8.7.15

lobo y espejo_entrevista con josé díaz cervera



José Díaz Cervera entiende la poesía como un oficio que exige técnica y cultura literaria. Mester, su libro más reciente, pone en perspectiva tales nociones. De eso y más platicamos con el autor en CONEJOBELGA.

BÚSQUEDA 
Como lector, me acerqué a la poesía prácticamente cuando comenzaba la secundaria. Tuve una magnífica maestra de español, muy jovencita, muy entusiasta más que buena maestra, que un día nos hizo leer alguna cosa y en ese momento me pareció que ahí podía haber algo para mí.

De niño leí poesía, poquitos años antes, a través de un primo hermano de mi papá. Un hombre extraordinario en cierto sentido porque era un borracho, y los borrachos son extraordinarios. Vivía solo, era bohemio y su casa siempre estaba llena de gente, pero por otro lado no era un tipo que uno viera tirado en las calles, y tampoco una persona que bebiera y cambiara su personalidad de forma radical. Siempre se comportaba caballerosamente, a pesar de haber bebido quién sabe cuántas botellas de ron o brandy. Era un hombre que, además, en su departamentito que yo conocí, tenía libros, hablaba de repente de Fouché, de cosas así, y un día no sé porqué llegó a mi casa con un disco de Manuel Bernal, que incluía El brindis del bohemio, y me lo regaló. Me llamaba la atención, pero no me seducía realmente. Cuando empecé a leer la Misa de amor o Los siete infantes de Lara, toda esa poesía del medioevo, de los últimos siglos de la Edad Media, esos textos sí me cautivaron. De ese modo comencé a buscar la lectura de la poesía.

En segundo año de secundaria, la tónica continuó con otra maestra que me seguía abriendo panoramas. Y en tercer año, llevamos un curso mucho más formal de literatura en lengua española. Leí a Quevedo, Lope de Vega, Bécquer, la Generación del 27, los modernistas. Además, a la profesora se le ocurrió un día enseñarnos fundamentos de versificación, y sorprendentemente encontré que tenía mucha facilidad para eso, e incluso para hacer rimas. Me decía que tenía vena poética. A los doce años uno puede creérsela, y yo me la creí. 

Pero abandoné el asunto muchos años. Quise escribir pero me di cuenta que era muy ridículo, muy cursi. En la Universidad mis compañeros, que son gente honorable, escribían—Gerardo Amancio, Héctor Gómez Vargas—y lo que yo hacía era muy inferior. Me dije No, no, no, realmente no es por aquí. Por lo menos me daba cuenta de que mis intentos eran absolutamente inferiores a lo que ellos hacían. Lo dejé más por complejo de inferioridad que por autocrítica.

Tiempo después, ya a los 27, comencé a tratar de escribir. Un buen amigo me sugirió ir al taller de Carlos Illescas y entonces la historia cambió radicalmente. Decidí que me la jugaría en términos de aprender una técnica de versificación, de profundizar en esto pasara lo que pasara. Y poco a poco fui encontrando una voz, un estilo, me di cuenta que podía desarrollar algo.
  
TIEMPO  
Creo que cualquier actividad de carácter cultural está directamente vinculada con el tiempo. La medida de lo que haces te la da el tiempo. En el momento que decidí tomar este camino, fui observando lo que sucedía con muchos compañeros, que a veces decían Ya publiqué en tal revista, una plaquette aquí, ya gané un concursito en tal pueblo, y veía que su trabajo, su técnica, eran muy deficientes aún. Muchos de ellos desaparecieron. Entonces comprendí que la formación era importante, y creo que el tiempo me ha dado por lo menos parcialmente la razón—no quiero pensar en términos absolutos.

Ahí está la diferencia entre una afición con las ventajas de ciertos talentos y un trabajo mucho más firme, con una técnica y una cultura literaria. Hoy en día la gente escribe su primer verso y ya está viendo cómo lo va a publicar. En mi caso, cuando estoy por terminar un libro, no tengo la menor idea de dónde lo voy a publicar. Lo que estoy pensando es en concluirlo y quedar satisfecho de lo que hice.

El esfuerzo nunca va a ser estéril. A la larga o a la corta te irá dando frutos. A veces tardan un poco más en llegar. También está de por medio la convicción y el que reconozcas con mucha honestidad intelectual hasta dónde has puesto lo que se tiene que poner y hasta dónde no.


ELIOT 
La mayoría de las personas creen que soy clasicista. Desde luego que tengo una gran fe en los clásicos y los amo profundamente. Bueno, aquí en Yucatán nunca nadie había escrito una línea sobre T. S. Eliot, y yo fui el primero—estoy casi seguro de ello. Y también sobre Rilke. Tenía el radar puesto en todos lados. Cuando dices clásico, pareciera que allí hay una veta, y los que no quieran entrar a ella no tienen ninguna alternativa.

Como escritor e intelectual, creo firmemente en la cultura universal. El problema es que muchas de las cosas de hoy en día no se hacen con el sustento de una cultura artística. No hay una cultura literaria. Y entonces dicen Ah, no, ese solo sabe hablar de Quevedo. ¡Porque me impresiona lo que pueda decirme después de 500 años! Eso es fabuloso, ¿no? Y yo quisiera decirle algo al lector después de 20 años. A como están las cosas, perdemos vigencia rápidamente.

Pero me encanta la poesía surrealista y todo el arte verdaderamente experimental, porque bajo el rubro de las vanguardias hay muchos tomadores de pelo. Me llama la atención todo lo que ocurre alrededor de la poesía, por ejemplo. Las presentaciones de libros son tan cursis como las fiestas de quince años, y la gente hace las cosas más inverosímiles. Sólo falta bailar el vals con los presentadores, nombrar chambelanes. Por ello soy un poco reacio a presentar mis libros. Cualquier cosa menos el ridículo.
 


HUELLA 
Mi actitud frente al lector es de absoluto respeto, mas no de sacralización. Tienes que escribir, tienes cierta obligación de publicar, es parte del oficio. Pero no es lo fundamental. Soy mucho más ambicioso que eso. Yo apuesto a la historia, a dejar la huella de mi tiempo. Me gustaría que dentro de 50 o 200 años alguien leyera mi libro e hiciera un comentario, y que diga: Oye, mira cómo vivía, mira cómo pensaba, mira cómo era su mundo emocional, la subjetividad. En este sentido me interesa el lector.
 
VOCES 
A lo largo de mi producción fui encontrando todas las voces que soy capaz de tener. He logrado desarrollar algunas de ellas. He aprendido cuáles son mis limitaciones como poeta y a cargar con ellas, así de sencillo. Y sobre todo, me he hecho un mejor ser humano. Eso es algo que tengo que agradecerle profundamente a la poesía. Que me hizo un mejor hombre. Lo demás sale sobrando. La manera en que veía el mundo cuando hice Licantra y la manera en que veo el mundo ahora que publiqué hace algunos meses un libro como Mester me hablan de un José Díaz Cervera mejor como persona. Me he vuelto más tolerante, en el mejor sentido de la palabra, he purificado mi vida emocional gracias a la poesía. Me siento muy pleno. Quizá publique uno o dos libros más y allí se acabe mi vida poética. Porque también tengo muy claro que un día se me acabará lo que tenga que decir. Y lo asumo con naturalidad. Lo veo en mi labor periodística. Después de 1,200 artículos, de repente ya no hay nada que decir. Insistir es repetirse.  

Quisiera entrar en la narrativa. Tengo algunos cuentos, estoy haciendo una novela. Hay una trayectoria emocional, una trayectoria de fe a lo largo de mis publicaciones, y eso es lo que me hace sentir muy satisfecho.
 
REGISTROS 
Creo que puedo alcanzar registros muy diversos. ¿Por qué si tengo tantas preocupaciones (filosóficas, sociológicas, políticas, existenciales, emocionales, familiares) no le voy a dar salida a todas ellas? Cada una tiene sus necesidades expresivas, sus voces, sus tonos. Puedo aproximarme a una poesía de tono expresionista y de repente hacer algo muy pedante como el primer capítulo de Mester [Obra apologética]. Y son tonos completamente distintos, pero lo que más me gusta de eso—tengo derecho a que me gusten o disgusten cosas de mi trabajo—es que me siento bien en todos, y me doy cuenta de sus límites. La Obra apologética comenzó como un juego que iba creciendo. Había pensado hacer un libro de 60, 70 páginas. Después me di cuenta que era una estupidez. Iba a ser un libro inaguantable, no valía la pena. Entonces, lo corté. Me dije: Lo voy a dejar como plaquette, y se acabó. Hay que comenzar a reivindicar la plaquette.



 
EROTISMO 
Desconfío mucho de la poesía erótica no por una cuestión conservadora, sino porque cuando quieres introducir un tema a la fuerza, muchas veces lo que aparece es una yuxtaposición de frustraciones un poco extraña. Yo no escribo poesía erótica, pero sí estoy cargado de mucha pasión sensual. Aunque el erotismo y la sexualidad tienen una relación ineludible, me resulta mucho más erótico todo lo que sucede a nivel de nuestra imaginación. Para mí lo único erótico que hay es la fantasía erótica. Mira el cartel de la película El graduado: es la pierna de la mujer, poniéndose una media negra, y al fondo Dustin Hoffman mirando. Todo lo demás está en tu fantasía. Esa imagen me resulta mucho más erótica que una escena de cama.

Por eso te decía hace un rato que respeto mucho a mi lector. Yo creo que el erotismo está emparentado cercanamente a la ironía. Ambos tienen un profundo respeto por la inteligencia del lector. La ironía es un homenaje a la inteligencia del otro. La poesía erótica es un homenaje a la sensibilidad. Yo te doy las piezas. Tú construyes el castillo.

MUJER 
Una cosa que me enorgullece de mis libros es el haber ido venciendo poco a poco mi machismo. Un machismo del cual, en cierta forma, no me asumo como culpable. Yo vi las películas de Pedro Infante toda mi niñez, ¿cómo no vas a crecer con ese marco de referencia?

Te voy a compartir una anécdota que me platicó una vez Juan Helguera acerca del papá de Cholain Rivero, este entrenador de box que me parece un personaje fabuloso de nuestra cultura—es filósofo, conocedor de Kant, hegeliano además, entrenador de Óscar de la Hoya. El papá de Cholain Rivero tenía una gran pasión por la mujer. Él solía decir: A una mujer ni la toques. Solo con que esté a tu lado, con que te hable, con que puedas entrar un poco en su mente, es un mundo fabuloso. Cuando Juan me contó eso, entendí en parte lo que me sucede. Las mujeres siempre encierran realmente un mundo fabuloso. Y con esto no quiero caer en la ramplonería de los trovadores romanticoides que exaltan a la mujer, pero cuya actitud ante ellas es profundamente machista. Me cuido mucho de eso. No hago una exaltación. Lo que pasa es que la mujer encierra cuestiones prodigiosas, más allá incluso de la cuestión estrictamente física. En la medida en la que te relacionas de una manera sana con cualquier tipo de mujer—madre, esposa, amiga, novia—, puedes ir aprendiendo muchas cosas de ti mismo. La mujer es verdaderamente la otredad.

Es asombroso, por ejemplo, cuando ves el pie de una mujer. La promesa que puede haber en el pie de esa mujer. En su mano y sus ojos, lo físico y lo metafísico están presentes. No sé porqué desde niño, siempre he relacionado los dedos de los pies de la mujer con sus cualidades emocionales. Puedo advertir si es malvada, por ejemplo, si es buena persona, si es cariñosa, en fin.


MARSIAS  
Fue una experiencia fabulosa para ambas partes. Fabulosa para mí que estaba recién llegado a Mérida, y había unos pocos jóvenes que leyeron un libro extrañísimo en nuestro ámbito, raro, totalmente fuera de lugar, pero que además les decía algo. Ese autor era un absoluto desconocido, nadie sabía nada de él. Y de repente, me preguntan: ¿Oiga, usted escribió Licantra? Es que nosotros hemos leído su libro. ¿Podríamos tomar un café con usted? Les dije: Claro que sí. Ya sabía a lo que iban, porque yo hice lo mismo. Les propuse que nos reuniéramos a departir, a echar relajo, a conocernos, y que la cuestión literaria fuera sólo una parte de esta experiencia.

Hablábamos de política, de fútbol, nos reíamos muchísimo, pero además me pusieron al tanto del universo cultural e intelectual de Yucatán. Yo tenía una pésima imagen de lo que pasaba en Mérida a través de unos pocos amigos que vivían aquí. Normalmente se llevaban muy mala impresión. Y con estos muchachos de Marsias [Aracelly Guerrero, Manuel Tejada, Karla Marrufo, Tomás Ramos y Agustín Abreu], la pasaba genial. Hablábamos entre otras cosas de poesía y cada cierto tiempo tallereábamos. El ambiente era muy fresco; yo me sentí joven, ellos se sintieron escuchados. Esta relación nunca tuvo un carácter tutorial.

Luego cuando vino una convocatoria del Ayuntamiento de Mérida, empezamos a revisar y vimos que cada uno ya tenía una plaquette. Nos reunimos dos o tres noches en casa de Agustín Abreu, trabajamos, discutimos, le dimos orden al libro, pulimos cosas, hicimos un texto introductorio y se mandó a concurso. Y según me cuentan los jurados, fue el libro que más llamó la atención.

De ahí cada quien tomó su camino, aunque seguíamos reuniéndonos. Pero nos juntábamos a echar relajo, esa es la verdad. Como no hubo esta relación de carácter tutorial, tampoco hubo una ruptura. Actualmente nos seguimos viendo con mucho cariño. Cuando presentan un libro, yo voy. Y qué bueno que ni siquiera me llamen como presentador, eso es lo que más gusto me da.
 


REFERENCIAS  
Qué trabajo me costó distanciarme del Neruda de Residencia en la tierra o Extravagaria. La ventaja es que fui encontrando nuevas vetas poéticas, nuevas posibilidades, y fui también creciendo. Desde luego que no tienes que escribir como los autores que te gustan. Me encanta la poesía de Roque Dalton, pero no estaría capacitado jamás para escribir como Roque Dalton. Tus referencias siempre están ahí, pero el proceso de madurez te va enseñando que tras ese impulso tienes que nadar por tu propia cuenta.

FILOSOFÍA  
A partir del estudio de Bachelard y lo que dice sobre la imagen poética, tengo la convicción de que la poesía se lee mucho más con la imaginación que con el entendimiento. Eso me ha dado una gran libertad para hacer una alquimia de palabras que permitan el brote espontáneo de una imagen. También me ayudó a darme cuenta que quizá no debo engolosinarme con eso, y ser más cauto. Y que tampoco debo abusar de esa facilidad porque entonces empiezas a producir imágenes poéticas por docena, y no son calcetines. Creo que he logrado ir balanceando estos aspectos.
  
VIOLENCIA  
Me da muy mala espina algo que está pasando con la poesía mexicana en términos de que los hechos recientes no están siendo poetizados. Hablo del narcotráfico, de la violencia y las matanzas. La poesía siempre ha buscado maneras para expresar estas cosas, y aquí ni siquiera se están buscando. Hay una renuncia que va a costar muy cara a la poesía mexicana, y la historia se lo reclamará a esta generación. El otro día vi un “texto” publicado en una revista virtual en el que se hacía un poema sobre Ayotzinapa que era una yuxtaposición de fragmentos de López Velarde, Octavio Paz, etcétera. Eso me asustó tremendamente, porque uno se pregunta: Y tú, ¿qué tienes que decir? ¿Por qué me haces esta trampa?

Si el crimen es organizado, ha conseguido meterse en todos los ámbitos de la vida de una sociedad, y francamente también puede estar metido en la cultura. Lo podemos rastrear en la quebradita, en la música norteña. Hace poco, al cruzar hacia mi casa, el autobús se detuvo frente a otra donde había un niño de cinco años cantando un tema de banda sobre la cocaína. El embate cultural es muy claro.

Aquí lo importante es que están pasando cosas terribles: los niños que jugaron al secuestro hace mes y medio, los niños que jugaron la semana pasada a la violación responden al mismo fenómeno. Entonces mi pregunta es: ¿no vamos a hablar de eso? Cuando lean nuestra poesía dentro de 100 o 200 años, ¿qué país se proyectará?

El papel del intelectual en este contexto es el de ayudar para que la gente pueda pensar con claridad y tomar sus decisiones. No digo que el intelectual sea un faro de luz, porque también está confundido, pero en la medida en la que propicie la discusión y el debate bajo un esquema lógico y no erístico, la verdad podrá prevalecer, y así ganamos todos.
  

YUCATÁN  
Estamos todavía lejos de algunos niveles de desarrollo, entre otras cosas porque aquí hay muchas confusiones aún. Por ejemplo, varios poetas anteriores a mi generación siguen anhelando que alguien tome uno de sus poemas y lo convierta en canción. No se está haciendo esta diferencia sutil entre poeta y letrista. Aunque para mí ambos oficios tienen el mismo nivel de dignidad, eso sin duda ha generado una especie de estancamiento. El mayor problema que tenemos es que no se había desarrollado sino hasta hace pocos años una importante cultura literaria en el Estado. Afortunadamente, ya tenemos a muchos jóvenes que están estudiando la carrera de Literatura y eso les ha permitido desarrollarla. Y por otro lado, también han tenido la oportunidad de salir, alejarse, formarse. La tendencia es a la alza, aunque no hemos corregido muchos vicios—no desarrollar una técnica es uno de ellos. Otro, que algunos escritores se quedaron en una idea completamente decimonónica de la inspiración y el diletantismo. Habrá que tener mucho cuidado con eso, porque muchas veces son los que toman la tribuna y tienen más difusión, no necesariamente por los medios oficiales, pero saben promoverse muy bien, y muchas veces su trabajo tiene numerosas deficiencias.
                                                                                                              
Durante muchos años se divulgó que Yucatán es tierra de poetas porque hay muchos y además aquí están los mejores, y eso ha sido una carga terrible. Por fortuna, los jóvenes empiezan a darse cuenta de que se trata de un despropósito mayúsculo.
  
RETO
La cultura en Yucatán enfrenta el desafío de establecer una adecuada relación entre las tradiciones y la actualidad. Lo veo con la trova, que me desespera mucho. Me encanta, pero no supo proyectar su futuro. No entendió cómo situarse en el nivel de los tiempos. No soy estudioso ni conocedor de ella en un nivel más docto, pero sí soy un admirador más o menos informado/documentado, y no deja de preocuparme el hecho de que se quedó en el pasado, y no respondió a las necesidades de su época. Lo que sí pasó con la trova cubana, y con el tango, que evolucionaron musicalmente. Ese es un gran reto para la cultura: cómo cargamos con nuestras tradiciones y cómo nos ponemos al día. 

Por mucha inspiración que yo tenga, o por mucha creatividad e imaginería de la que disponga, no podría ponerme a bailar ahorita si no he capacitado mi cuerpo para eso. No podemos seguir con escritores sin gramática, con pintores que no saben los fundamentos de los efectos cromáticos. Ese es el gran reto. Primero, hacerse de una técnica. Y segundo, que esté muy bien oculta. Esto es un oficio. Lo tienes o no lo tienes. Ya lo demás es destreza. 

MÉRIDA 
Me enorgullece ser el primero en haberme atrevido a publicar en el periódico que ya basta de ver a esta ciudad como una noviecita santa e impoluta. Es muy jodido eso, y que todavía cada 6 de enero regurgitemos el mismo discurso. Pero por fortuna las nuevas generaciones ya no lo creen así. Es una visión completamente esquizofrénica. A esta ciudad la hemos pateado, la hemos arañado, la hemos violado tremendamente. Hay que caminar por la calle 61 entre 62 y 64 para ver todo lo que se ha destruido. Creo que si uno tiene una novia, busca la manera de tratarla bien. Hemos permitido un maltrato tremendo para esta ciudad, que es muy bondadosa, pero el 6 de enero sí la festejamos, le decimos que es nuestra novia maravillosa, le llevamos serenata y al día siguiente empezamos a tirar basura por las ventanas de los camiones. ¿Uno arroja lodo sobre su novia? Qué manera de querer.

Por otro lado, hace 15 años que somos el primer lugar nacional en suicidio infantil y juvenil. A pesar de que Yucatán es un estado seguro, la violencia está puertas adentro. Habrá que prepararse para cuando esa violencia empiece a salir de las casas. Y también para cuando la violencia social y criminal empiece a tocar las puertas de esas casas.
  
HIPNOSIS 
El poeta debe utilizar todos los recursos que están a su alcance para mover la imaginación del lector. No sólo me refiero a las palabras, a la retórica, al espectro emocional que el poema proyecta, sino también a los ritmos y los sonidos que pones en juego. Me sorprende, por mencionar un caso concreto, que mis artículos son muy leídos en el periódico. Me parece sorprendente, porque uso un lenguaje complejo, y hay algo más: planteo cosas que muchas veces van en contra de las convicciones de mis lectores. Cosas que les duelen, con las que sé que no van a estar de acuerdo. Y sin embargo me leen, porque los meto en un ritmo de respiración que los pone muy cómodos leyendo mis artículos. ¿Qué hay ahí? ¡HIPNOSIS! [Risas]. Seducción a través de un ritmo que alimenta su imaginación. Y eso cualquier lector te lo agradece. Aunque no estén de acuerdo conmigo, logro que lleguen al punto final.



Lobo y espejo,
vengan mis sánscritos delirios a explicar:
venga el alba
vengan el agua y el azogue,
los coleópteros de voz entrecortada
y los alacranes con pandero:
ella pidió mi mano
para quemarla, para morderla,
para darle mis dedos a la lluvia,
para ponerla en cruz bajo su voz;

ella pidió mis ojos para que fueran novios de sus uñas
y mis palabras para que fueran novias de sus ojos.

Vengan los ojos y las uñas,
Vengan, pues, los colmillos y la ausencia.
Me persigue el veneno,
me persigue el veneno.







Mester
José Díaz Cervera
SEDECULTA CONACULTA
1ª edición
México, 2014




 

Imágenes: Owl Dreaming, 2012, James Wapotich · Retrato T. S. Eliot · Póster El graduado · Marsias, óleo de Bartolomeo Manfredi · Venado cola blanca · Retrato + libros José Díaz Cervera