El universo interior de Björk [sería
limitado decir mundo,
porque no ha dejado de expandirse] apela constantemente al pensamiento
divergente, a la imaginación caprichosa y desbordada. Desde su etapa inicial, violentamente feliz,
hasta los exabruptos de Hunter/cabeza
rapada o la hondura maternal de Cocoon/leche de
pezones roja, NADIE pensaría que a esta islandesa le gusta pasar desapercibida.
Lo suyo es la extravagancia, el reino de la imprudencia impredecible. Tirar la
casa por la ventana—¡o comprarse un barco!
Si, como alguna vez dijo Susan Sontag,
el artista moderno ejemplar es un traficante de locura, Björk se lleva las
palmas—recordemos su impresionante interpretación de Selma en ese bizarro
musical que fue Dancer
In The Dark (2000), dirigido por otro excéntrico: el señor Lars von Trier
de Dinamarca. Pero fuera de cualquier apelativo ingenioso, nos encontramos
frente a una artista que ha sabido expandir su lenguaje sonoro, la mayoría de
las veces con virtuosismo y alto factor de riesgo. Música para el cuerpo y la
mente y lo que hay en medio. Vitamina espiritual.
¿Es posible perfilar una taxonomía del
trabajo de Björk? No sería descabellado, no sería imprudente sentar las
bases. Human
Behaviour y Earth
Intruders son como hermanas con varios años de diferencia. Isobel, Joga, Pagan Poetry, Stone Milker y Black Lake—las
dos últimas piezas, de su nuevo material, Vulnicura (2015)—podrían
formar un quinteto emotivo hasta las lágrimas. En el centro del cosmos musical,
brillarían temas como Hidden Place, New World, Cosmogony. Y ya
en plan de feminismo eléctrico, sería necesario prestar atención a tres furias:
Pluto, Declare Independence y
NotGet.
El registro vocal de Björk y su
enérgica introspección explosiva, junto a una sorprendente audacia fashionista, la
convierten lo mismo en un referente de la música experimental que en una
simpática girl scout en las montañas de su tierra natal, vendiendo
galletas verdes a los gnomos, persiguiéndolos con delicadas puntas de hielo
triste. Y no es realismo mágico.
Vulnicura
destila sentimientos de fragilidad y desesperación, imágenes de ambientes
glaciales, intuiciones de una madurez conmovedora. Björk vence a sus propios
demonios con cantos de sirena, muy bien producidos, eso sí, por ella misma +
Arca + The Haxan Cloak. La fusión de cuerdas y sintetizadores [especial
atención al dueto con Antony Hegarty, en Atom Dance]
entona un dramatismo de lo más extraño, pero sumamente disfrutable. La reina
del hielo despertó adolorida. Pasen y oigan.