La economía mundial se rige por dos fuerzas antagónicas:
Por un lado, Estados Unidos y su capitalismo privado.
Por el otro, China y su capitalismo de estado.
¿Dónde queda México en esta ecuación?
Jugarse la vida
“Life is a game, boy. Life is a game that one plays according to the rules.”
“Yes, sir. I know it is. I know it.”
Game, my ass. Some game. If you get on the side where all the hot-shots are, then it’s a game, all right—I’ll admit that. But if you get on the other side, where there aren’t any hot-shots, then what’s a game about it? Nothing. No game.
J. D. Salinger, The catcher in the rye
Estar en la jugada es una de esas frases que uno utiliza para describir cuándo alguien, además de encontrarse en el lugar correcto con las personas correctas, aprovecha las circunstancias para obtener beneficios propios. Así México, debido a su relación comercial con Estados Unidos y Canadá, renovada en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), puede salir beneficiado de su alianza estratégica. Sobre todo ahora que los tiempos de Donald Trump y sus sanciones arancelarias quedaron atrás. Y, principalmente, a la luz de los retos postCovid19, que son muchos y diversos. Ya hemos visto postales trágicas en los últimos meses, como el caso de India y las cremaciones al aire libre, pero también encontramos cierto alivio al otro lado de la moneda, con los festejos de Madrid por haber superado las restricciones más duras y alcanzar la nueva normalidad. Hacia esa nueva normalidad, que es de todo menos normal, avanza México, con poco más de 19 millones de dosis aplicadas a la población.
Divide y vencerás
A menudo escucho todo tipo de críticas sobre el actual gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO a partir de ahora) y principalmente me preocupan las que señalan su torpeza o desconocimiento en asuntos financieros. Trato de omitir las consignas ideológicas, el fervor casi místico de sus defensores y detractores, unos por odio, otros por amor, ya que no construyen argumentos sino más bien segregan opiniones fervientes o descabelladas, según sea el caso.
Dambisa Moyo es una economista zambiana que traza un análisis riguroso acerca de las paradojas y similitudes entre Estados Unidos y China, las dos fuerzas en oposición que lideran el mundo. Básicamente, son dos variantes de un modelo similar: en tanto EEUU ha crecido aplicando la fórmula de capitalismo privado más democracia, China lo consiguió con un capitalismo de estado que en los últimos 30 años le ha permitido un impresionante crecimiento económico en detrimento de la democracia.
La pregunta que Moyo se plantea es la misma que los habitantes de los mercados emergentes nos hacemos: ¿es la democracia un requisito esencial para el crecimiento económico? Más bien, China demuestra lo contrario: el crecimiento económico es el factor indispensable para la democracia. Aunque parezca un juego de palabras, esta incógnita alude a una tendencia cada vez más preocupante, que está deteriorando los derechos políticos e individuales en los países de economías emergentes.
A menudo, y lo constato en mis conversaciones con amigos de otros países, la sensación de que China se está convirtiendo en una especie de potencia mundial admirable resulta incómoda porque todo mundo acepta que pisotear la democracia bien vale la pena con tal de conseguir avances más rápidos en períodos relativamente cortos de tiempo. Esa idea no deja de plantear serios cuestionamientos éticos. Aceleración versus razonamiento, eficacia contra derechos humanos.
En sintonía con Moya, el economista Yasheng Huang menciona el caso de China, asombroso sin duda, como resultado de una infraestructura robusta que el gobierno construye a base del patrimonio estatal. Sin embargo, concluye exactamente lo mismo: la consecuencia de este modelo es que la democracia termina siendo un obstáculo para el crecimiento económico. Sin caer en falsas generalizaciones, el México de AMLO, con sus paradojas y similitudes, ¿no tiene un poco de esto?
Brújula y burbuja
Por otro lado, ¿qué decir de Estados Unidos tras los primeros capítulos de El precio de la desigualdad, de Stiglitz? En realidad ya tenía un par de certezas blindadas por el análisis duro, y luego de revisar Margin Call o Inside Job, leerlo confirma el efecto mariposa que provocó la burbuja inmobiliaria de 2008. Sobre este asunto, Stiglitz hilvana una lúcida reflexión de reminiscencias kantianas. Cuando Kant afirma en el imperativo categórico que es posible intuir el bien absoluto y practicarlo—y lo expresa en el aforismo Obra de tal modo que tu acción sea tomada por ley universal—está aludiendo a nuestra brújula moral, al hecho de practicar el bien de forma no condicionada y libre, por voluntad propia. En la misma sintonía, Stiglitz advierte:
Algo malo le ha sucedido a la brújula moral de muchísima gente que trabaja en el sector financiero y en otros ámbitos. Que las normas de una sociedad cambien de forma que tanta gente llegue a perder el norte moral dice algo significativo acerca de esa sociedad. Si por lo menos los mercados hubieran cumplido de verdad las promesas de mejorar el nivel de vida de la mayoría de ciudadanos, todos los pecados de las grandes corporaciones, las aparentes injusticias sociales, las injurias a nuestro medio ambiente, la explotación de los pobres podrían perdonarse. Pero para los jóvenes indignados y los manifestantes de otros lugares del mundo, el capitalismo no solo no está cumpliendo lo que prometía, sino que está dando lugar a lo que no prometía: desigualdad, contaminación, desempleo y, lo que es más importante, la degradación de los valores hasta el extremo en que todo es aceptable y nadie se hace responsable.
Haciendo match
Y es aquí donde se alinean los astros. El tema de la democracia se hace visible en el análisis de Stiglitz e incluso armoniza con las observaciones previas de Moya y Huang: La desigualdad de Estados Unidos tiene un coste adicional, más allá de esa pérdida del sentido de identidad y más allá de la forma en que está debilitando nuestra economía: está poniendo en peligro nuestra democracia. Es justo en esa intersección donde reconocemos el núcleo de tantas preocupaciones. Más allá de si el modelo neoliberal ha funcionado o no—sobran argumentos y réplicas para editar una enciclopedia con fotos a colores—, muchos economistas temen que a partir de sus estrepitosos fallos los valores de la democracia en Occidente comiencen a desmoronarse. De hecho, ya está ocurriendo. Porque si las reglas del juego no están funcionando, ¿para qué existen? ¿Por qué debemos respetarlas?
Fue también Kant quien dijo: No somos libres por lo que tenemos, sino por lo que podemos hacer sin tener ningún recurso material. Eso es justamente lo que ocurrió en Estados Unidos con la burbuja inmobiliaria, cuyas consecuencias movilizaron a la gente. Una interpretación del largo retraso en la aparición de las protestas masivas era que, en los inicios de la crisis, la gente confiaba en la democracia, tenía fe en que el sistema político iba a funcionar, que iba a exigir responsabilidades a quienes habían provocado la crisis y a reparar rápidamente el sistema económico—sostiene Stiglitz. Pero varios años después del estallido de la burbuja, quedó claro que nuestro sistema político había fracasado, igual que había fracasado a la hora de evitar la crisis, de frenar el aumento de la desigualdad, de proteger a los más desfavorecidos, de evitar los abusos de las grandes empresas. Solo entonces los manifestantes se echaron a las calles.
Aceleración y simbiosis
Hoy el juego está cambiando, las reglas han sido reescritas. Quienes creían estar en el lugar correcto, con las personas correctas, simplemente podrían haber perdido la brújula, completamente desorientados. Cuando la aceleración turbocapitalista se une al control estatal surgen verdaderos monstruos. Cuando las burbujas financieras explotan, el ciudadano promedio cambia de dirección. Estar en la jugada adquiere nuevos sentidos. Será interesante descubrir la posición de México, con quiénes se jugará la vida, y si estará del lado correcto.