10.8.19

the perfection_la envidia, ese motor creativo



 The Perfection pone el dedo en la llaga.

A mí las brujas no me dan miedo,
lo que me dan miedo son los hijos de puta.

Terele Pávez, Las brujas de Zugarramurdi

1. ¿A qué huele la envidia? Creerías que a vinagre. A orines de gato. A bilis y sebo. Aromas ácidos, en cualquier caso.   

Rewind. En los últimos meses, durante mi fugaz temporada en una agencia de marketing, estuve prácticamente aislado en un búnker con cámaras de vigilancia y la frecuente sensación de secuestro. Lo más irónico del asunto es que una de las cuentas era, precisamente, sobre alarmas contra robo y puertas de seguridad. Mis niveles de estrés aumentaron salvajemente. Sufrí una dermatitis, mi propia alarma biológica contra ecosistemas tóxicos. El búnker de la creatividad no solo es elitista, sino sectáreo: tan difícil entrar como salir. Pero pude salir, logré irme sano y salvo, con bandera blanca, lejos. Desde aquí, un saludo.


2. La sensación, sin embargo, es universal. La envidia sabe a cerveza caliente. A vómito amarillo. A gusanos recalcitrantes bajo la piel.

The Perfection trata sobre un par de violonchelistas y un nudo de envidias & celos. Imaginas que se trata de un filme pretencioso, perfecto para un viernes por la noche. Error. La película es tensa, dura, bien estructurada como un cómic de Alan Moore. El guión ayuda muchísimo, escrito por el propio director, Richard Shepard + Nicole Snyder + Eric C. Charmelo. Construye una historia en torno al sentimiento que nace de reconocer el talento ajeno, e intentar frenarlo. Sobre lo que nos gobierna cuando notamos lo sobresaliente que puede llegar a ser nuestro colega, y le odiamos, y le queremos destruir. Pero fingimos amabilidad. ¿A qué suena la envidia?


3. No sé si recuerdes la escena de La pianista en la que Erika Kohut pone vidrios rotos en los bolsillos de la chamarra de una alumna, para joder su trayectoria.

Solo hay algo peor que la envidia: los conservatorios de música. The Perfection sigue la ruta de lo que ocurre a puerta cerrada en Bachoff, de cómo las escuelas de arte terminan por controlar los sentimientos de sus estudiantes, por agotarlos emocionalmente, por violarles el cerebro. Muestra el otro lado del virtuosismo, su hermano gemelo retorcido. Las actuaciones de Allison Williams, Logan Browning y Steven Weber como Charlotte, Lizzie y Anton, respectivamente, sobresalen por su perversidad in crescendo. Hay momentos putrefactos en los que uno exclama sonoros insultos. Muchas veces dirás ¡Mierda! o ¡Puta madre! Es normal.


4. La perfección existe; algunos virtuosos pueden ejecutarla. La envidia, ese motor creativo, también. Larga vida a la belleza bipolar. Larga vida al encierro.

El problema surge desde Caín y Abel. Carcome incluso a los personajes bíblicos. El ser envidioso mira los privilegios a los que nunca accederá, y el ser envidiado se relame con sus atributos. Hay un doble movimiento: lejanía y altura. El envidioso ha perdido toda pertenencia, quisiera recuperar el paraíso perdido. El envidiado sobresale, disfruta sus virtudes. En los ambientes creativos, culturales y académicos este patrón de conducta se refuerza mediante condicionamientos. Se premia la excelencia, la perfección técnica o física, el coeficiente intelectual. Hasta el punto de menospreciar y suprimir a los anómalos. Élites y guetos. Es una bomba de tiempo pertenecer a cualquier bando.