Mostrando las entradas con la etiqueta Rap. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Rap. Mostrar todas las entradas

enero 22, 2017

god is in the house

 

ARTE
EN TERRITORIO
ISRAELÍ-PALESTINO




La cobertura de los medios ha polarizado la ocupación israelí en territorio palestino de forma sistemática. En estos apuntes marginales, CONEJOBELGA propone abordar las expresiones artísticas derivadas del conflicto, sin ánimo de plegarse a una ideología, un mapa geopolítico o una revelación súbita. Las epifanías son peligrosas.

1) La reflexión que la investigadora Ritsuko Akagi nos ofrece en un episodio de Neon Genesis Evangelion sobre la homeostasis y la transistasis es conveniente para un opening. Dicho yin-yang biológico representa dos fuerzas en pugna, el cambio y la estabilidad. “El poder de conservar el estado actual, y el poder de cambiar. Lo único que posee estas propiedades contradictorias es la vida”, sostiene.

El conflicto entre Israel y Palestina plantea un problema de religiones monoteístas tan robustas como los móai de la Isla de Pascua. Cada adversario defiende un territorio que representa su verdad metafísica. Hay ejércitos invisibles de ángeles y misiles en las alturas, soldados que vigilan los muros y profetas que explotan en la tierra. Los tiempos cambian, pero el conflicto permanece intacto, asomando los dientes afilados igual que un xenomorfo.
  
Esta guerra ha provocado la matanza de civiles en ambos bandos—entre ellos niños y adolescentes—y un profundo antisemitismo en Europa. Esta guerra también ha impulsado el alzamiento de Hamás [Movimiento de Resistencia Islámica] en la región de Palestina desde 2006, y de numerosos ataques militares. Ha puesto a la Franja de Gaza en situaciones extremas. Ha generado, en fin, un clima artístico radical.



2) “¿Has oído la historia del Dilema del Erizo? Aun cuando quieran calentarse entre ellos, mientras más se acercan, más daño se hacen. Con las personas pasa lo mismo”, dice la doctora Ritsuko en otra de sus intervenciones.

La fricción entre Israel y Palestina genera discursos de protesta con ramificaciones rítmicas. Una de ellas, valiente y disruptiva, es el rap. DAM [acrónimo de Da Arabian MCs] está conformado por los hermanos Suhell + Tamer Nafar + Mahmoud   Jreri. Sus canciones en árabe, hebreo e inglés se inspiran en historias de resistencia, con alusiones al contexto social palestino y la cultura pop. ¿Cómo puedo ser yo un terrorista si eres tú el que ha ocupado mi país?, reclaman en Meen erhabi (¿Quién es el terrorista?) y nos parece oír una denuncia legítima.

En la misma línea, el documental Slingshot Hip Hop (2008), dirigido por Jackie Reem Salloum, registra los testimonios de creadores jóvenes que viven en Gaza, Cisjordania e Israel, incluyendo a DAM entre sus filas. Naturalmente, la politización irriga el imaginario de estos chicos. Channels Of Rage (2003) es otro documental, dirigido por Anat Halachmi, que nos muestra el vínculo amistoso entre Subliminal—un rapero israelí—y Tamer Nafar.

   
3) Viene a cuento una observación del filósofo esloveno Slavoj Žižek. En Mayo de 2002 [The London Review Of Books, vol. 24, núm. 10], señalaba que «cuando el Ejército israelí ataca a la policía palestina y destruye sistemáticamente la infraestructura palestina, en lo que Israel describe como una operación “bélica”, la resistencia palestina aparece citada como prueba de que nos enfrentamos a terroristas. Esta misma paradoja está inscrita en la propia noción de “la guerra contra el terrorismo”: una extraña guerra en la que se criminaliza al enemigo si éste se defiende y responde a la violencia con más violencia. (…) La característica más ominosa que subyace en todos estos fenómenos es la universalización metafórica del significante “terrorismo”. El último mensaje lanzado por la televisión norteamericana en contra de las drogas dice: “¡Cuando compras drogas, estás dando dinero a terroristas!” Se eleva entonces la noción de “terrorismo” a un nivel en el que se convierte en el común denominador de todos los males sociales.»
Lo anterior recuerda la guerra contra el narcotráfico del ex presidente Felipe Calderón en México, que provocó unos 70,000 muertos durante su sexenio 2006-2012. En nombre de una idea se libra una batalla de significantes. Y como en 1984, todo lo que va contra el partido se convierte en nobueno por default.


4) Banksy ha denunciado en un par de ocasiones la situación de Palestina in situ. La primera, en 2005, cuando pintó sobre el muro construido por Israel a una niña que se eleva con un globo de helio, burlando los límites territoriales. La segunda tuvo lugar el 25 de Febrero de 2015, en su canal de YouTube. Allí posteó un video [Make this year YOU discover a new destination] en el que denuncia el trato hacia los palestinos en Gaza, donde intervino varias paredes derruidas. El tono imita el de los anuncios publicitarios con una socarronería ejemplar.

El Museo Palestino, cuyo propósito es preservar y celebrar la historia, cultura y sociedad de la Palestina moderna, abrió sus puertas en Mayo de 2016, en las inmediaciones de Birzeit. La consultora inglesa VentureThree se inspiró en el concepto de diálogo para crear la marca, y el sitio web del recinto cultural aloja la serie colectiva In The Presence Of The Holy See, que consiste en collages de pinturas clásicas y fotografías del conflicto israelí-palestino llenas de paralelismos dolorosos.

En el mismo orden de ideas, Tawfik Gebreel, un arquitecto palestino residente en Gaza, reinterpreta las fotografías de las humaredas provocadas por los ataques israelíes empleando un ligero toque de optimismo y humor. Otra forma de subvertir el significante.


5) El proyecto No Somos Números, organizado por la Red Euromediterránea de Derechos Humanos, generó una plataforma para que los escritores jóvenes de Gaza relaten con sus propias palabras lo que está ocurriendo allí. En entrevista para el sitio palestinalibre, una escritora con 23 años en ese entonces, llamada Eman Basher, nos dice: «Me gustaría vivir en un país en el que yo no beba agua pensando que es vinagre, por su apariencia obscura. Me gustaría un país en el que no pasen 23 años sin visitar Jerusalén, mi capital, ni siquiera una vez. Me gustaría un país en el que no voy a decir a mis hijos que he sobrevivido a tres guerras. Y me gustaría un país en el que pudiera tener una conversación con usted libremente por el teléfono sin temor a que la batería se vaya a morir en cualquier momento.»

También a nosotros.


6) Existe en el cómic de autor una sustanciosa producción de obras que abordan el conflicto entre Palestina e Israel con resultados asombrosos. Si tienes oportunidad, revisa las Notas al pie de Gaza (2010), de Joe Sacco, que documenta una matanza de civiles palestinos en Jan Yunis. Saltar el muro (2013), de Maximilien Leroy, ilustra la vida del joven Mahmoud Abu Srour, y es una verdadera joya. Palestina—Un vistazo al pasado, una mirada al presente (2013), de Bernardo Vergara, se puede leer de forma gratuita gracias a su licencia en Creative Commons.

El ensayo La industria del Holocausto—Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío (Akal, 2014), de Norman Finkelstein, arroja luz sobre la situación privilegiada del pueblo judío y cómo ha usado la memoria del holocausto para justificar sus políticas, principalmente a partir de la guerra árabe-israelí de 1967. Un ensayo incómodo, por decir lo menos.

Del otro lado, el escritor israelí Yishai Sarid pone sobre la mesa los hilos que mueven las fibras interiores del conflicto. Su novela El poeta de Gaza (Mondadori, 2013) ha ganado el Gran Premio de Literatura Policiaca de Francia 2011.

¿Y qué decir de Sumisión (Anagrama, 2015), la provocadora novela de Michel Houellebecq en la que se vislumbra una Francia convertida al islam? Tras los atentados a la redacción de Charlie Hebdo y de Noviembre 13 en el Bataclan [2015], es una lectura obligada.


7) En la sección de experiencias cinematográficas hay un catálogo generoso. Filmes como Omar (2013), de Hany Abu-Assad o Inch’ Alla (2012), de la canadiense Anaïs Barbeau-Lavalette, desarrollan historias de amor y dramatismo en geografías inhóspitas. También de Abu-Assad, Paradise Now (2005) relata la historia de dos amigos palestinos dispuestos a cometer un atentado suicida en Tel Aviv. Oh Jerusalén (2006) plantea con vocación de telefilme el origen de Israel en 1948. Y Eran Riklis denuncia el sistema legal israelí en Los limoneros (2008), donde una mujer protegerá su jardín ante la llegada del ministro de Defensa a su nuevo hogar.

8) Spoiler. Por cierto, a la doctora Ritsuko la asesinó su propio jefe, el comandante Gendo Ikari, de quien estaba enamorada. Le disparó a quemarropa mientras su corazón latía con fuerza. Fue un epílogo que ni ella pudo prever.



IMÁGENES:
In The Presence Of The Holy See: Cruxifiction of Saint Peter by Caravaggio (ca. 1601)/Palestinian peasants attacked by israeli settlers, photo by Alexandra Boulat (2006)
Slingshot Hip Hop (2008), movie poster
Balloom Girl by Banksy, 2005
Photo by Tawfik Gebreel, 2014
Saltar el muro (2013), by Maximilien Leroy
Omar (2013), movie poster
In The Presence Of The Holy See: The Deposition by Raphaello (c. 1507)/Israeli soldiers kill a Palestinian and detain others, photo by Alexandra Boulat (2002)

 

enero 06, 2017

el revival del rythm & blues


Con Malibu, Anderson Paak entrega un material versátil y renovador.

En años recientes muchos artistas se han acercado a géneros clásicos como el rythm & blues, el soul y el hip hop. Su aproximación resulta en una hibridación musical solo a veces exitosa. Pero lo que es innegable es que estamos viviendo una suerte de era dorada en la revitalización del r&b gracias a la frescura de artistas como Raphael Saadiq, Frank Ocean, Childish Gambino y The Internet. En esta ocasión hablaremos del campeón de la hibridación de géneros y saltos generacionales, Anderson Paak, y su álbum Malibu.

Una de las principales fortalezas de Paak consiste en hacer buena música en distintos estilos musicales. Estamos frente a una obra llena de ritmos infecciosos. La manera en la que construye melodías nos habla de un artista que hay que tener en la mira, no solo por su manera de sonar relajado sin ser cursi, sino porque sus canciones no caen en el lugar común del pop genérico. La arquitectura de sus canciones cargadas de letras honestas y personales flota sobre ritmos de hip hop que se bifurcan. Letras que nos hablan de su hermana cantando a Whitney Houston, de su primer par de tenis o de su papá tras las rejas.

Estamos frente a una obra
llena de ritmos infecciosos.

La voz de Anderson—rasposa, áspera y muy distintiva—fluye hermosamente cuando rapea y funciona mejor cuando canta, pero sin duda la manera en la que combina estos dos aspectos es la clave de su versátil magia. Mi prescripción es:
Bird, una canción con un arreglo de guitarra en repetición y trompetas suaves como caricias.
Heart Dont Stand A Chance, una joyita con una sección de ritmos difícil de ignorar.
Put Me Thru, un track alegre, guiado por el piano y la extraordinaria voz de Paak.
Am I Wrong: neo disco altamente bailable.
Lite Weight, otra joyita un poco más lenta, acompañada por coros que afectan el cuerpo invitando al movimiento.
Come Down. La canción con más estilo del álbum.
Sillicon Valley. ¿Una balada perreable?

Paak se rodea de su banda The Free Nationals y, además de ser vocalista, toca la batería. Cuando ves sus videos en vivo con una sonrisa en el rostro, no puedes dejar de pensar en una suerte de Stevie Wonder hipster.
Una placa de imaginación celeste
con los pies sobre la tierra.

Malibu es una propuesta arriesgada, pero no en un estilo espectacular de grandilocuencia vacía, sino desde una aproximación honesta, de imaginación celeste con los pies sobre la tierra. El camino que traza nos propone al músico como renovador de géneros. Como alguien que devora de la cultura popular para vomitar algo muy suyo.



Malibu
Anderson Paak
Steel Wool + OBE + Art Club + Empire, 2016



diciembre 31, 2016

¡se acabó el 2016!


 
Hola mamá, soy la Parca 
Este año me dediqué a leer todo lo que no había leído. Vi muchas series. Descubrí que el perreo no es tan malo. Comencé mis colaboraciones con el conejo de Bélgica. Hablamos de los interesantes cambios que sufren los personajes principales de True Detective. Del sonido muy pegajoso y agradable que The Internet encapsuló en Ego Death. Ahondamos en las tribulaciones personales de Frank Ocean. Y exploramos dos maneras de lidiar con el dolor, sugeridas por Jean Marc Vallée. Se nos fueron Ziggy Stardust y la Princesa Leia. Y nos quedamos con un presidente bocón en el país vecino. Pero desde nuestra trinchera seguiremos resistiendo, escribiendo nuestra segunda escuela: la cultura popular. Salud y feliz año nuevo.

—José Luis Bojórquez


Christmas by Chris 
Diciembre no me fascina, pero este fin de año se está desvaneciendo rápidamente. En los últimos días vi dos películas con personajes jóvenes y confundidos: The Tribe y American Honey. También regresé a The Babadook y estuve a un paso de enamorarme de Midna, la Princesa Crepúsculo de Zelda Twilight Princess HD. Comprendí que ya no necesito más videojuegos de WiiU, porque pronto viene el Switch. Ojalá que Nintendo no defraude. Me acerqué a las artes ocultas leyendo Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez—excelente libro de terror urbano—y obtuve un máster en frijoles con chipotle y miel (ingrediente secreto). Le obsequié una bolsa de dulces a mi abuela de 90 años, lúcida y efervescente, y escuché la discografía completa de Moonspell. Brindo por eso. 2017: Ya estoy listo.

—Christian Núñez

 
Infinitas gracias, lectores.
¡Nos vemos en 2017!




noviembre 29, 2016

frank ocean_los chicos también lloran


 Frank Ocean es pura artesanía auditiva.
  
Después de 4 años de espera, Frank Ocean lanzó su segundo álbum de estudio. Blonde (2016), una producción limpia y bien trabajada, toma distancia de su trabajo anterior. Esta nueva entrega opera desde la emoción, crea atmósferas mucho más envolventes, juega con las estructuras líricas, amplia los coros y los hace flotar sobre arreglos serenos e introspectivos. En un esfuerzo que también las torna confusas, sus historias se narran desde varios puntos de vista. Tal vez no te haga moverte tanto como el Channel Orange, pero Blonde toca fibras más profundas. Te obliga a prestarle atención. Las melodías que construye Ocean son el mejor vehículo para sus letras cargadas de subjetividad. Si tuviéramos que ponerle un nominativo a este disco, sería el de Música para beber café mientras llueve más que la de Fiesta loca de sábado por la noche.

El estilo de Ocean refleja una tendencia low profile. Infancia, vida familiar y relaciones románticas forman parte del recorrido, pero sabemos que no le gusta estar bajo el reflector. Por ello, este año no pondrá a consideración su música en los Grammys. En una rara entrevista para el New York Times [15.11.2016], decía que a partir del reencuentro con un amigo de la niñez decidió darle un giro a su producción y volverla más íntima. La idea era desmarcarse del álbum previo, el cual fue grabado en dos semanas y no le permitió bucear lo suficiente en honduras subjetivas. “La manera en la que experimentamos la memoria, a veces, no es lineal”, señalaba. 

Los cambios también fueron estratégicos. Recontrató a todo su equipo de trabajo y libró una batalla legal con Def Jam durante varios años para renegociar su contrato. La publicación de su placa abarcó tres formatos distintos. El primero, Endless, consiste en un álbum visual donde vemos a un Ocean performancero en blanco y negro construyendo escaleras que no llevan a ninguna parte. El segundo es el álbum musical Blonde, lanzado de manera independiente. Y el tercero, el fanzine/revista Boys Don’t Cry.
 
Como la vida, este material tampoco es perfecto. No todas las canciones son inmaculadas obras de arte. Por lo que me limitaré a profundizar en las más relevantes. En Nikes, el sonido de unos sintetizadores nos abren las puertas a una atmósfera en repetición y un beat lento e hipnótico que nos guía misteriosamente. Una voz aguda habla de una cultura hedonista obsesionada con la famosa marca de tenis deportivos. Lo único que quieres son Nikes / pero los originales / como tú / como yo. Pink + White es ideal para mecerse en una silla con los ojos cerrados; una canción redonda. Self Control evoluciona hacia un mantra épico y etéreo. Alrededor del minuto 2:50, vas a caminar alrededor de tu casa preguntándote ¿qué es esta brujería? En Godspeed, encontrarás un hermoso gospel contemporáneo. Nights incluye un coro súper nostálgico y pegajoso, ideal para ver pasar la ciudad por la ventana del autobús.

Blonde exige constantes revisiones. En sus mejores momentos, estamos frente a una artesanía auditiva. Melodías pegajosas que arden un poquito, semillas auditivas para una cosecha interior.

Blonde
Frank Ocean
Def Jam/Boys Don’t Cry, 2016