Maggie Taylor y sus mundos oníricos habitados por objetos de uso cotidiano extienden la vigencia del surrealismo en la ilustración digital. Si el inconsciente está estructurado como un lenguaje, según Lacan, Taylor se ha rodeado de arquetipos infalibles para darle sustancia a su discurso—desde la Alicia de Lewis Carroll hasta los peces de Magritte, recorriendo los ambientes bucólicos de Remedios Varo, la pulcritud artesanal de Max Ernst y la subterránea consistencia de lo absurdo en los ambientes rurales de la Norteamérica decimonónica. Fascinante genealogía fundada con apariciones de conejos, huesos de pájaros a lo Jan Svankmajer, señoras solemnes que deambulan con cisnes en los jardines y hombres enterrados a mitad del campo nebuloso. Las dislocaciones de sentido cultivan metáforas graciosas, dotadas de misterio y anacronismo lúdico, de tal suerte que éstas bien podrían ser las amables pesadillas de Amélie Poulain. Nada oscuro hallaremos al otro lado del espejo, y si acaso la contemplación de los paisajes agita el mecanismo de la nostalgia, bastará sintonizar una vieja estación radiofónica en la que suene un organillo para mantener las pequeñas lágrimas en suspenso.El surrealismo deja en suspenso las definiciones, pero la libertad que predicaba difícilmente era gratuita. Nuestro inconsciente funciona con reglas y bastará una revisión a sus precursores para saber que el delirio y la técnica ejecutaban un emotivo vals en las pinturas más célebres del movimiento. Giorgio de Chirico tenía dotes de urbanista y sus plazas desiertas con leones y esculturas híbridas dejaron lecciones valiosas a los videntes del futuro. Lacan en su explicación del nudo borromeo dice que el sujeto está constituido sólidamente por los registros de lo real, lo imaginario y lo simbólico. En el tercer círculo se ubica el lenguaje, a través del cual se genera el pensamiento y la identificación del yo con la cultura. Lo real no puede conocerse. Lo real se transita pero jamás lo aprehendemos, es «lo que no cesa de no escribirse». Nuestro pensamiento se construye mediante representaciones de lo real a través de lo simbólico y las imágenes/conceptos como una cámara fotográfica. Lo simbólico abre puertas, entra en contacto con el deseo y su inmediatez. De tal modo que cuando miramos un pez, podemos recordar a nuestra madre y remitirnos a la famosa frase de William Faulkner en Mientras agonizo. El surrealismo es una disección espiritual.La obra de Maggie Taylor acelera la eficacia poética de las neuronas. Sus paisajes funcionan como vendas en una operación a corazón abierto y párpados cerrados. Magia y misterio practican un sabbath con texturas vintage donde lo femenino se manifiesta en la paleta de colores, las escenografías, los personajes y los incomprensibles entornos. En el sitio web de la ilustradora su trabajo se divide en 5 series (Ladies, Gentlemen, Boys & Girls, This & That y Almost Alice) y 4 libros de impecable diseño editorial. Sin embargo, se echa de menos la perspectiva más arriesgada del surrealismo. La de Buñuel y Dalí imaginando sacerdotes arrastrados por pianos; la de Bataille haciendo apología de los huevos y los ojos en sus novelas eróticas; la de Lautréamont en las orillas del crimen y la locura; la de Artaud y su exaltación de la crueldad. El suyo es un surrealismo enlatadito como la Sopa Campbell, muy digerible en términos comerciales y creativos. Ideal para freaks que no lo parecen. Comentario al margen: su marido, el fotógrafo norteamericano Jerry N. Uelsmann, también hace incursiones en el inconsciente sin recurrir a la paleta de colores. El reino del blanco y negro le sienta bien.
junio 23, 2025
maggie taylor_surrealismo adobe
ernesto walker_breve y significativo viaje abstracto
Diamantes negros mexicanos
Ernesto Walker obtuvo el primer lugar en el Saatchi Drawing Showdown 2011 convocado por esta reconocida galería londinense con la pieza Black Diamonds, una serie de 12 dibujos a tinta de 55 x 75 cm que grafican mediante diseños geométricos varios tiroteos ocurridos en diferentes estados de la República Mexicana durante los meses del 2010. Por cada mes, Walker traduce a una imagen abstracta los impactos de bala de los enfrentamientos armados. El concepto de los diamantes representa este momento de crisis como un proceso social capaz de generar experiencias de valor para la maduración de la ciudadanía, evitando la crudeza de la imaginería habitual. Una visión inteligente y sofisticada sobre el caos y la violencia del país. Como gesto de respeto, se omiten las imágenes ilustrativas de los cadáveres.
La propuesta de Walker une intereses sociológicos y geométricos al oficio de artesano joyero aprendido años atrás. Combina ambos conocimientos—uno de efectos prácticos, decorativos, preciosistas; el otro de carácter analítico, interpretativo y circunstancial—aplicando la interdisciplina al problema del narcotráfico y los números fríos. Ese giro de tuerca de la sangre a las estadísticas y de la belleza al matadero dejará pensando a más de uno. Entre sus influencias, el autor señala el papel referencial del escultor estadounidense Alexander Calder, de quien incluso hizo “fusiles” en sus primeros diseños. Del fusil al fusil, Walker caminó hacia Calder para obtener diamantes negros. “Es la idea la que te dicta el medio en el que vas a trabajar”, dice. “Y ya después empiezas tú a descubrir cositas.”
El arte de la desaparición del arte
En la página web de Ernesto Walker hallamos pequeñas joyas. Ctrl + Z es un ejercicio con el que ilustra cómo borrar tres dibujos originales e inéditos a lápiz por medio de gomas, cuyas virutas se guardan en tres elegantes frasquitos, para “plantear la aparente eliminación de la imagen como una forma de trascendencia y de evolución de la obra, antes que de su desaparición.” No hay mucho que explicar porque la idea está clarísima. Tanto, que el arte ha desaparecido ya. Preservamos su ilusión, su proceso, su evaporización limpia y cristalina.
Proyecto de estudio sobre métodos alternativos de lectura y la traducción visual de textos literarios consiste en el trazo de figuras geométricas sobre los versos del poemario Nocturnos y nostalgias, del escritor mexicano Xavier Villaturrutia. “Y mi voz que madura / y mi voz quemadura / y mi bosque madura / y mi voz quema dura / como el hielo de vidrio / como el grito de hielo / aquí en el caracol de la oreja.” Y no hay nada que explicar, porque la poesía lo canta en su lenguaje.
Ensayo sobre la intimidad de tres notas de remisión forma un incidental tríptico amoroso unido por el dibujo a tinta de una entidad abstracta sobre estos documentos fiscales de la famosa tienda de telas Parisina. Y no debemos decir gran cosa, porque el amor se rompe frágilmente. Como el papel del que está hecho.
Me interesa explorar la casualidad como elemento constitutivo de la construcción de discursos: Ernesto Walker.
junio 12, 2025
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Os dias da Madredeus: la saudade en estado puro.
Madredeus, agrupación portuguesa conformada en 1985 por Teresa Salgueiro (voz), Pedro Ayres Magalhães (guitarra clásica), Rodrigo Leão (sintetizadores), Fernando Judice (guitarra acústica), Gabriel Gomes (acordeón) y Francisco Ribeiro (violonchelo), editó en 1988 su primer álbum, el entrañable Os dias da Madredeus, con una acuarela azul en la portada (de José Alexandre Magalhães) y un tamborcito en la parte de atrás.
Camaradas espirituales de Fernando Pessoa, los músicos grabaron un álbum de belleza clásica. Imposible no sucumbir al éxtasis de su sonido. Melancolía, introspección, desánimo y soledad forman el repertorio musical del Os dias. En el booklet, Rodrigo Leão calificó esta ópera prima como una victoria sobre la materia. Con el paso de los años, el grupo ha relativizado su música, su sonido ya es muy distinto y parecen haber olvidado la dignidad de aquellas primeras grabaciones (Existir, de 1990; Lisboa, un concierto en dos discos, 1992; el excelente O espiritu da paz, 1994; y Ainda, 1995, soundtrack de la película Lisbon History, de Wim Wenders).
Antes de anunciar su separación en el 2007, la ex-vocalista Teresa Salgueiro dijo en una entrevista que ellos no hacían fado y tampoco reinterpretaban el género. «El fado es una música tradicional, todas nuestras canciones son originales», comentaba. Fuera de eso, suenan a fado, género que se popularizó con Amália Rodrigues, una de las voces fundamentales del repertorio (Fado Amalia, esa joya). Acerca del nombre que los identifica, viene porque en sus inicios ensayaban dentro del Teatro Ibérico, que antes había sido una antigua iglesia, el Convento de Madredeus.
En el Os dias, la saudade se siente con mayor ahínco al oír piezas como As montanhas, A sombra, A vaca do fogo, A península, A cantiga do campo y Amanhá. La culpa la tiene el acordeón. Trazar un paralelismo entre la música de Madredeus y las composiciones de Astor Piazzolla resulta pertinente, no tanto por el sonido, sino por la ruta estética. El sentimiento de frustración por lo que nunca fue, nunca ha sido y nunca será, la añoranza, el tedio, las ganas de irse a otros mundos, deshabitados, preferentemente, con un cigarrillo a medias. Piazzolla introdujo en el tango elementos de música orquestal, transportándolo a niveles olímpicos: la base fue siempre el bandoneón. Las primeras grabaciones de Madredeus privilegian la figura del acordeón y modelan piezas concisas, perfectas para el llanto, en gran parte debidas al andamiaje técnico.
«Lloro sobre mis páginas imperfectas, pero quienes vengan mañana, si las leen, sentirán más con mi llanto de lo que sentirían con la perfección, si yo pudiera conseguirla, porque me privaría de llorar y por eso incluso de escribir. El que es perfecto no se manifiesta. El santo llora, y es humano. Dios está callado. Por eso podemos amar al santo, pero no podemos amar a Dios.» (Bernardo Soares, Libro del Desasosiego).
Os dias da Madredeus es un ejercicio de mística sonora.
Os dias da Madredeus
Madredeus
EMI, 1988