1. ¿A qué huele la envidia? Creerías que a vinagre. A orines
de gato. A bilis y sebo. Aromas ácidos, en cualquier caso.
Rewind. En los últimos
meses, durante mi fugaz temporada en una agencia de marketing, estuve prácticamente aislado en un búnker con cámaras de vigilancia y la frecuente
sensación de secuestro. Lo más irónico del asunto es que una de las cuentas
era, precisamente, sobre alarmas contra
robo y puertas de seguridad. Mis niveles de estrés aumentaron salvajemente.
Sufrí una dermatitis, mi propia alarma biológica contra ecosistemas tóxicos. El
búnker de la creatividad no solo es elitista, sino sectáreo: tan difícil entrar
como salir. Pero pude salir, logré irme sano y salvo, con bandera
blanca, lejos. Desde aquí, un saludo.
2. La sensación, sin embargo, es universal. La envidia sabe a
cerveza caliente. A vómito amarillo. A gusanos recalcitrantes bajo la piel.
The Perfection trata sobre un par de
violonchelistas y un nudo de envidias & celos. Imaginas que se trata de
un filme pretencioso, perfecto para
un viernes por la noche. Error. La película es tensa, dura, bien estructurada
como un cómic de Alan Moore. El guión ayuda muchísimo, escrito por el propio
director, Richard Shepard + Nicole Snyder + Eric C. Charmelo. Construye una
historia en torno al sentimiento que nace de reconocer el talento ajeno, e
intentar frenarlo. Sobre lo que nos gobierna cuando notamos lo sobresaliente
que puede llegar a ser nuestro colega, y le odiamos, y le queremos destruir.
Pero fingimos amabilidad. ¿A qué suena la envidia?
3. No sé si recuerdes la escena de La pianista en
la que Erika Kohut pone vidrios rotos en los bolsillos de la chamarra de una
alumna, para joder su trayectoria.
Solo hay algo peor que la
envidia: los conservatorios de música. The Perfection sigue
la ruta de lo que ocurre a puerta cerrada en Bachoff, de cómo las escuelas de
arte terminan por controlar los sentimientos de sus estudiantes, por agotarlos
emocionalmente, por violarles el cerebro. Muestra el otro lado del virtuosismo,
su hermano gemelo retorcido. Las actuaciones de Allison Williams, Logan
Browning y Steven Weber como Charlotte, Lizzie y Anton, respectivamente,
sobresalen por su perversidad in crescendo. Hay
momentos putrefactos en los que uno exclama sonoros insultos. Muchas veces
dirás ¡Mierda! o ¡Puta madre! Es normal.
4. La perfección existe; algunos virtuosos pueden ejecutarla.
La envidia, ese motor creativo, también. Larga vida a la belleza bipolar. Larga
vida al encierro.
El problema surge desde
Caín y Abel. Carcome incluso a los personajes bíblicos. El ser envidioso mira
los privilegios a los que nunca accederá, y el ser envidiado se relame con sus
atributos. Hay un doble movimiento: lejanía y altura. El envidioso ha perdido
toda pertenencia, quisiera recuperar el paraíso perdido. El envidiado sobresale,
disfruta sus virtudes. En los ambientes creativos, culturales y académicos este
patrón de conducta se refuerza mediante condicionamientos. Se premia la
excelencia, la perfección técnica o física, el coeficiente intelectual. Hasta
el punto de menospreciar y suprimir a los anómalos. Élites y guetos. Es una
bomba de tiempo pertenecer a cualquier bando.