Después de 4 años de espera, Frank Ocean lanzó su
segundo álbum de estudio. Blonde
(2016), una producción limpia y bien trabajada, toma distancia de su trabajo anterior.
Esta nueva entrega opera desde la emoción, crea atmósferas mucho más
envolventes, juega con las estructuras líricas, amplia los coros y los hace
flotar sobre arreglos serenos e introspectivos. En un esfuerzo que también las
torna confusas, sus historias se narran desde varios puntos de vista. Tal vez
no te haga moverte tanto como el Channel Orange, pero Blonde toca fibras más
profundas. Te obliga a prestarle
atención. Las melodías que construye Ocean son el mejor vehículo para sus
letras cargadas de subjetividad. Si tuviéramos que ponerle un nominativo a este
disco, sería el de Música para
beber café mientras llueve más que la de Fiesta loca de sábado por la
noche.
El estilo de Ocean refleja una tendencia low
profile. Infancia, vida familiar y relaciones románticas forman parte del
recorrido, pero sabemos que no le gusta estar bajo el reflector. Por ello, este
año no pondrá a consideración su música en los Grammys. En una rara entrevista
para el New York Times [15.11.2016], mencionaba que a partir del
reencuentro con un amigo de la niñez decidió darle un giro a su producción y
volverla más íntima. La idea era desmarcarse del álbum previo—el cual fue
grabado en dos semanas y no le permitió bucear lo suficiente en honduras
subjetivas. “La manera en la que experimentamos la memoria, a veces, no es
lineal”, señalaba.
Los cambios también fueron estratégicos. Recontrató
a todo su equipo de trabajo y libró una batalla legal con Def Jam durante
varios años para renegociar su contrato. La publicación de su placa abarcó tres
formatos distintos. El primero, Endless,
consiste en un álbum visual donde vemos a un Ocean performancero en blanco y
negro construyendo escaleras que no llevan a ninguna parte. El segundo es el
álbum musical Blonde,
lanzado de manera independiente. Y el tercero, el fanzine/revista Boys Don’t Cry.
Como la vida, este material tampoco es perfecto. No
todas las canciones son inmaculadas obras de arte. Por lo que me limitaré a
profundizar en las más relevantes. En Nikes, el sonido de unos
sintetizadores nos abren las puertas a una atmósfera en repetición y un beat lento e hipnótico que
nos guía misteriosamente. Una voz aguda habla de una cultura hedonista
obsesionada con la famosa marca de tenis deportivos. Lo único que quieres son Nikes /
pero los originales / como tú / como yo. Pink + White es ideal para mecerse
en una silla con los ojos cerrados; una canción redonda. Self Control evoluciona hacia
un mantra épico y etéreo. Alrededor del minuto 2:50, vas a caminar alrededor de
tu casa preguntándote ¿qué es
esta brujería? En Godspeed,
encontrarás un hermoso gospel contemporáneo. Nights incluye un coro súper
nostálgico y pegajoso, ideal para ver pasar la ciudad por la ventana del
autobús.
Blonde exige constantes revisiones. En sus
mejores momentos, estamos frente a una artesanía auditiva. Melodías pegajosas
que arden un poquito, semillas auditivas para una cosecha interior.