Un ejercicio de santidad
Madredeus, agrupación portuguesa conformada en 1985 por Teresa
Salgueiro (voz), Pedro Ayres Magalhães (guitarra clásica), Rodrigo Leão (sintetizadores),
Fernando Judice (guitarra acústica), Gabriel Gomes (acordeón) y Francisco
Ribeiro (violonchelo), editó en 1988 su primer álbum, el entrañable Os dias
da Madredeus, con una acuarela azul en la portada (de José Alexandre
Magalhães) y un tamborcito en la parte de atrás.
Camaradas espirituales de Fernando Pessoa, los hijos de la Madre
de Dios grabaron un álbum de una languidez y una nostalgia que serán el éxtasis
de los abatidos posmodernos que todavía no lo escuchen. Melancolía,
introspección, desánimo y soledad forman el repertorio letrístico del Os
dias. En el booklet, Rodrigo Leão calificó esta ópera prima como una
victoria sobre la materia. Con el paso de los años, el grupo ha relativizado su
música, su sonido ya es muy distinto y parecen haber olvidado la dignidad de sus
primeras grabaciones (Existir, de 1990; Lisboa, un concierto en
dos discos, 1992; el excelente O espiritu da paz, 1994; y Ainda,
1995, soundtrack de la película Lisbon History, de Wim Wenders).
Antes de anunciar su separación en el 2007, la ex-vocalista Teresa
Salgueiro dijo en una entrevista que ellos no hacían fado y tampoco
reinterpretaban el género. «El fado es una música tradicional, todas nuestras
canciones son originales», comentaba. Fuera de eso, suenan a fado, género que
se popularizó con Amália Rodrigues, una de las voces fundamentales del
repertorio (el Fado Amalia, un agasajo). Acerca del nombre que los identifica, viene
porque en sus inicios ensayaban dentro del Teatro Ibérico, que antes había sido
una antigua iglesia, el Convento de Madredeus.
La tristeza del Os dias se siente con mayor ahínco en los
temas As montanhas, A sombra, A vaca do fogo, A
península, A cantiga do campo y Amanhá. La culpa de tanta saudade
la tiene el acordeón. Trazar un paralelismo entre la música de Madredeus y las
composiciones de Astor Piazzolla resulta pertinente, no tanto por el sonido, sino por la ruta estética. El
sentimiento de frustración por lo que nunca fue, nunca ha sido y nunca será, la
añoranza, el tedio, las ganas de irse a otros mundos, deshabitados,
preferentemente, con un cigarrillo a medias. Piazzolla introdujo en el tango
elementos de música orquestal, transportándolo a niveles olímpicos: la base fue
siempre el bandoneón. Las primeras grabaciones de Madredeus privilegian la
figura del acordeón y ganan piezas concisas, perfectas para el llanto, en gran
parte debidas al andamiaje técnico.
«Lloro sobre mis páginas imperfectas, pero quienes vengan mañana,
si las leen, sentirán más con mi llanto de lo que sentirían con la perfección,
si yo pudiera conseguirla, porque me privaría de llorar y por eso incluso de
escribir. El que es perfecto no se manifiesta. El santo llora, y es humano.
Dios está callado. Por eso podemos amar al santo, pero no podemos amar a Dios.»
(Bernardo Soares, Libro del Desasosiego).
Os dias da Madredeus: un ejercicio de santidad.
–Christian Núñez