Producida bajo el régimen de Stalin, Man with a movie
camera (del ruso Celovek kinoapparatom) se construye con
pulso hipnótico y pertenece a la tradición de las sinfonías de grandes
ciudades, como ciertas películas de Ruttman, Ivens o Murnau. The Cinematic
Orchestra grabó una banda sonora vanguardista sorprendente. El tracklist,
de 17 temas, recicla del álbum Every day (2002) varias melodías con
arreglos nuevos y sin voces. Destacan The awakening of a woman (Burnout),
Evolution (Versao portuense), Work it! (The man with a movie camera), Theme
de Yoyo y All things. Por sí solo, el filme envuelve un lirismo
desbordante y el score, editado por Ninja Tune en el 2003, lo exalta.
En La mirada perdida-Elogio del cine mudo,
Houellebecq afirma: «El
cine mudo veía abrirse ante él un inmenso espacio: no era solo una
investigación de los sentimientos humanos; no solo una investigación de los
movimientos del mundo; su mayor ambición era constituir una investigación de
las condiciones de la percepción. La distinción entre el fondo y la figura es
la base de nuestras representaciones; pero también, de modo más misterioso,
nuestro espíritu busca su camino en el mundo entre la figura y el movimiento,
entre la forma y el proceso que la engendra; de ahí esa sensación casi
hipnótica que nos invade delante de una forma inmóvil engendrada por un
movimiento perpetuo, como las ondas estacionarias en la superficie de un
charco. ¿Que ha quedado de todo esto después de 1930? Algunas huellas, sobre
todo en las obras de los cineastas que empezaron a trabajar en la época del
cine mudo (la muerte de Kurosawa es más que la muerte de un hombre); algunos
instantes en películas experimentales, en documentales científicos, incluso en
series (Australia, estrenada hace unos pocos años, es un ejemplo). Es
fácil reconocer esos instantes: en ellos, cualquier palabra es imposible; la
música misma se vuelve un poco kitsch, pesada, vulgar. Nos convertimos en pura
percepción; el mundo aparece en su inmanencia. Nos sentimos muy felices, con
una felicidad extraña. Enamorarse también puede provocar esa clase de efectos.»
Dato curioso: el verdadero nombre de Dziga Vertov era
Denis Arkadievitch Kaufman.