa, el nieto de Sigmund Freud estudia el cuerpo humano con intención de mostrar criaturas en crudo. El deterioro de las pieles amarillas, los cueros cabelludos grasos, la desnudez sucia y cotidiana de las entrepiernas son los rasgos inmediatos de un erotismo que rechaza su idealización y enseña la fragilidad humana.

A sus primeros trabajos los domina el tema de la zoología; se inspiran en una cebra, una garza, un caballo primitivo. Pero a riesgo de ser catalogado un surrealista, Freud pronto se concentra en el retrato y el desnudo. Ahí encuentra «la esperanza, la memoria, la sensualidad y el compromiso» que caracterizarán su evolución estilística. Estrecha amistad con Francis Bacon, hace un retrato de su cabeza y, en general, plasma características físicas no convencionales: sobrepeso, calvicie, senos grandes, genitales lánguidos. Con y sin ropa, retrata a sus hijas, al performancero Leigh Bowery, a su ayudante de estudio, a la reina Isabel.

«Me interesan mucho las personas en su aspecto animal—señala. A eso se debe parte de mi afición a trabajar con ellos desnudos. Pero puedo ver más. También resulta emocionante ver cómo se repiten las formas a través del cuerpo y a menudo del rostro también. Me gusta que las personas parezcan tan naturales y físicamente tan sueltas como animales, como mi galgo inglés Pluto.»

Tanto el abuelo como el nieto de la familia Freud son buenos analistas de la psique y la anatomía. Llegan al fondo en sus investigaciones, tienen espíritu científico. «Para mí, pintar a la gente desnuda, sean o no amantes, hijas o amigas, no supone nunca una situación erótica—dice Lucian. El modelo y yo nos dedicamos a hacer un cuadro y no el amor. A las personas que no son pintores les cuesta entender estas cosas.»   
  


EL ASPECTO HUMANO
En el transcurso de nuestro análisis, se realizó un sondeo para descubrir las reacciones ante la obra de Lucian Freud. Tres personas observaron un libro de Taschen con el texto crítico de Sebastian Smee. La portada es el famoso Doble retrato de Susanna, la hija de Freud, con Joshua, el galgo.

El primer sujeto es mercadólogo; el segundo, administrador de empresas. El mercadólogo reconoce que estas pinturas rompen con el estereotipo publicitario de belleza. «No muestran los cuerpos fuertes, sino personas vulnerables.» Al administrador le parecen grotescos, de entrada, y prefiere no seguir hablando del tema. «Parece gente enferma.» Cierra el libro.
Un contador público que ha visto morir a los suyos hojea el mismo volumen. Pero los ojos del tercer sujeto enrojecen. «Cuando encuentras cosas que te conmueven, disminuye el deseo de saber más al respecto. Es como cuando te enamoras de alguien, no quieres conocer a sus padres», explica Freud con el sentido común de un sepulturero. No hay conclusión.




Publicado originalmente en El MACAY en la cultura,
Diario de Yucatán [09.01.2012]



enero 03, 2012

las lecciones de joseph beuys


Los extraños rituales de la cultura y el instinto.


COYOTE DE FIELTRO
En 1974, Joseph Beuys realiza en Nueva York la acción I like America and America likes me como una crítica hacia el concepto de libertad en EEUU, denunciando el choque racial entre americanos e indios nativos y la guerra de Vietnam. Durante tres días permanece envuelto en fieltro, hojea un periódico y consigue la amistad de un coyote; por último, lo abraza en señal de convivencia. Beuys ejecuta acciones simbólicas de largo alcance, rompe la esfera masónica del arte, llevándolo fuera de la élite intelectual hacia zonas de incertidumbre o inestabilidad social, según sus intereses antropológicos, políticos, educativos y sociales. Si la sociedad enferma al hombre, oponiéndolo a su propia naturaleza, simpatizar con un perro salvaje es una reconciliación entre la cultura y el instinto. Así, aislarse de las personas y volver a los coyotes, explorar en uno mismo y compartir el fenómeno a través de un lenguaje metafórico permite ver la práctica artística como una herramienta de exploración humana.  

En el 2003, bajo distintas circunstancias, el cineasta Lars von Trier lanza duras críticas a Norteamérica en la cinta Dogville, y demuestra que el racismo y el resentimiento social son asuntos de hondas raíces migratorias en la llamada «tierra de oportunidades». Grace, la heroína de su fábula moral, acaba por matar a sus protectores. Von Trier llegará más lejos y en sentido contrario al de Beuys al sugerir que los hombres son moralmente inferiores a los perros y, lamentablemente, ni siquiera el instinto los redime. En Antichrist le hará decir a Charlotte Gainsbourg, su protagónico femenino, que «la naturaleza es la iglesia de Satanás». Dos artistas políticos, dos enfoques radicales. Lo cierto es que Beuys en 1965 ya ofrecía enseñanzas pictóricas a una liebre muerta, con el rostro embadurnado de miel y polvo de oro, confiando en nuestra condición de animales sofisticados pero, al mismo tiempo, limitados por crisis históricas. Si alguien sabía de conflictos, era él, que había piloteado en la Segunda Guerra Mundial y a punto de morir por congelamiento fue rescatado por nativos, envuelto en grasa y fieltro, y humildemente resucitado.  
 
HOMO HOMINI LUPUS
Beuys, de origen alemán, afirma que todo hombre es un artista y funda con Heinrich Böll la Universidad Libre Internacional, sin sede, en plena identificación del arte con la vida. Lo explica con estas palabras: «En un momento determinado de su biografía, cada uno ha de convertirse en un especialista en el mundo de la división del trabajo. Entonces uno se decide a estudiar física, otro estudiará pintura, el tercero será enfermero, etc. Pero antes de tomar tal decisión hacia la especialización, las personas deben haberse desarrollado en este concepto del arte total, es decir, en la idea de que a partir de las capacidades humanas del pensamiento, el sentimiento y la voluntad puede crearse una persona que a su vez puede determinar algo; esta persona hay que crearla. ¿Y ahora? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué idea tenéis vosotros de lo que va a pasar?». El 19 de mayo de 2011, el polémico von Trier es expulsado del Festival de Cannes por sus declaraciones filonazis en la presentación de Melancholia, su último filme. «Entiendo a Hitler», comentó el danés, y los franceses lo castigaron (igual que él, en su momento, había juzgado violentamente a los norteamericanos).

Las lecciones de Joseph Beuys enseñan que arte y política son inseparables figuras caprichosas en el dominó de la economía internacional. Emir Kusturica, otro de los invitados a Cannes en 2011 como jurado de la sección Una cierta mirada, recibió acusaciones de los realizadores bosnios Jasmila Zbanic y Haris Pasovic por filmar sus cintas con presupuesto del presidente Slobodan Milosevic, acusado de crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio en los conflictos bélicos de Yugoslavia. Ante un panorama demasiado turbio en el terreno artístico, donde cada paso está medido en función de lo que uno dice, piensa o defiende, con o sin razón, cabe hacerse la pregunta de si todavía es posible abrazar a los coyotes en nuestra envoltura de fieltro y cruzar las trincheras con el rostro ungido de miel y oro. En un esfuerzo por resolver las interrogantes de esta índole, Beuys funda en 1971 la Organización para la Democracia por Referéndum. Porque en síntesis, cada hombre es un artista político cuyas obras/acciones son motivo de censura o aprobación pública. O, como diría Sartre: «El infierno son los otros».






Todo hombre es un artista: Joseph Beuys.




 Publicado originalmente en El MACAY en la cultura,
Diario de Yucatán [03.01.2012]