16.8.19

bloodstained_castillo sin drácula



Igarashi revive la nostalgia
con un título irregular.


Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos. 
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta. 
Me engañan y yo debo ser la mentira. 
Me incendian y yo debo ser el infierno.

Jorge Luis Borges, El cómplice


Muerte y resurrección

Castlevania llegó a su máximo esplendor de la mano de Koji Igarashi, quien aportó a la saga un amplio catálogo bajo el sello Konami. Grandes tiempos, viejos recuerdos, luces intermitentes. El creativo decidió crear su propio estudio en 2014 y, mientras tanto, Konami cocinaba junto a Mercury Steam un reinicio polémico para la franquicia con entrega triple: Lords of Shadow.

Al paso del tiempo, la nostalgia hizo más intensa. Nostalgia: valor de marca siempre a la mano. Oportunidad kármica. Talón de Aquiles. Igarashi olió una oportunidad en el crowdfunding a través de Kickstarter. Prometió revivir la gloria y el feeling de Drácula. Llovieron dólares. Tras varios años y sorpresivas reconfiguraciones, Bloodstained Ritual of the Night salió a la venta el 18 de Junio en Windows, PS4 y Xbox One, y el 25 en Switch. Sin vampiros, claro, por lo del copyright.

La entrega presentó dificultades técnicas mayores en el Switch, al punto de que su tasa de framerate estable de 30fps no lo era tanto. Los desarrolladores de ArtPlay prometieron un parche que arreglara el problema; sin embargo, el descontento flota en el aire. La versión que probamos es la de PS4, a 60fps y 1080p. Una experiencia visualmente deslumbrante con gameplay fluido.







Antes/ahora

A lo largo de su desarrollo, BRotN sufrió cambios de personalidad radicales. Es fácil notar que estos reajustes gráficos y estéticos contribuyeron a la versión que hoy nos llega. El juego luce espectacular: la iluminación, los ambientes, el detalle y la rotación de los fondos merecen aplausos ininterrumpidos. Además, la música de Michiru Yamane se amalgama perfectamente a la imagen. Placer gótico sin límites.

Controlas a Miriam, una hechicera cuyo poder aumenta con la acumulación de cristales mágicos. Estos representan mejoras al sistema de combate y robo de habilidades a los enemigos. Igarashi se vale de anteriores entregas para estructurar los niveles de un Castillo grandioso. Spoiler: Llegado el momento, podrás recorrer su versión invertida. O jugar con Zangetzu, cazador de demonios.

Los enemigos lucen bien animados, pero irregulares. Encontrarás muchos, de originalidad variable; algunos parecen genéricos. Lo mismo con los jefes de nivel: un bestiario diverso aunque bastante gris. Nuestras batallas finales no aportan grandes experiencias a la jugabilidad. Si reúnes suficientes objetos, será fácil derrotarlos. Lástima. Farmear no lo es todo en la vida.

Aún me pregunto si con más presupuesto, BRoTN hubiera alcanzado el nivel de obra maestra. Quizás merece la pena jugarlo como parte de un legado, pero no se trata de un título imprescindible. La tradición se impone; Igarashi representa la continuidad, el honor, la nobleza. ¿Pero es Miriam realmente la heredera del trono? No lo creo, sinceramente. ¿De qué trono hablamos?








Colmillo sin sangre

BRotN, uno de los títulos de mayor pedigrí en los medios, ha recibido buen puntaje en la mayoría de los sitios especializados. La mística de Castlevania es innegable. Igarashi sabe cómo elaborar con la misma receta un excelente platillo gourmet. A veces, uno puede descubrir que el presupuesto no alcanzó para ciertos apartados, de modo que fue necesario recurrir a soluciones domésticas. El asunto de los diálogos entre personajes, por ejemplo, salta a la vista.

El título consigue lo que un gamer melancólico busca resucitar: el colmillo de viejas entregas. Un colmillo sin sangre, un colmillo para generaciones emergentes, pero colmillo a fin de cuentas. La nostalgia como producto se ha posicionado en la industria de los videojuegos y seguirá extendiendo su veta comercial. No es casual que Konami lanzara hace algunos meses el dúo de Rondo of Blood y Simphony of the Night, los padres de la Miriam que ahora se pasea en este Igavania.

Los hijos se levantarán contra sus padres, dice la profecía. ¿Qué hará Konami al respecto? ¿Seguirá compilando hits de antaño, como ya lo hizo con Castlevania Aniversary Collection? ¿Llamará de nuevo a los de Mercury Steam, ya entrenados con el reboot de Metroid para 3DS? Moriría por ver cómo resucitan la franquicia. Porque seguro que lo harán. ¿Qué es el hombre, a fin de cuentas? Un miserable montón de secretos. Y allí habrá sangre, sin duda.




La cruz y los clavos

Los plataformeros le deben mucho a dos sagas importantes: Metroid y Castlevania. Ambas configuraron una fórmula jugosa. A la fecha, los estudios independientes han sabido exprimirla tanto que se ha desgastado. No es el caso de BRotN. Sus males son otros. Quizá la soberbia de creer que sería un sucesor espiritual por parte de Igarashi. O tal vez los altibajos en el proceso de producción.

En las stores se vende como AAA, y se juega de maravilla. No obstante, adolece de un lore simplista y derivativo. Sorprende que Igarashi no se esforzara en pulir su historia. Lo de los cristales mágicos no convence, y las situaciones intrigantes de la trama son ridículas. No hay inmersión profunda ni demonios convincentes. La pieza termina, el telón cae, y nos vamos a casa sin cruz ni clavos. Nada pasó.

En el futuro, Bloodstained Ritual of the Night será un clásico. Sin embargo, verdaderos clásicos como Hollow Knight le robarán la corona. Joyas del gaming como Celeste relucirán desde su nicho. Porque no basta ser Koji Igarashi o Keiji Inafune para que la magia permanezca. El nombre por sí solo no es garantía de genio. No siempre lo es. Ni siquiera el propio Borges, cuando perdió la vista, volvió a escribir igual.