6.3.14

tyrannosaur_cuando las bestias caen



Paddy Considine revela los contrastes 
de la violencia y la redención.


En Tyrannosaur (2011), Paddy Considine amplía su cortometraje Dog Altogether (2007) para estructurar una historia de redención con un acercamiento sin concesiones a la violencia. Joseph [Peter Mullan] es un viudo/borracho/resentido que se cruza con Hannah [Olivia Colman] al entrar a su tienda de caridad, una mujer en los treinta que se ha casado con un cristiano golpeador, mentalmente tronado [Eddie Marsan]. Lo que un guionista estándar habría convertido en melodrama de serie B, Considine lo lleva a niveles asombrosos debido a un argumento que da giros precisos y a las sobresalientes actuaciones en general. Todo significa algo, y en esa zona de sutilezas casuales y gestos tenues las motivaciones de los personajes nos arrojan puñetazos en el rostro. Emergen subtramas terribles, como la de Samuel, hijo de una vecina de Joseph, cuyo padrastro—pit bull incluido—le cambiará la vida en un accidente de lamentables consecuencias. O la del amigo que está muriéndose de cáncer y teme irse al infierno.  




Considine observa la imprevisibilidad de los actos humanos. El que parece un cristiano intachable es un pervertido hijo de puta, y el hijo de puta es un cabrón generoso, y la mujer caritativa es alcohólica, y el alcohólico el mejor de los amigos. Nadie sale ileso, ni siquiera Sam, por lo que no debemos aplicar estereotipos a los personajes; pueden darnos más de un susto. La anécdota de la violencia encuentra su figura emblemática en los perros, y Joseph reflexiona al respecto—paralelismo espontáneo a Masa y poder de Canetti—cuando explica con su habitual sabiduría post-catástrofe: Un animal que soporta tanto castigo y humillación sin poder morder, ataca. Es su instinto. Golpes físicos y psicológicos, cicatrices de viejas heridas, corazones arrancados de cuajo entre vivencias traumáticas: un filme demasiado parecido a la vida. Y de repente, chispazos de breves satisfacciones. La secuencia del bar en la que los deudos honran la muerte del compañero canceroso refleja el lado opuesto de la miseria.

Otra de las cualidades de esta enorme bestia herida es el manejo del tiempo y de la introspección mediante un uso inteligente de la voz en off. La amalgama de emociones se descuadra del típico esquema introducción-nudo-desenlace, ofreciéndonos un ritmo pausado y creciente, que sube y vuelve a bajar como en oleadas de ira súbita. El epílogo nos eleva hasta el desastre y contagia una amargura serena porque se reduce a un flashback en el que la desgracia se ha manifestado y nada podemos hacer. Patetismo que no acude a la sensiblería y tampoco se sobrecarga (Considine no es von Trier). El estoico Joseph da muestras de una honestidad superior y logra recomenzar. Philippe Nahon, en la memorable Solo contra todos de Gaspar Noé, resuelve sus conflictos por una vía análoga. Como dato significativo, Tyrannosaur recibió numerosos premios a su paso por los festivales de cine independiente y es de esas películas que, al contrario de tantos blockbusters, uno podrá disfrutar sin problema en más de una ocasión. Si nuestro masoquismo así lo reclama.


Tyrannosaur
Paddy Considine
Strand Releasing, 2011