Rogelio Guedea platica sobre 41,
su segunda novela policiaca publicada por Random House Mondadori, que en
perspectiva se complementa con su trabajo anterior, Conducir un tráiler,
y su siguiente obra, El crimen de los Tepames. Incesto, pedofilia,
pornografía infantil, drogadicción, homofobia son piezas que conforman el
tejido policiaco de 41, protagonizada de nueva cuenta por los agentes
Sabino y Román, además del Japonés, el Ferras y una serie de personajes mal
vibrados que entretejen dos tramas alternas en tiempo y espacio. Un solo
final, un solo crimen incómodo —el del hermano de un prominente político
priísta— dan sentido a esta historia basada en hechos reales.
Christian Núñez (CN): 41 es
una novela enérgica. ¿Cómo le transmites al lector la sensación de que todo lo
que leemos se representa con seres de carne y hueso?
Rogelio Guedea (RG): Los personajes de
mis novelas (incluyo, por supuesto, Conducir un tráiler) son, en
realidad, personas. Los conozco, he convivido con ellos y, por tanto, los he
visto de frente y de perfil, por arriba y por abajo, con sus días buenos y sus
días malos. Eso me ha ayudado mucho a darles no sólo verosimilitud sino una
especie de verdad que está más allá de lo puramente ficcional. Quizá por eso,
como puede verse, es posible que unos personajes rudos como Sabino y Román, los
judiciales, pueden también ser, en determinados momentos, blandos, ingenuos e,
incluso, inofensivos, como lo somos los seres humanos de toda especie, que no
siempre somos malos ni buenos sino que siempre oscilamos en los diferentes
matices del gris, del blanco y del negro.
CN: ¿Qué problemas técnicos
enfrentaste al trasladar la realidad a la ficción y bajo qué criterios
reconstruiste los acontecimientos?
RG: La realidad siempre fue nada más la
base sobre la que se fincaron algunas de las líneas temáticas que yo quería
tratar en la novela. Temas que tienen que ver, en mayor medida, con los males
endémicos de México y que pueden atisbarse en aspectos como la pedofilia, la
represión contra criminales, el incesto, las drogas, la intolerancia, la
corrupción, las redes de poder, la pornografía infantil. Todos estos temas
fueron sedimentos a la hora de construir los entramados ficcionales, a la hora
de darle a la realidad una dimensión ficcional. No tuve, por tanto, demasiados
problemas técnicos puesto que siempre me interesaron más las líneas temáticas
que salían de esa realidad, que la realidad misma que las expresaba. Ya una vez
que pude definir el plan narrativo, entonces fui dándole orden a la historia
que quería contar y a la forma en que quería contarla, todo ello pensando en que
el lector formara parte esencial de la misma.
CN: Has comentado que 41 pertenece a
una trilogía, antecedida por Conducir un tráiler y a la que le sigue El
crimen de los Tepames, sobre dos familias muy famosas que se viven matando.
¿Desde un principio conformaste tu novelística en un ciclo de tres bloques?
RG: Desde un principio, sí, tuve ese
esquema narrativo. Las tres novelas no sólo me van a servir para conformar un
fresco sobre el México contemporáneo y sus peores males, sino también para
crear un universo ficcional en donde todos los personajes van a tener un lugar
importante en la historia. El lector podrá conocerlos de cerca y podrá, así,
quedarse con aquellos que le parezcan más entrañables. Me interesa, además, que
toda la historia sea una gran historia que esté dividida por tres grandes
momentos: los primeros crímenes (Conducir un tráiler), la captura del
autor material o de uno de los autores materiales (41) y la captura o
conocimiento de los autores intelectuales (El crimen de los Tepames).
¡No quiero adelantar más para no darle todo en las manos al lector!
CN: Tu
talento como poeta ha sido reconocido en más de una ocasión. ¿A partir de qué
punto decidiste lanzarte a la narrativa?
RG: Se fue dando de forma natural. Yo
empecé haciendo una poesía que tenía algunas inclinaciones narrativas. Luego
esta poesía fue tendiendo cada vez más a la narratividad. Posteriormente me
interesó el poema en prosa. Luego, este poema en prosa fue incluyendo algunos
elementos narrativos. De aquí surgió la minificción, y luego inmediatamente
después empecé a escribir cuentos. Estos cuentos reunidos tenían, me di cuenta
después, unidad temática, y eran como una novela fragmentada. Entonces no me
fue difícil entrar a la novela. Un buen día me encontré narrando una historia
larga larga, llena de capítulos y más capítulos, y cuando me di cuenta ya tenía
Conducir un tráiler, que había estado en mi cabeza durante más de diez
años.
CN: En Mérida,
explicabas que una de las películas que más te han cautivado es La ventana
indiscreta, de Hitchcock. Mencionaste la escena de la mujer que se inventa
un compañero para una cena de amor. Con esta imagen de fondo, se puede
estructurar una poética de la narrativa, dijiste. ¿Es 41 una novela
cinematográfica?
RG: Totalmente cinematográfica. Se
puede ver, mientras se lee (eso creo), en la pantalla de un cinematógrafo. Y si
no es cinematográfica, es mi error, porque yo la escribí viéndola en la
pantalla de un cinematógrafo.
CN: ¿Por qué ahora te interesas por
el caso de un asesino de homosexuales?
RG: Me dio pie, como te digo, para
hablar de algunos temas que me interesaban. Algunos males del México
contemporáneo, como ya lo mencioné antes. De forma que creí que entrando por
esa puerta se me facilitaba de forma natural el entronque con esas temáticas y
con esas formas estilísticas que me interesaba también poner al servicio de la
historia. Porque a mí lo que más me interesa es contar. Soy un contador de
historias sin dejar a un lado, ni un segundo, mi compromiso con el lenguaje.
Básicamente es esa mi poética: que el compromiso con el lenguaje no le dé la
espalda al compromiso social o de la realidad, y que de esta tensión surja mi
propuesta literaria.
CN: Crudeza
de lenguaje y contenido cáustico son rasgos que hacen de éste un libro
con miras a volverse tan obligatorio como las novelas De los niños nada se sabe (Simona Vinci) o El fin de Alice (A. M. Homes).
¿Estamos ante una nueva ola de autores que reivindican el realismo
criminalista?
RG: Yo creo que estamos definitivamente
ante una nueva realidad que no será desoída por un grupo de autores de vocación
realista, como yo. Habrá siempre quien considere esta postura errática, pero yo
creo que no lo es. Yo acepto a los escritores literarios, con universos bien
definidos, casi sin ningún arraigo con la realidad más concreta. Los acepto e,
incluso, los admiro. Pero yo no soy así. Es otra mi formación. Son otras mis
convicciones estéticas. Ser así es negar todo lo que he sido y soy yo mismo
como persona y, a veces, narrador de mis novelas.
CN: Yuri Herrera es autor de dos obras que también escudriñan las difíciles condiciones
de vida en México, y desde México al extranjero. Es notorio que ninguno de los
dos radique en el país, pero aparte de eso ¿hay vasos comunicantes entre ambos?
RG: Bueno, Yuri es un gran novelista
que ha tratado también de pintarnos un fresco del México contemporáneo a través
de sus novelas. Ya radica en México, aunque estuvo fuera mucho tiempo.
Evidentemente, hay vasos comunicantes entre nuestras obras en tanto que, como
lo decía anteriormente, nuestras narrativas tienden a abrevar en la realidad
más inmediata (aunque esta inmediatez no quiero que se malentienda como
pelicanismo u oportunismo). Nace de la realidad de la época, pues, y desde ella
se tiende a decirla y a conceptualizarla.
CN: ¿Qué perspectivas a futuro
distingues en la literatura latinoamericana?
RG: Creo que predominará una literatura
cercana a la realidad, como casi siempre ha sido. Latinoamérica siempre ha sido
una zona de conflicto y esto no deja indemne a los artistas o escritores. Donde
hay conflicto, donde hay crisis, siempre hay una literatura que o se alejará de
ella (como fue el caso de Lezama Lima en Cuba, y con esto no quiero decir que
Lezama Lima le haya dado la espalda a su realidad, no, sino que la mostró de
una forma más alegórica) o se acercará a ella. Entre estas dos vertientes se
encuentran las líneas narrativas de la futura literatura latinoamericana.
CN: ¿Guedea escritor y Guedea
académico son el mismo?
RG: Son diferentes, como diferente es
el Guedea papá, el Guedea poeta, el Guedea ensayista, el Guedea
microrrelatista, el Guedea traductor, etcétera. Pero no hay problema: todos
conviven siempre en sana paz y se la llevan muy bien.