Los límites de mi lenguaje
son los límites de mi mundo.
Tras varios rechazos editoriales, Ludwig Wittgenstein publica por primera vez su Tractatus logico-philosophicus en 1921, en el cuaderno 14 de los Annalen der Naturphilosophie. Obra de difícil lectura, en parte por la ambición de sus alcances—resolver todos los problemas filosóficos—, resulta de especial interés para aquellos lectores que quieren llegar al fondo de las cosas. En pocas palabras: nerds.W. enumera un conjunto de aforismos cuyas nociones de metafísica, epistemología, lógica y teoría de la ciencia nos permiten comprender el papel principal de la filosofía: la clarificación lógica de los pensamientos. Ésa es, digamos, la misión didáctica del texto. Aunque el propio W. señala: «mi obra se compone de dos partes: de la que aquí aparece, y de todo aquello que no he escrito. Y precisamente esta segunda parte es la importante.»Hecha la aclaración, el Tractatus pone en orden la casa y son célebres sus perlas de sabiduría: 1) Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo y 2) Cuanto puede ser pensado, puede ser pensado claramente. Cuanto puede expresarse, puede expresarse claramente. Y a continuación, acota 3 territorios que el pensamiento lógico no es capaz de abarcar: lo ético, lo estético y lo místico—que constituyen lo indecible. «Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico», apunta.La cucharada final de este volumen es una recomendación elegante y paradójica. W. nos pide arrojar la escalera después de haber subido por ella. Dado que nuestros problemas vitales no se resuelven mediante la lógica, en resumidas cuentas sólo tenemos la opción de sentir/intuir lo que se muestra como inexpresable: lo místico. Más allá de las cuestiones científicas, la única respuesta posible es el silencio, porque entendemos el cómo del mundo, pero somos ajenos al qué—a su sentido último.
Y entonces Wittgenstein se detiene prudentemente. Su andamiaje lógico demuestra que pensamiento, lenguaje y mundo están intrínsecamente unidos. Señala el camino para la sistematización de nuestro conocimiento limitado por las proposiciones de la ciencia natural, y explica que detrás del lenguaje, o más bien fuera de él, lo inexpresable no tiene forma de ser dicho. Ante ello, callar resulta de lo más inteligente. Detener la maquinaria del pensamiento.
Arrojar la escalera.
RAW.
Tractatus logico-philosophicus (2012), Ludwig Wittgenstein. Versión e introducción de Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera. Alianza Editorial, Madrid.