A la luz de A Moon Shaped Pool, el nuevo LP de Radiohead, repasamos su discografía.
Detalle y fragmento. El 21 de mayo de 1997 fue el Día D en la discografía de Radiohead. Al tercer intento por pensar fuera de la caja—tras el mediano Pablo Honey (1993) y el entusiasta The Bends (1995)—, habían creado una obra maestra. Un caballo de Troya en el valle de la música. OK Computer es una experiencia que se desmarca de los cánones comerciales y abre la puerta a otra dimensión emocional. Un esfuerzo extra que sigue marcando distancia. Ahora, con la salida de A Moon Shaped Pool sin campaña mediática, se confirma que la banda de Oxford vuela a su ritmo y tan alto como le place.
Luego vendrían dos ladrillos adicionales al edificio—Kid A (2000) y Amnesiac (2001)—que conforma la trilogía del fragmento. Entrar a ese búnker de pasadizos tintineantes, habitaciones desordenadas y oraciones en múltiples idiomas puede ser liberador o kafkiano, según cada viajero. Son estrategias que ocultan un profundo cuestionamiento al siglo XXI a través del sonido. Recuerdan, en ocasiones, la obsesión de Gonçalo Tavares y Elias Canetti por el poder y el control de masas. Activan las luces rojas en la carretera de la confusión neoliberal. Evocan a Goya: el sueño de la razón produce monstruos.
Dos figuras clave para entender la arquitectura sonora de Radiohead son Nigel Godrich, su productor de cabecera, y el diseñador Stanley Donwood. Las técnicas empleadas en el imaginario visual incluyen pintura, gráfica, dibujo y collage. Se trata de traducciones pesadillescas a otro lenguaje bajo un mismo sistema de símbolos, una misma pulsión inconsciente. De pronto, a la distancia, cada álbum de la banda pareciera una sesión de psicoanálisis, con sus fases maniaco-depresivas, sus crisis de pánico intermitentes y teorías conspiranoicas esquizoides. Godrich funge como maestro de ceremonias—o demiurgo.
Hail to the Thief (2003), In Rainbows (2007) y The King Of Limbs (2011) dejan constancia del pleno dominio que Radiohead tiene de sus demonios. En la etapa que precede al nuevo material, la experimentación continúa marcando el ritmo, y los acordes de Thom Yorke & Compañía suenan vibrantes. Piezas magníficas como Sit Down. Stand Up denuncian lo orwelliano del mundo actual, pero Weird Fishes, Arpeggio apunta que la calma puede ser una isla útil para fumarse un cigarro. Así serán los días del futuro: discordantes, oscuros. Radiohead madura como los mejores vinos y, en medio del caos, los androides sonríen orgullosos.
Publicado originalmente
en
FAHRENHEITº Magazine [18.05.2016]