En Formol, Carla Faesler urde
una trama de herencia y sacrificio.
I’m gonna break into your heart
I’m gonna crawl under your skin.
Iggy Pop
Asomarse a México como ejercicio tragicómico. Lo que se finge sonrisa puede ser un llanto atroz y desmesurado. Basta con mirar la historia reciente del país para no querer mirarla. Se acumulan cadáveres por guerras contra el narcotráfico, a las que se suman víctimas civiles del gobierno en turno, cascada púrpura. Si valiera la pena gritar, si en ello encontráramos consuelo, seríamos una boca doliente -> el Guernica.
Formol, de Carla Faesler, es un dispositivo literario que disecciona las reflexiones de Larca y, como contrapunto, el itinerario histórico de una víscera sumergida en formaldehído, su herencia familiar. Hasta aquí, se adapta a las convenciones mínimas de un relato. No obstante, el argumento se ramifica en apuntes, anécdotas gastronómicas, diálogos hilarantes, epígrafes líricos. Hay subtramas, minitramas e hipertramas: los vasos sanguíneos.
El libro tiene un origen peculiar, como Faesler puntualiza: «Formol era un libro de poemas. Llevaba mucho tiempo trabajándolo pero no estaba satisfecha con el resultado. En esas andaba cuando un buen día, recibí un correo de Mariana Castillo Deball, artista mexicana que vive en Berlín, invitándome a participar en su proyecto Never odd or even. La idea es que lxs participantes envíen una portada de un libro imposible, un libro que nunca podrá ver la luz, un libro de tema descabellado, inimaginable. Entonces me dije: claro, nunca voy a poder resolver Formol, es imposible. Entonces mandé la portada imaginaria, las pestañas, la cuarta de forros imaginaria e incluso, fragmentos de crítica imaginaria. A ella le gustó muchísimo, me dijo que era una idea extraordinaria. Ahí fue que pensé: tengo que escribir este libro y curiosamente, el haber imaginado el libro impreso, el libro como un objeto terminado, me sacó de la parálisis que me producía el asunto.»
De modo que sí, Formol es una novela y a la vez un libro-objeto, un artefacto duchampiano, parte de una metáfora vintage y dispone sus aristas o esquirlas a modo de instalación conceptual. Con yuxtaposiciones arriesgadas, ficción historiográfica y mucho humor negro, sus fantasías fúnebres le rinden homenaje al otro mundo. Encontrárselo es como llegar a Twin Peaks por cuenta propia, sin vanas recomendaciones, desde la pulsión interna.
Existe un trasfondo, una línea más o menos dibujada, boceto previo, y por encima vemos una pintura negra -> Goya. Es el adagio, cíclico y atroz, de nuestra sangre. Faesler ahonda en el paisaje emocional de la víscera que somos. Dialoga con Salvador Elizondo y su Camera lucida, trae al presente los sacrificios prehispánicos de Tenochtitlan y la extrañeza de lo familiar -> unheimlich. El mexicano respira muerte; Formol conserva ese legado.
Formol, 2014. Carla Faesler. Tusquets, Colección Andanzas.