23.5.14

Escuchar el paisaje: Entrevista con Karín Mijangos


 
 Escuchar el paisaje
Entrevista con Karín Mijangos 
  
Esta conversación me recordó un poema de Gonzalo Rojas titulado Al silencio. Porque silencio, sonido y paisaje sonoro están inseparablemente unidos. Pausas, ruidos y ambientes cotidianos pagan su cuota al mutismo, base sin la cual no habría nacido el proyecto de Karín Mijangos (México, DF, 1976) Paisajes sonoros en ecosistemas locales: Texturas y escenarios acústicos a través de la experimentación poética.

“¿Cuáles son las texturas sonoras que percibimos actualmente e identificamos con determinados ecosistemas? Qué respondería usted a la pregunta: ¿A qué suena un humedal? ¿Qué sonidos se mezclan en una tarde de lluvia en el manglar? ¿A qué suena el silencio de la playa? ¿Cómo se traduce en la creación literaria los paisajes sonoros que percibimos?”, pregunta Karín.


Christian Núñez (CN): ¿Cómo descubriste el paisaje sonoro?
Karín Mijangos (KM): Mira, estaba en una visita de campo, en Chemax, salimos a una zona en la selva que está cerca de Cobá, caminamos unos 6 km dentro y acampamos. Mis compañeros siguieron unos 5 km más para llevar a una persona que deseaba ver unas ruinas mayas. Yo elegí quedarme junto a un pozo. Quería solo quedarme sentado, viendo y oyendo, quieto. Había una cubeta con agua a unos metros de mí, comenzaron a acercarse muchas aves a beber; luego llegaron insectos, mariposas, más aves, en fin. Como Blancanieves. De pronto estaba rodeado de mucha fauna pequeña y con sonidos que no había percibido tan de cerca. El viento, en fin, total inspiración. Cuando de pronto sonó un cencerro de una vaca, ese ruido rompió la burbuja en que estaba, me volvió al piso, ese sonido no existía antes de la conquista. Me clavé en que esa campana, el sonido era nuevo relativamente hablando en términos ecosistémicos. Me clavé demasiado en leer sobre contaminación acústica y sus efectos, cómo afectan a la fauna, esas ondas.
 
Un día llegó a mis manos el libro que te pasé, Los 100 ejercicios de Murray Schafer. Comencé a aplicar el ejercicio 1 en mi casa, y con ese pasé casi un mes, oyendo todo de nuevo, redescubriendo mi entorno solamente con el sonido. Ya no pude dejar de pensar en eso, en la contaminación auditiva, en las diferencias entre sonido, ruido y silencio, las combinaciones, me atasqué, literalmente. Así lo descubrí. Comencé a leer mucho sobre sus aplicaciones en la música, en la investigación, en proyectos sonoros. Y sigo leyendo, soy un neófito muy ansioso.

CN: ¿Qué fragmentos consideras representativos del texto de Schafer, que hayan servido como catalizadores o puntos de arranque para tus exploraciones sonoras?
KM: El ejercicio 1 es básico, es una invitación solamente a oír y registrar lo escuchado. Te puedes pasar una vida solamente escuchando y registrando y darte cuenta que no se repetirá nunca la misma combinación. Eso es lo emocionante del paisaje sonoro, su imposible repetición de manera natural. Es una invitación a descubrir la maravilla del oído y de lo acostumbrados que estamos a ignorar el entorno. Te lo transcribo:

Hacia una audición sonora.
100 ejercicios de audición y producción sonora
R. Murray Schafer

Ejercicio I.

Comenzamos con un ejercicio muy simple. ANOTE TODOS LOS SONIDOS QUE ESCUCHA. Tome algunos minutos para realizar esta tarea; luego, si se trabaja en un grupo, léanse todas las listas en voz alta, prestando atención a las diferencias. Cada persona tendrá una lista diferente, ya que la escucha es algo muy personal; y a pesar de que algunas listas sean más largas que otras todas las respuestas serán correctas.
 
Este simple ejercicio puede ser ejecutado en cualquier lugar por cualquier persona. Sería interesante probarlo en momentos diferentes, en entornos contrastantes como para desarrollar el hábito de la escucha.

CN: ¿Editaste posteriormente los paisajes?
KM: Los editó Ricardo Katsuya, él participó en el proyecto con la asesoría y con la edición de 5 mezclas de los 5 paisajes registrados. En total son un poco más de 25 minutos de edición, 5 minutos en promedio por cada ecosistema.
 
CN: ¿Y cómo presentaste el proyecto al público?
KM: En junio de 2013 con el apoyo del Fondo Municipal para las Artes Visuales del Ayuntamiento de Mérida se presentó en el Museo de la Ciudad, la exposición La costa yucateca: imágenes y sonidos para volar, en la cual se transportó el ecosistema a las salas del recinto.

La exposición busca el diálogo sobre estas percepciones entre las personas carentes de vista y los videntes. Es decir, un ciego no logra entender el color verde (por ejemplo) o el color de un ave, pero escucha el viento, las hojas, los cantos, los vuelos. Un vidente percibe todo, pero no siempre lo aprecia; poniendo los poemas en braille busco que el vidente tenga la necesidad (casi obligación) de pedirle a un ciego (que sepa leer braille) que le lea el poema a cambio de que el vidente le describa la fotografía. Es un pretexto para iniciar un diálogo sobre algo que me interesa, los ecosistemas, su fragilidad y belleza.
 
En torno a esta idea se combinaron las tomas aéreas del fotógrafo José Luis Fajardo Escoffié, con mis registros sonoros mezclados por Ricardo Katsuya y una instalación en la cual Alejandro Iris y Dalia Castellanos tradujeron al sistema de escritura braille los textos poéticos que forman parte del proyecto, lo anterior, en conjunto con un video realizado por el artista visual Omar Said. En lo que va del 2014 la exposición se ha presentado en sedes alternas del estado de Yucatán.

CN: ¿Qué sigue ahora? Háblame de tus ganancias en términos cualitativos después de este proyecto. No en un plano fáctico (no necesariamente), sino en ese limbo de ideas creativas y percepciones que siempre van cambiando.
KM: Estoy aprendiendo a editar y también jugando con otros lenguajes como la poesía visual, el braille. En eso ando, experimentando, me estoy clavando más en el audio, jugar con el paisaje y aprovechando las opciones que mi chamba me permite de estar en lugares apartados. Quiero usar el sonido como una herramienta para la conservación de los ecosistemas, y si sale algo para la parte creativa que ayude a lo mismo, pues chingón, mataré dos pájaros de un tiro, aunque suene chocante.

Encontré una veta que no había contemplado, el paisaje sonoro me abrió la posibilidad de experimentar con las texturas y contrastar sonidos. Estoy haciéndome más silencioso, es decir, hay una máxima que aprendí hace poco: "cuando hables, procura que tus palabras sean más importantes que el silencio.” Ahora procuro usar las palabras más breves, que realmente valga la pena escribir o usar la voz para transmitir las ideas. Quiero volver a la palabra hablada, usar el sonido ya no sólo como insumo sino como elemento de creación, quiero experimentar mezclando la voz, el paisaje sonoro y la imagen. No sé si saldrá algo, no tengo prisa, me divierto mucho y me encanta la alquimia, así que ya veremos.
 
Foto: Cortesía Nadia Pérez.
 
Publicado originalmente en Origama [01.04.2014] 
  

22.5.14

Constelaciones insanas



 
Constelaciones insanas
 
El 5 de marzo de 2014 fue un día oscuro. El poeta español Leopoldo María Panero falleció en el hospital psiquiátrico Rey Juan Carlos I de las Palmas de Gran Canaria. La noticia fue confirmada por su editorial, Huerga y Fierro. Un poeta transgresor, por decir lo menos. Morton Schatzman plantea en El asesinato del alma, ensayo centrado en la figura de Daniel Paul Schreber y su padre, que antes de su estudio los investigadores solían tratar a los esquizofrénicos omitiendo el contexto social. «Sin embargo, si conocieran en profundidad a las personas que componen las familias de dicha gente, podrían encontrarlas no menos desconcertantes que la llamada criatura psicótica.»

El médico norteamericano explica que concurren modelos de sucesos que se repiten reiteradamente durante la enfermedad; en el caso de Schreber, vinculados a su infancia y a los métodos pedagógicos brutales a los que era sometido junto con su hermano, Daniel Gustav, quien terminó suicidándose. Las memorias de un enfermo de nervios no sólo son un testimonio de su padecimiento, sino una representación simbólica para exorcizar la demencia de su entorno. Locura suministrada en gran parte por su padre, el respetable Dr. Daniel Gottlieb Moritz Schreber. Y lo mismo podemos decir de Leopoldo María Panero, su entorno familiar, su locura y su obra poética. Se trata de constelaciones insanas.

El retrato completo de la familia Panero, de padre poeta vinculado al franquismo y madre escritora bajo su sombra, queda cristalizado amargamente en un par de documentales: El desencanto (1976), de Jaime Chavarri, y Después de tantos años (1994), de Ricardo Franco. Y, claro está, en la vasta obra del escritor madrileño, que no escatima en imágenes obscenas. La poesía de Panero es un hoyo por donde caen el hombre, el mundo y la literatura. Alrededor miran desconcertados los huérfanos, las princesas y los dementes, los niños que abandonan el hogar en triciclos, los intelectuales que se alimentan de palabras podridas. El peor universo posible merece una sintaxis fragmentada, un ojo en forma de huevo, un cuchillo.

Panero sigue las reglas de Lautréamont cuando afirmaba: «Mi poesía consistirá, sólo, en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura.» La escatología, el delirio y la degeneración sexual articulan secuencias de un poderoso magnetismo, cercanas a las de Bataille y Artaud, y con un humor descarnado que podría emparentarse al de Álex de la Iglesia. La vertiente patológica del surrealismo —si existiera algo así— se define contraponiéndose al estado totalitario, la figura del Padre, la represión sexual y a cualquier sistema que atente contra el individuo. El artista moderno ejemplar es un traficante de locura: Susan Sontag.

No obstante, sigue siendo habitual que aún hoy se practique una apología de la escritura con guantes, de ritmo refinado y metáforas imbéciles. Academicista, en el mejor de los casos. Basta con dirigir la mirada hacia los colectivos de escritores, luchando por becas y premios que muchas veces no aportan ningún producto intelectual admirable, para sentir vértigo. Aquí tenemos otro tipo de constelaciones insanas, afincadas en el poder como un tumor. Esto no representaría una molestia si los autores se limitaran a romper sus escritos. Pero no lo hacen, y nos mantenemos en lucha perpetua por vigilar el fuego de los dioses —ya casi invisible; una flamita azul, por cierto. Hoy, sin embargo, a falta de insultos, bostezaré.

–Christian Núñez

EL CIRCO
Leopoldo María Panero
 
Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre
cómo se balancean los trapecios. Dos
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía.
Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma. Mi
hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.

Publicado originalmente en Origama [01.04.2014] 


13.5.14

Actualidad de la coca



Actualidad de la coca
 
Roberto Saviano (Nápoles, 1979) documenta obsesivamente el itinerario de la cocaína y sus implicaciones con la economía mundial en CeroCeroCero, una vasta investigación que no deja piedra sin levantar. El ensayo puede leerse como una topología del narco, ya que abarca territorios diversos (América, Europa y África) vinculando a sus figuras principales con los movimientos subterráneos del poder financiero, la corrupción policial y la narcoviolencia. Además interrelaciona sus alianzas, traiciones, intereses y pactos provisionales; describe a las figuras involucradas en la estructura de trabajo detallando sus funciones, y reflexiona en perspectiva aérea sobre los puntos de conexión. 

Una de las tesis principales del libro plantea que los mercados actuales giran en torno a la cocaína que, mediante el lavado de dinero, sostiene a las instituciones financieras de mayor peso. «Tanto es así que en diciembre de 2009 el entonces responsable de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Antonio Maria Costa, hizo una declaración sorprendente. Había podido comprobar –dijo– que las rentas de las organizaciones criminales habían sido el único capital de inversión líquida del que habían dispuesto algunos bancos para esquivar la quiebra. (….) Sólo las organizaciones criminales parecían tener enormes cantidades de dinero en efectivo para invertir, para blanquear».

Un ejemplo a la mano. En México, el cártel de Sinaloa compró un avión DC-9 con dinero blanqueado en uno de los mayores bancos de Estados Unidos: el Wachovia. El 10 de abril de 2006, en Ciudad del Carmen, Campeche, se confiscaron 128 maletas negras de cocaína a bordo de la aeronave, que transportaban cinco toneladas y media de la droga con valor de cien millones de dólares. Saviano reveló los vínculos entre fenómenos que aparentemente no guardan relación alguna: «Así, en México se depositaban millones de dólares en efectivo que a continuación se enviaban mediante transferencias telemáticas a cuentas del Wachovia en Estados Unidos, para comprar títulos o bienes. En numerosas ocasiones los que depositaban el dinero en las casas de cambio eran los mismos cárteles de la droga». 

La economía criminal se ve fortalecida por la crisis, y esto golpea a las ya inestables democracias. Es un círculo vicioso que involucra a nuestro país de manera especial. Tan sólo aquí, el mercado de la droga genera entre 25,000 y 50,000 millones de dólares anualmente. Saviano rastrea el origen del problema hasta llegar a Félix Gallardo, “El Padrino”, el primero en hacer negocios con el cártel de Colombia en la década de 1980. De este modo, la ruta Colombia-México-Estados Unidos se consolida como uno de los accesos más importantes y los narcos mexicanos dejan de ser transportistas para volverse distribuidores. Nacen así los cárteles administrados por ejecutivos de la droga, y Gallardo le pide a Pablo Escobar que el pago se haga con mercancía: 35% si es cargamento fácil; 50% si es difícil.

Enrique “Kiki” Camarena, agente encubierto de la DEA y guardián de Félix Gallardo, era quien se encargaba de hacerla llegar a todos lados. Una labor que pronto cobró víctimas con la destrucción de mil hectáreas de marihuana en El Búfalo, rancho ubicado en Chihuahua, propiedad de Rafael Caro Quintero. El 6 de noviembre de 1984, un ejército de 450 soldados mexicanos incinera las plantaciones. Las pérdidas rondan los 8,000 millones de dólares. Tres meses después, Camarena es secuestrado y sometido a una de las peores torturas documentadas en los archivos del narcotráfico. Y en este punto, Saviano interpreta los hechos de manera no muy optimista: «La historia de Kiki Camarena ya no debería hacer más daño, quizá ni siquiera debería contarse más porque ya es notoria. Una historia desgarradora. Una historia que se creería marginal, acaecida en una franja de tierra ignota e irrelevante. Y sin embargo es fundamental. Desearía decir que es el origen del mundo. Es necesario entender dónde nacen los gemidos del planeta Tierra contemporáneo, sus rotaciones, sus flujos, su sangre, su crueldad, su trayecto primero. Lo que vivimos hoy, la economía que regula nuestras vidas, nuestras opciones, viene determinado en mayor medida por lo que Félix Gallardo “el Padrino” y Pablo Escobar “el Mágico” decidieron e hicieron en los años ochenta que por lo que decidieron e hicieron Reagan y Gorbachov. O al menos yo lo veo así».

CeroCeroCero se construye en base a testimonios, un exhaustivo estudio documental y pasajes de transición mediante los cuales Saviano forja una estructura heterogénea y flexible. A diferencia de Gomorra, que despliega el contexto de la mafia italiana, aquí el alcance deja ser local para volverse abierto, una guerra de connotaciones globales. El estilo y las distintas estrategias adoptadas por el periodista italiano crean un efecto de inmediatez y euforia rotundas. ¿Estamos frente a una metamorfosis de las novelas de no-ficción? Al parecer, la ausencia de límites es aquí una palabra clave, toda vez que el autor ejerce pleno dominio de sus recursos y dinamita las categorías. El dato duro y la reflexión pertinente, la crónica y el relato noir, los fragmentos de entrevistas y las estadísticas, equilibran la tensión entre ideas y convicciones. Sin embargo, Saviano más que proponerse un género, entrega una obra polisémica y coral. Ubicua, como su materia de estudio.

 –Christian Núñez


CeroCeroCero
Roberto Saviano
Traducción de Mario Costa
Anagrama, 2014


  Publicado originalmente en Diario La Tempestad [13.05.2014]