Nadie tiene la obligación de hacer el
bien, todos tenemos la obligación de no hacer el mal. Y diez mandamientos son
muchos, con tres basta:
Uno, no te reproduzcas que no tienes
derecho, nadie te lo dio; no le hagas a otro el mal que te hicieron a ti
sacándote de la paz de la nada, a la que tarde que temprano tendrás que volver,
comido por los gusanos o las llamas.
Dos, respeta a los animales que tengan
un sistema nervioso complejo, como las vacas y los cerdos, por el cual sienten
el hambre, el dolor, la sed, el miedo, el terror cuando los acuchillan en los
mataderos, como lo sentirías tú, y que por lo tanto son tu prójimo. Quítate la
venda moral que te pusieron en los ojos desde niño y que hoy te impide percibir
su tragedia y su dolor. Si Cristo no los vio, si no tuvo ni una palabra de amor
por ellos, ni una sola (y búscala en los evangelios a ver si está),
despreocúpate de Cristo, que ni siquiera existió. Es un burdo mito. Nadie puede
probar su existencia histórica, real. Tal vez aquí el cardenal Sandoval
Íñiguez...
Y tres, no votes. No te dejes engañar
por los bribones de la democracia, y recuerda siempre que: que no hay
servidores públicos sino aprovechadores públicos. Escoger al malo para evitar
al peor es inmoral. No alcahuetees a ninguno de estos sinvergüenzas con tu
voto. Que el que llegue llegue respaldado por el viento y por el voto de su
madre. Y si por la falta de tu voto, porque el día de las elecciones no saliste
a votar un tirano se apodera de tu país, ¡mátalo!
Fernando Vallejo, Discurso Premio FIL en Lenguas Romances 2011