El Super Nintendo Entertainment System
(SNES) inauguró la época dorada de los videojuegos. Perteneciente a la cuarta
generación de consolas (1987-1994), junto al Sega Mega Drive, se caracterizó
por su atractivo catálogo de títulos, hoy verdaderos clásicos. Aquí repasamos
algunos de ellos y sus magníficas bandas sonoras.
UNO.
Axelay
(1992) es considerado uno de los padres fundadores del género de los shoot ‘em
ups para SNES, junto a Gradius III de Konami. Destaca por su excelente
banda sonora, compuesta por Taru Kudo, con temas ambientales que lo mismo
remiten a una colonia de armamento extraterrestre (Colony), la soledad
luminosa de una ciudad futurista (Mother), la extravagancia de una gruta
llena de criaturas letales (Silence) o al infierno volcánico interestelar
(Burning). Música extraordinaria, escenarios en scroll horizontal y
vertical, jefes imponentes y ritmo dinámico son atributos que permiten un
gameplay fluido, en ocasiones majestuoso. A pesar de su brevedad, cada una de
las 6 escenas deja tras de sí la sensación de que estamos ante una obra
maestra. Sí: aunque se trate de un videojuego. En la pantalla final, tras el
arduo combate contra el último alienígena, el equipo desarrollador sugería la
posibilidad de una segunda parte, pero las bajas ventas del título
frenaron el intento. Como sea, después de tantos años aún es muy disfrutable,
como el hacer el amor con una ex novia.
DOS. Otra joya de
Konami para SNES, The Adventures Of Batman & Robin (1994) se basa en
la serie animada de los noventas. Mucho antes de la saga Arkham en PS3, esta
versión minimalista del caballero nocturno contaba con una serie de rasgos
únicos. Podías acceder a un menú de ítems muy completo y en ocasiones recibías
ayuda de Robin; la dificultad era más que aceptable y los niveles requerían un
temple casi budista (luchando contra el Guasón en los carros de la feria, por
ejemplo) para salir victorioso. De nuevo, el OST brillaba con luz propia; los
del Konami Kukeiha Club recuperaron el intro de la serie original y elaboraron
nuevos temas. Harley Queen, Gatúbela, Hiedra Venenosa, el Pingüino, Dos Caras y
demás enemigos tenían intervenciones resueltas hábilmente. Contaba con sistema
de passwords, por si te daba la gana aventar el control cuando perdías una
partida. Impecable dirección de arte y, claro, escenas románticas en los
basureros de Ciudad Gótica, con la buena de Gatúbela arañándote la espalda.
¿Qué más se podía pedir?
TRES. Super Castlevania IV (1992) introdujo a Simon Belmont
a los 16-bit y de paso revolucionó la franquicia. Se trata sin duda de un
título plataformero de Konami muy solvente, con un equipo desarrollador a cargo
de Masahiro Ueno. La banda sonora de Masanori Adachi y Taro Kudo no tiene
desperdicio. Posiblemente, uno de los mejores scores de los Belmont, mucho
antes del twist orquestal de Óscar Araujo para Lords Of Shadow. Aquí las
atmósferas se perfeccionan con melodías que le rinden tributo al jazz (The
Sumerged City) y a la música litúrgica (Dance Of The Holy Man), y
los temas ya conocidos se oyen paradójicamente renovados y clásicos a la vez (Bloody
Tears, Vampire Killer). Debido a su extensión, el juego cuenta con
sistema de passwords. Cada nivel demanda tiempo y destreza en la exactitud de
los movimientos: te puedes caer al abismo, morir aplastado en una mazmorra o
bien quedarte sin recursos útiles durante un duelo. Las últimas escenas son
particularmente difíciles, con un timing diabólico, pero incluso morir
es divertido, frustrante o desolador, según el caso. Una maravilla.
CUATRO. Mega Man X fue lanzado al mercado occidental en 1994 por
Capcom. El robot azul, más estilizado y poderoso que nunca, entró al sistema de
16-bit por la puerta grande: la calidad gráfica, el modo de juego y el apartado
sonoro son los tres pilares sobre los cuales se sostiene, dando como resultado
un gameplay estupendo. Quedaron atrás las carencias técnicas y el deseo de
golpearnos la frente por errores de dedo al realizar un brinco. La historia se
ubica cien años después del original y presenta nuevos enemigos, como Sigma y
los Mavericks zoomorfos. La ambientación de los niveles gana puntos gracias a la
minuciosidad de los paisajes y el sobresaliente trabajo compositivo de la banda
Alph Lyla, que potenció la vena rockera de la franquicia y deslizó brillantes
arreglos de música electrónica en el set. Escuchen el intro de la Highway
stage y los cortes de Chill Penguin, Boomer Kuwanger y Spark Mandrill, así
como el de la Fortaleza de Sigma segunda etapa. Aunque repiten la misma
fórmula, sus secuelas cumplirían con el mismo alto nivel de sonorización.
CINCO. Sería
un error no incluir Mega Man 7 (1995) en este inventario. Primero,
porque renueva la saga original. Y segundo, porque su música es de lo mejor que
se ha escrito para la franquicia, que ya en los 8-bit había dado pequeñas
joyas. El OST fue realizado por diez compositores, entre ellos Ippo Yamada, Yuko
Takehara y Makoto Tomozawa, quienes también harían lo propio en el soundtrack
de Mega Man 10 (presten atención a Solar Inferno). La historia no aporta
cambios sustanciales, aunque el ingenio de Capcom para reciclar sus mitos nos
sorprenderá de todas formas. El Dr. Wily se ha sofisticado; sus máquinas son
tecnológicamente superiores y sus robots ahora tienen secuencias de ataque
complejas. Los niveles incluyen efectos climatológicos, trampas sutiles y
nuevos ítems ocultos. Reaparece Proto Man con su característico silbido
dispuesto a dar batalla. Y Mega Man sigue siendo un niño solitario que camina
entre fuego. El desenlace nos lo confirma.
SEIS.
Demon’s Crest (1994) cierra la
saga de Gargoyle’s Quest nintendera con resultados positivos. Estamos
hablando de un título de acción 2-D que fusiona recursos RPG, lleno de bestias
insanas, cadáveres vivientes y escatología edificante. Firebrand regresa con un
aspecto aterrador a recuperar seis gemas que manipulan fuego, tierra, agua,
aire, tiempo y cielo. Digamos que si hubiera una contraparte justa del Super
Castlevania IV, sería ésta, pero con mucho más feeling diabólico y
amor por la oscuridad. Controlamos un demonio, y estamos entre demonios. Su
música no sólo es terrorífica, sino que además logra sumergirnos en una
melancolía incierta, devastadora como un cuento de Lovecraft. Metropolis Of
Ruin, Enchanted Forest, la gélida Within The Tidal Reef y la
magistral Cursed Towers poseen belleza y esplendor. Toshihiko Horiyama
incorpora en los niveles finales unos VGMs de puta madre; en este caso, Palace
Of Decadence y The Infinite Demon son LAS ROLAS. Y para cerrar, la
etérea The Crests Are Hidden Forever nos dejará levitando sobre un cielo
absolutamente gris y cargado de augurios ambiguos. ¡Brrrrr!
SIETE.
Donkey Kong Country (1994) es el
título que abrió el camino a las gráficas 3-D prerrenderizadas y puso en alto
el listón de Nintendo, una vez más, con la complicidad técnica de Rare, estudio
desarrollador de Killer Instinct. El gameplay te obligaba a permanecer
horas y horas intentando superar una amplia variedad de niveles (selváticos,
acuáticos, invernales, industriales) en compañía del buen Diddy Kong. La banda
sonora fue tan exitosa que luego se editó un CD, DK Jamz, que incluye 20
temas. David Wise (quien colaboró más tarde en la música del Tropical Freeze
de Wii U), Robin Beanland y Eveline Fischer mimetizaron sonidos de ambientes
reales como goteos, trinar de pájaros, cantos de grillos y gritos de changos.
Las piezas obligadas son DK Island Swing con su magnífica metamorfosis
tribal, la relajante y uterina Aquatic Ambiance, la trepidante Mine
Cart Madness (hermana mayor de High Tide Ride del Tropical Freeze),
el cuasi homenaje a Tchaikovsky de Northern Hemispheres, la intrigante Fear
Factory y el techno hipnotizante de Gang Plank Galleon. Un juegazo.
OCHO.
Pocky & Rocky 2 (1994), especie
de shoot ‘em up desarrollado por Natsume con estética y referentes culturales
totalmente asiáticos, se sale un poco por la tangente. La perpectiva aérea le
imprime un sabor especial, de viaje místico y fantástico; los personajes
destilan ternura y cada escenario revela cómo la geografía afecta el espíritu.
El responsable de musicalizarlo fue Hiroyuki Iwatsuki, en colaboración
conHaruo Ohashi, Kinuyo Yamashita y Asuka Yamao. A lo largo de la
aventura, encontraremos amigos que se unirán a nuestra causa, como Tengy (un
demonio del folclore japonés), Scarecrow, Digger y Ottobot: compañeros de
batallas intensas en lugares inhóspitos. Los VGM’s hacen su parte: la apacible Exotic
Country Road, la bucólica y crepuscular Octuber Fields, la
trepidante Demon’s Corridor y el exotismo celeste de Dragon In The
Sky aderezan el relato de la pequeña Pocky. Y claro, los temas de las
batallas son determinantes: Boss Fight 1 y Final Battle With Dynagon
llevan a otro plano el concepto de TENSIÓN.
NUEVE. Super Mario World
(1990) y su secuela, Yoshi’s Island (1995), poseen quizá el sonido más
lúdico del SNES. Nintendo encargó a Koji Kondo, su compositor de cabecera, la
proeza de darle vida al soundtrack de un personaje/franquicia reconocido y
admirado principalmente por el público infantil. Pero ojo: ambos juegos retan
al gamer sin temor a herir su orgullo. Con la premisa ya gastada de una
Princesa Peach o un Bebé Luigi en problemas, este par de títulos nos ofrecen
una travesía por plataformas variadas: túneles, bosques, grutas, profundidades
marinas y turbias fortalezas de fuego y metal. Por supuesto, la diversión
auditiva está asegurada a través de triunfales miniaturas sonoras como Overworld
Theme, la misteriosa Forest Of Illusion o el pesadillesco tono de Castle
Theme, en el caso de la primera entrega. El segundo set incluye cortes como
Flower Garden, la desenfadada Athletic y el vals oscuro de Castle
& Fortress. Mejor, imposible.
DIEZ. The
Ninja Warriors (1994) es un
remake del arcade de 1987 hecho por Natsume para Taito. La acción de lado en
2-D con la opción de elegir uno de tres androides guerreros —Ninja, Kunoichi o
Kamaitachi— permitía movimientos variados y flexibles. La cosa acá era golpear
todo lo que se cruzara en tu camino, hacer combos mortales y llegar con la
energía suficiente al jefe de nivel, generalmente más destructivo que tú. La
mezcla de acción y espionaje en clave nipona era uno de sus atributos mágicos.
Gameplay generoso, variedad fondo/forma y sensacionales cuadros paisajísticos
lo hacían una excelente opción. Los que saben reconocerán el sello de Hiroyuki
Iwatsuki en el score, fantástico de principio a fin. Antes de Evangelion
ya existían el poder y la gloria. City, Skyscraper y Boss 5 funcionan
como una trilogía perfecta. De igual manera, Pursuit, Boss 7 y Last
Boss nos inyectarán adrenalina, con el control aún goteando saliva
verde.
ONCE.
Starfox (1993) marcó un antes y un después en
los matamarcianos de cuarta generación. Nintendo incorporó gráficas poligonales
mediante el chip FX y nuevamente definió un mercado aún imberbe. Loas al
zorrito Fox McCloud y su zoomorfa tripulación: Falco Lombardi (un faisán
autosuficiente), Peppy Hare (hermano conejo) y Slippy Toad (una torpe ranita).
El cuarteto del espacio debe enfrentarse al perverso Andross, un orangután
malhumorado cuyos experimentos amenazan el equilibrio de Corneria. ¡Metáforas
inquietantes! La precisa integración de elementos hacen de Starfox una
experiencia inmersiva, con toques cinemáticos sui generis y explosiones
cuadriculadas encantadoras. El OST de Hajime Hirasawa y los efectos sonoros de
Koji Kondo se integran espacialmente a un ritmo cósmico. Corneria, Space
Armada, Sector X & Sector Z, Sector Y,Course Map
Select y Boss (Asteroid, Space Battle) apuntan y dan en el blanco.
El que tenga oídos para oír, que oiga.