junio 05, 2025

ok computer_oír voces


En 1997, Radiohead lanzó al mundo el OK Computer, pieza maestra de una discografía esencial.

 

 

Compré un CD del OK Computer (1997) con dos años de retraso. En aquel entonces cursaba la preparatoria y solía reproducirlo en el estéreo de mi padre todas las tardes, metódicamente, durante su ausencia. Era feliz como un mormón. Me regodeaba en las letras depresivas y la disonancia, los espasmos electrónicos y el sufrimiento. Rezaba, subiéndole el volumen a la música. Fue una época de voces lastimeras, quejidos y bruma. Repetía dos o tres veces mis tracks favoritos y fumaba, cómo fumaba en esa época, sólo porque sí, porque podía hacerlo, porque era un deber, la obsesión patológica. Me gustaban mucho AirbagExit music (for a film) y Let down, tal vez la mejor canción de Radiohead, la elegía definitiva. Discos así únicamente se hacen una vez y se acabó. Lo produjo Nigel Goodrich (ya en The Bends, de 1995, había trabajado con ellos como coproductor, junto a John Leckie).


Esta banda fue para mí una revelación y un motivo de aislamiento, una forma desesperada de introspección y un paliativo ante las amenazas del mundo, una palmadita en el hombro y la jeringa de eutanasia. A veces llovía: era bueno ver la lluvia y apreciar el pathos de Radiohead. Llegaba la noche: Radiohead seguía ahí, como el dinosaurio de Monterroso. Formalmente perfecto, el OK Computer es una oración. Nunca nadie había grabado eso antes, la miseria del hombre con tanta angustia, gritos y sarna espiritual. Un disco de situaciones límite, para oír con La náusea de Sartre en la mano y una potente ametralladora, con Las partículas elementales y un video de las torres gemelas en alta definición. Ambas obras capitales, la de Houellebecq (publicada en 1998 en el sello Flammarion) y la de Radiohead son anticipatorias, iconoclastas, pesimistas, conjugables en cada uno de los tiempos gramaticales. Biblias posmodernas que describen exactamente la clase de mundo que habitamos, la esfera maligna. Un cerdo en una caja de antibióticos: ¿hay mejor definición que la incluida en Fitter happier para nuestra lesa humanidad? Tal vez la del libro de Job.


El registro vocal del cantante con un ojo dañado es histérico, desamparado, y sus pensamientos van hacia múltiples direcciones con una intención melancólica inmediata: como si dos autos chocasen adrede (In a fast german car / i’m amazed that survived / an airbag saved my life). Paranoid android, la segunda rola (estructuralmente fragmentada y deconstruida), me remite a la obra dramática 4.48 Psicosis, escrita en 1999 por Sarah Kane. La dramaturga se mató ahorcándose con las agujetas de sus tenis aquel año, y Yorke escribió en 1997, a modo de preludio, el breve monólogo de un robot afligido. Tristeza, señores. 


OK Computer incluye Karma police y No surprises, y desde The Bends habíamos oído piezas bellas y tristes, con ese punch de ternura gratificante: (Nice dream)Fake plastic trees, High and dry, pero en su tercer disco los ingleses de Oxford subieron un peldaño y de ahí en adelante no retrocedieron. Jamás volveremos a oír quejidos adolescentes con guitarrazos saboteadores, como en Creep, del primerizo Pablo Honey (1993), sino piezas mezcladas minuciosamente, majestuosas e histéricas torres de Babel. Ya luego vendrían búsquedas mayores, nuevos derroteros. En la cuarta producción discográfica, Kid A (2000), estos traficantes de locura fueron a meterse con la electrónica disparatada tipo Aphex Twin y el ambient a lo Brian Eno, el free jazz rabioso y el cut & paste lírico. Amnesiac (2001) siguió la línea de su predecesor (le llaman el Kid B), aunque suena disperso, aleatorio y no morimos por él en la trinchera. Antes de su séptima placa de estudio, editaron una presentación en vivo, I Might Be Wrong: Live Recordings (2001); espectacular, un alucinante momento Kodak. Luego, el Hail to the Thief (2003), perorata política velada y negada por los miembros de la agrupación; francamente un disco no tan bueno, no un opus magnum. La lista llega, por fin, a In Rainbows (2007), el maravilloso séptimo disco, y así hasta The King of Limbs (2011) y A Moon Shaped Pool (2016). Nueve perlas fosforescentes.


Lo de oír voces, por cierto, es herencia familiar.


OK Computer

Radiohead

Parlophone, 1997