7.11.19

eusebio ruvalcaba_la ley de la cerveza



Eusebio Ruvalcaba es tajante en sus ensayos. Unas cervezas bastan para que la crudeza del hombre salga por los poros de su cuerpo, humedeciendo las servilletas de papel barato. Reseñamos Una cerveza de nombre Derrota.


VIEJOS CONOCIDOS
Para los visitantes habituales de bibliotecas o librerías es casi obligatorio tener un buen ojo, además de un instinto nato para encontrar algo más allá de las portadas atractivas o los títulos seductores que en muchas ocasiones llegan a ser lo único de valor que ese libro puede ofrecer. Otra práctica común es revisar siempre el mismo estante. Esto es para los más conservadores: sujetos metódicos que tienen varios minutos de su vida planificados con cautela y precisión. Por otra parte, están los más atrevidos, aquellos que conceden oportunidades a cualquier material que se les cruce, sin importar los efectos secundarios. Y luego estamos los que fallamos en todo eso. No me molesta admitirlo, pero soy casi ciego cuando entro a las bibliotecas o librerías. Demasiadas palabras, mensajes y códigos que descifrar. Debido a esto, me alegra encontrar un nombre familiar, aun en las estanterías más inverosímiles. Es como toparte con un viejo amigo en una fiesta concurrida en donde no conoces a nadie y en la que estar quieto en un rincón no es una opción.
 
UNA CERVEZA, POR FAVOR 
Así es como llegué a este libro, Una cerveza de nombre Derrota. Ruvalcaba no era un desconocido para mí. Trabajos anteriores como 52 tips para escribir claro y entendible, que me sirvió en mis primeros intentos de escribir algo, y un par de novelas como El portador de la fe y Un hilito de sangre, ya habían pasado frente a mis narices en otras ocasiones, aunque solo el primer título fue el que consiguió atraparme.

La honestidad con la que el autor se desenvuelve al compartir sus consejos a los escritores más novatos fue el principal motivo por el que pude empezar a leer sin detenerme. A diferencia de sus novelas, su prosa ensayística desbordaba personalidad, y a pesar de que también se trata de un artificio, es tan verosímil que te atrapa. Esta misma honestidad se repite en Una cerveza de nombre Derrota, una colección de breves ensayos en los que apremia un carisma que desvanece límites, tanto morales como filosóficos, y desafía al lector.
  


PARA TODO HAY LUGAR
El libro se divide en cuatro secciones, enumeradas y que mantienen una continuidad. No hay un tema principal por cada apartado; los temas que le importan al autor se repiten y mezclan conforme avanza la lectura. El cuerpo, el amor, la cerveza, los hijos, los vicios, el dolor, las mujeres, la literatura, el arte. Ruvalcaba revisa, desde lo mental hasta lo carnal, cada uno de estos tópicos. Pero no solo como una excusa para escribir al respecto, en cada una de sus líneas se nota un cúmulo de experiencias y deseos, así como un juego constante para engañar al lector, provocarlo, incomodarlo.  

SI HAS LLEGADO A ESTE PUNTO, ERES UN MORBOSO...
Eusebio, el de los ensayos, llena sus párrafos con afirmaciones que muchos pueden percibir como desagradables. Ve y escribe el mundo desde una visión pesimista y cruda. Las diversiones que se permite siempre son ácidas, nada es sagrado para un habitual consumidor de la Derrota. No hay espacio para romantizar. Sin embargo, el humor se desborda. La ausencia de espacios sagrados permite ver lo que ignoramos en nuestras acciones más humanas, razonamientos tan extraños como encontrar un buen compañero de borracheras en el hombre que ha tenido sexo con tu mujer, todo por el gusto de compartir. O los muchos motivos para beber ron, porque no siempre alcanza para un whisky. Incluso las ficciones que hace compartiendo un trago con personajes como Mozart o Wagner gozan de una verosimilitud tangible, pareciera incluso que somos los cómplices que escuchan, recordando, esa vieja anécdota que desata risas colectivas.
 
… O UN DERROTADO
Al menos estos ensayos nos dejan en claro algo: la derrota se debe tomar de la mejor manera, con un brindis y con historias para hacer una antología. Ruvalcaba nos enseña que detrás de un derrotado hay una confesión que nos libera de nuestra pesadumbre, que renueva la vista y agudiza el oído, ya sea para escuchar buena música, o un concierto completo que armonice con los gemidos compartidos que solo el buen sexo puede entregar. Una derrota no es tan mala, sobre todo si es con cerveza, y se sirve fría.



Una cerveza de nombre Derrota
Eusebio Ruvalcaba
Almadía, 2005