PINOCHOCarlo Collodi
Entonces se asomó a la ventana una hermosa niña con los cabellos azul turquesa y la tez como una imagen de cera, los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre el pecho, la cual, sin mover para nada los labios, dijo con una vocecita que parecía llegar de otro mundo:—En esta casa no hay nadie. Todos han muerto.—¡Ábreme tú, por lo menos!La niña repuso:—Yo también estoy muerta.—¿Muerta?, y entonces ¿qué haces ahí en la ventana?—Estoy esperando el ataúd, para que venga y me lleve.
[Imagen:Liar, liar, David Seidman]