«Frances Turner asimila el concepto de aislamiento
–característico del ser contemporáneo de finales del siglo XX– en el lenguaje
pictórico, tanto al presentar como número máximo tres personas en una imagen,
como al evitar que ellas se toquen. Parece que la autora quisiera proteger la
vulnerabilidad de las relaciones humanas.» El retrato psicopatológico, las conductas enfermizas y la
inversión de la regla de oro parecen ser preocupaciones de toda una generación.
La propia Turner dice: «Estoy preocupada por aquellos paisajes internos que describen
nuestra incomodidad en el cuerpo, que se inquietan con lo que somos y cómo
aparecemos frente a los otros. Los dibujos y pinturas en esta muestra hablan de
transformaciones, de relaciones entre cada uno, nuestra dependencia hacia los
otros y el poder que el cuerpo físico tiene para expresar lo inexpresable.»
Otras dos recomendaciones para entender los manejos del cuerpo son
el curso básico de autocanibalismo En mi piel (Dans ma peau,
2002) de Marina de Van, y la enseñanza musical de La pianista (2001),
adaptación que Michel Haneke hizo de la novela homónima escrita por Elfriede
Jelinek. Nuevo siglo, nuevas desviaciones: las mujeres sacan a pasear a sus
demonios, pierden el control, vuelven a sí mismas y plasman genuinos autos de
fe. Sexualidad confusa, miedo y paranoia, sadomasoquismo, ataques de
psicopatía, desencuentros magnánimos en ambientes opresivos. Job se ha vuelto
mujer, y las llagas no vienen de arriba sino de adentro. La insatisfacción
espiritual se ha somatizado en lepra. «Toda enfermedad puede llamarse
enfermedad del alma», escribía Novalis. Estas mujeres
van más lejos: «Toda enfermedad puede llamarse enfermedad del cuerpo», rectifican.
Quizá en su defensa, la propia Turner llegó a decir que «cuando se llega a la representación del
cuerpo humano expresivo, el artista libra una batalla contra los prejuicios y
las preconcepciones, contra la idea universal de que el cuerpo bello es el que
se ve sano y joven; y que la salud y la belleza son la fuente de placer
erótico. El potencial que surge de esta fijación es una paradoja cultural masiva.
Ya que lo opuesto de salud y belleza es, desde luego, la enfermedad, el paso
del tiempo y la inherente fragilidad de nuestro físico corruptible. Por eso al
final, nos encontraremos todos excluidos del reino de lo bello en una etapa u
otra.»
Si bien la pintora emplea una técnica afín a la renacentista,
siguiendo a Jan van Eyck y Jerónimo el Bosco, los tiempos actuales le exigieron
un hiperrealismo hiriente. Sus imágenes sacuden por verídicas: en ellas
reconocemos al vecino mostrando sus genitales, a la mujer todavía enamorada del
progenitor, a los flageladores, a los hermanos incestuosos. Fauna del mundo en
pleno derrumbe, como Tod Browning y su séquito de freaks, Turner
encuentra monstruos a plena luz del día, especimenes de imponente vigencia. Por
último, unas palabras de Phillipe Comar, en The Human Body. Image and
Emotion: «En la salud y en la enfermedad mientras envejecemos, nuestros
cuerpos atraviesan por muchos cambios. Qué tan a menudo estas alteraciones son
una fuente de ansiedad, confusión e intereses apremiantes, pueden ser medidos
por la frecuencia con que la literatura y el arte los aderezan.»
Y quien visite su website póstumo entenderá mejor
estas palabras.
–Christian
Núñez