Cuando termina de jugar The Last Of Us, el gamer toma la palabra. Siente que ya no necesita
otro título pues difícilmente habrá un buen sustituto, y preferiría [aún está
conmocionado] apagar el PS3 hasta el próximo acontecimiento asombroso. La
experiencia supera el plano del entretenimiento, con un nivel de inmersión
extraordinario. Impecable narrativa [deudora de La carretera, de Cormac McCarthy], soberbia calidad gráfica y un
score intenso de Gustavo Santaolalla ponen el listón muy alto para la siguiente
generación de consolas. Naughty Dog consiguió su obra maestra, dice el gamer.
Punto.
Más o menos eso es lo que está en el aire, y las
revistas especializadas lo traducen a una pavorosa terminología técnica. The
Last Of Us marca un antes y un después en el desarrollo de los videojuegos.
Permite imaginar lo que todavía nos falta por ver, ofreciéndonos una gama de
situaciones, personajes, sentimientos y desgracias demasiado humanas. Pero no
olvidemos que es un producto interactivo que partió de un largo proceso de
construcción visual y conceptual. Neil Druckmann y Bruce Straley, director
creativo y director del videojuego respectivamente, nos revelan en The Art Of
The Last Of Us cómo forjaron el universo de la historia, desde las
múltiples versiones de los personajes hasta la aplicación del claroscuro en los
escenarios destruidos.
Ya que se trata de un survival horror cuyo
eje temporal se ubica veinte años después de una pandemia a causa de la
mutación de un hongo [el Cordyceps unilateralis], The Last Of Us
maneja un tono postapocalíptico sui generis. En realidad, a lo largo del
viaje que emprenden los protagonistas—Joel y Ellie—, no existe garantía de que
encuentren una cura, por más que pongan su mayor esfuerzo en localizar a los
Luciérnagas, el grupo rebelde paramilitar que podría contribuir a una solución.
Pero se trata de seguir avanzando, de enfrentar hordas de zombis mutados por el
virus a diferentes niveles, de sobrevivir. Y el viaje evidenciará una
Norteamérica infestada no sólo de muertos vivientes, sino de pesimismo y
desolación.
Ahora bien, el mérito de la parábola estriba en su
contención, en una sincronía perfecta entre austeridad y dramatismo, directamente
proporcionales uno al otro. Seremos testigos de cómo la adolescente y su
protector, entre matanzas y decepciones, van desplegando capas de matices
psicológicos/emocionales con absoluta naturalidad cinematográfica. Sin duda, la
participación de actores [Troy Baker y Ashley Johnson en los roles principales]
le inyectó densidad al argumento. Los que conozcan el tipo de violencia que
maneja McCarthy en su novela y la solitaria geografía de sus escenarios van a
sentir un aire de familia con las atmósferas del juego: bodegas, pueblos,
calles y acueductos que exhalan olor a podredumbre.
The Art Of The Last Of Us funge como un making
of que aportará ideas y nuevos enfoques a los diseñadores, creativos,
artistas visuales y fans sobre uno de los videojuegos más relevantes de la
generación que ya está por finalizar. Y de qué manera.