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diciembre 28, 2017

¡el horror, el horror!



A través del tiempo, a través del espacio, el horror amplía sus límites. Abandonen toda esperanza quienes entran aquí. 



NATURE BOY
Horacio Quiroga nos legó una extraordinaria serie de cuentos, entre los cuales destacan tres joyas de terror naturalista: La gallina degollada, El almohadón de plumas y La miel silvestre. Por ahí habría que empezar. Y luego, dar un salto a sus piezas más intimistas, como La meningitis y su sombra o Juan Darién, la historia de un tigre convertido en niño. Maestro de los finales violentos, Quiroga se suicidó a los 58 años, con cianuro.

Yo lo encontré por suerte en un enorme librero de madera oscura, en casa de mi abuela paterna, cuando tenía seis o siete años, y fue un gran escape contra la realidad, la violencia doméstica, el alcoholismo de mi abuelo, la leucemia y la sensación de pérdida irreparable ante el divorcio de mis padres. Lo leí con la misma satisfacción con la que un niño devora una pulpa de tamarindo enchilado, bajo una especie de engolosinamiento insaciable, mi veneno.

A Quiroga le siguió Stephen King.


BLOOM AGAINST KING
Solo años más tarde, ya en la edad adulta, alcanzaría a comprender el impacto de King en la cultura popular. Hay quienes dicen que su obra es todo menos literaria. Harold Bloom puso el grito en el cielo cuando, en 2003, Mr. King recibió el premio anual de la National Book Foundation. Hasta dijo: «Stephen King no es Edgar Allan Poe. Analizándolo palabra a palabra, oración a oración, párrafo a párrafo, no es más que un mal escritor. Si éste va a ser el criterio por seguir, quizá se debería dar el premio a la contribución distinguida a la literatura, el año próximo, a Danielle Steele y, obviamente, el Nobel de Literatura a J. K. Rowling.»

Ya veremos.


GUILTY PLEASURES
De Harold Bloom he aprendido que solo hay tres cualidades que importan en una obra literaria: poder cognitivo (que incluye la originalidad), belleza (esplendor estético) y sabiduría. La obra de King, sinceramente, no muestra mucho de esto. Su brújula tiene otro norte. Como menciona Mariana Enríquez en una entrevista de 2016 para el programa Los 7 locos, el escritor estadounidense rastrea problemáticas sociales, políticas y urbanas en el cotidiano de la clase media. «El terror realista que más o menos inauguró en los 70’s, al principio no fue leído con mucho respeto por el enorme éxito que tuvo, y por considerarlo un género menor. Carrie, por ejemplo, es un libro sobre bullying, fanatismo religioso y una masacre escolar, y además hay una chica que tiene telequinesis.»

Intento apuntar hacia un enfoque distinto sobre lo que se considera profundo o banal, según Bloom, en las letras. King parece haber diluido las fronteras entre la cultura canónica y la popular. Ese, por sí solo, no es un argumento, pero sí un mérito. Si lees El umbral de la noche (1978), donde se incluyen cuentos como Los misterios del gusano, La cornisa, BASTA, S.A. y Sé lo que necesitas comprenderás a qué me refiero. Lo verdaderamente cruel sería descartar a un autor solo porque es un best seller o no escribe lo que un crítico considera sublime, fuente de orgasmos neuronales y visiones profundas. Lo trágico sería no leer a J.K. Rowling por un prejuicio de la academia, y prohibirse a uno mismo esos gustos culpables. ¡El horror, el horror!





SAD VAMPIRE
Tomas Alfredson, quien dirigió Déjame entrar en 2008, me llevó a la novela homónima de John Ajvide Lindqvist, otro autor que ha tenido enorme éxito de ventas a pesar de (o precisamente por) su estilo coloquial. Elige ambientes urbanos periféricos, sus personajes son marginales e inadaptados, y suele describir la ruina moral envuelta en gore y suspenso.

La novela, publicada en 2004, explora junto al tema del vampirismo ciertas problemáticas sociales—alcoholismo, disfuncionalidad familiar, pederestia—con diversos matices expresivos. A veces la prosa puede ser muy cruda y despiadada, casi periodística, y a veces alcanzar diálogos minimalistas y tenues, en una esfera de ambigua perversidad infantil, como en el cine de Guillermo del Toro.

Ajvide Lindqvist señala en la página 455, tras el epílogo, que Déjame entrar se basó en hechos reales: «Si a alguien se le ocurre comprobar el tiempo que hizo durante el mes de noviembre de 1981, descubrirá que aquél fue un invierno inusualmente suave. Yo me he tomado la libertad de bajar la temperatura unos grados. Por lo demás, todo lo que cuenta el libro es cierto, aunque ocurriera de otra manera.»


SINISTER CLUB
He ahí la fórmula de lo siniestro: meter al monstruo a la casa. En sus estudios psicoanalíticos, Freud empleaba el término unheimlich para referirse a lo familiar que se vuelve maligno. Todo lo que debería permanecer secreto, pero se manifiesta, agrega Schelling. Michel Houellebecq lo explica de forma concisa en H.P. Lovecraft – Contra el mundo, contra la vida:

Podríamos resumir como sigue una concepción clásica del relato fantástico: al principio, no ocurre absolutamente nada. Una felicidad trivial y beatífica inunda a los personajes, felicidad adecuadamente representada por la vida de familia de un agente de seguros en una zona residencial norteamericana. Los niños juegan al béisbol, la esposa toca un poco el piano, etc. Todo va bien. Luego, poco a poco, empiezan a multiplicarse incidentes casi insignificantes, que coinciden de manera peligrosa. El barniz de la trivialidad se agrieta, dejando paso a inquietantes hipótesis. Inexorablemente, las fuerzas del mal hacen su entrada en escena.

Filmografía recomendada y provisional: It (Tommy Lee Wallace, 1990), Cronos (Guillermo del Toro, 1993); Sinister (Scott Derrickson, 2012); The Lords of Salem (Rob Zombie, 2012); The Babadook (Jennifer Kent, 2014); Les Revenants (Fabrice Gobert, 2012/15); Stranger Things (Hermanos Duffer, 2016/17).


BURN OUT
Forrest Gander introduce lo siniestro a través del retorno de un hombre muerto a la cochera de su casa, creando una sensación de extrañeza introspectiva. El poema se titula Sueño recurrente:

Temprano, en la noche azul, murciélagos revolotean
a través de un farol que ilumina en isósceles.
En un impulso, tanto signos como soluciones:
Ella mira hacia arriba.

A una cuadra, el camión de los helados
da la vuelta con su música. Un mundo familiar
por consenso vira en una fina fractura.

El muerto se estaciona en la cochera.
Ella mira desde el umbral
mientras detrás de ella una televisión
anima la pared. Ella medita

cómo es que él se condujo a casa
desde el cementerio, encorvado,
su rostro inmóvil contra el volante.
Cuán limitadas son las posibilidades

de nuestra reacción
al pasado inerte, al lodo endurecido,
a la demostración del fenómeno puro del día.

Congelada en la puerta corrediza, ella mira fijamente
a la figura sentada grotescamente quieta en el coche estacionado.

Y no recuerda nada más del sueño,
como si dijera: Aquí está el mundo. Tú
ni siquiera sabes
cuán violentamente estás implicado.

En su ensayo Cómo leer a Lacan, Slavoj Žižek nos explica que en la oposición entre sueño y realidad, el fantasma queda del lado de la realidad, y es en los sueños donde nos encontramos con lo real traumático. Y agrega: «No es cierto que los sueños son para aquellos que no pueden soportar la realidad; por el contrario, la realidad es para aquellos que no pueden soportar (lo real que se anuncia en) sus sueños. Esta es la lección que Lacan extrae del famoso sueño que Freud cuenta en La interpretación de los sueños del padre que se queda dormido en el cuarto contiguo donde reposa su hijo muerto. El hijo se le aparece en sueños y pronuncia el terrible reproche: “Padre, ¿acaso no ves que estoy ardiendo?”»





ASHES TO ASHES
Lazos filiales: La carretera, de Cormac McCarthy, teje una oscura parábola sobre la supervivencia de un padre y su hijo tras un apocalipsis que arrasó la vida en la Tierra. Catástrofe cruda, directa y elíptica con antropófagos. Olor a cenizas y carne, persecuciones. El libro es un balazo en la sien. Recuerdo haberlo leído en pocas horas, en un estado de tensión perversa, como un condenado a muerte.

Miró los escalones de madera hasta que bajaban. Agachó la cabeza y luego encendió el mechero y paseó la llama por la oscuridad como una ofrenda. Frío y humedad. Un hedor infame. El chico se le agarró a la chaqueta. Se veía parte de una pared de piedra. Suelo de arcilla. Un colchón viejo con manchas oscuras. Se agachó y bajó otro escalón con el encendedor al frente. Acurrucados junto a la pared del fondo había hombres y mujeres desnudos, todos tratando de ocultarse, protegiéndose el rostro con las manos. En el colchón yacía un hombre al que le faltaban las dos piernas hasta la cadera, los muñones quemados y ennegrecidos. El olor era insoportable.

Cielo santo, susurró.
Entonces uno a uno volvieron la cabeza y parpadearon a la miserable luz. Ayúdenos, dijeron en voz baja. Por favor, ayúdenos.
Dios, dijo él. Oh, Dios.
Agarró al chico. Date prisa, le dijo. Date prisa.
Se le había caído el encendedor. No había tiempo para buscarlo. Empujó al chico escaleras arriba. Ayúdenos, decían ellos.
Deprisa.
Una cara barbuda apareció al pie de la escalera. Por favor, dijo en voz alta. Por favor.
Deprisa. Rápido, por el amor de Dios.
De un fuerte empujón sacó al chico por la trampilla. Salió el también y luego asió la puerta y la cerró dejándola caer de golpe y se volvió para levantar al chico del suelo donde había quedado despatarrado pero el chico estaba ya de pie ejecutando su pequeña danza de terror. Quieres hacer el favor de darte prisa, dijo entre dientes. Pero el chico no dejaba de señalar algo que había fuera de la ventana y cuando miró hacia allí se quedó paralizado. Cuatro barbudos y dos mujeres venían hacia la casa atravesando el campo. Agarró al chico de la mano. Dios mío, dijo. Corre. Corre.

Si bien se trata de una novela tangencial dentro del universo de McCarthy, dirigido al western, la experiencia estética, sumergida en el survival horror, es purificadora. Como sucede con los relatos de Rulfo, algo se impregna en los dedos a medida que avanzamos; el viaje nos empolva el corazón. Dato aparte, la película incluye banda sonora de Nick Cave + Warren Ellis.


LOVELY LOVECRAFT
Howard Philip Lovecraft como creador del horror cósmico ha sido el germen de una galaxia expandida de autores, creativos y filósofos que siguen adorando a Cthulhu. Tan solo en 2015, uno de los títulos de lanzamiento del Playstation 4 fue, precisamente, una versión inmersiva del universo lovecraftiano saturada de sangre y ofrendas a la luna: Bloodborne. Si tienes oportunidad, sumérgete en sus callejones victorianos, y llénate de sangre contaminada.

De ahí saltamos al horror filosófico, género que en los últimos años ha cobrado fuerza gracias a La conspiración contra la especie humana, una biblia para descreídos firmada por Thomas Ligotti. Eugene Thacker, autor del ensayo En el polvo de este planeta, elabora una exégesis del horror a través del Nuevo Nihilismo, repasando expresiones de la contracultura como el metal nórdico y los mangas de Junji Ito.

Este par de autores, cuyo materialismo fornica con el pesimismo existencialista, señala que nuestra presencia en la Tierra carece en lo absoluto de propósito. El horror es así la conclusión de una serie de teorías filosóficas que cuestionan el sentido de la realidad. Bajo la misma consigna se urden las tramas de American Elsewhere, cuarta novela de Robert Jackson Bennet, y True Detective, serie transmitida por HBO.

La región salvaje (2016), cuarto largometraje de Amat Escalante, podría ser una valiente síntesis de horror naturalista, realista y cósmico. Incluye una criatura tentacular—homenaje a Lovecraft & Possession, de Andrzej Żuławski—y reivindica de tal modo la noción de unheimlich que Freud aplaudiría como foca. Nada como el horror para explorar los miedos colectivos. Nada como la angustia desatada. Nada como fallecer y despertar, en otro sitio.

Junto a mi abuela muerta, por ejemplo.

IN YOUR HANDS
Entre las cintas de horror corporal que he visto en últimas fechas, sin ánimo de hacer un recuento pormenorizado—zombis aparte—, aún persisten las imágenes de Thanatomorphose y Antiviral, ambas operas primas estrenadas en 2012, de Éric Falardeau y Brandon Cronenberg, respectivamente. Metáfora del aislamiento y la incomunicación visceral una, distopía sobre el culto enfermizo a los famosos la otra, sus personajes tienen serios problemas para lidiar con la realidad. El cuerpo es una ventana para arrojarse. Un tranvía llamado Dagón.

David Cronenberg, maestro del body horror, estrenó Maps to the stars en 2014. Drama cáustico sobre incesto, drogas, quemaduras y perversiones en el Hollywood contemporáneo. Monstruos morales, bestias ególatras grandes y pequeñas, música de Howard Shore y un reparto que incluye a Julianne Moore, John Cusack, Robert Pattinson y Mia Wasikowska. Cuerpos liberados, cuerpos aturdidos, cuerpos ardientes, ahogados en culpa y rabia. Fuego, redención. Y lo mejor: fragmentos del poema Libertad, de Paul Éluard.

Una mano cuelga del techo. Esperen. 




A la memoria de mi abuela Edith
28.12.2017

¡El horror, el horror!
Edición de textos: Christian Núñez
Imágenes: Fotograma Thanatomorphose
Stephen King + Harold Bloom + John Ajvide Lindqvist
Slavoj Žižek + Cormac McCarthy + H.P. Lovecraft
Fotograma Maps to the stars


abril 14, 2015

la música de snes me cambió la vida


VGM Power.


1
Esta historia comienza en algún punto de los años 90’s, tal vez a principios de esa década, cuando estaban de moda las Tortugas Ninja y Dick Tracy, personajes con los que la generación millennial seguramente se familiarizó. Era la época de la devaluación del peso en México, pero aún así podías disfrutar tu infancia sin preocupaciones mayores. Tenías un Super Nintendo, y ya con eso lo demás te valía madres. A veces, llegabas de la escuela y almorzabas rapidísimo para sentarte a jugar 3-4 horas, y nunca te aburrías. Fue un buen momento, pese a la crisis. Tenías—sin saberlo—la mejor consola casera, con un amplio repertorio de títulos fantásticos: Super Mario WorldSuper MetroidMega Man XSuper Castlevania IVDonkey Kong CountryContra III, y tus favoritos: los shoot ‘em up, también conocidos como matamarcianos—entre ellos AxelayGradius IIIParodiusSuper R-TypeDarius TwinVideojuegos de gran calidad, adictivos y nada complacientes. Nintendo se había convertido en una de las compañías más prestigiosas en el mercado del entretenimiento familiar, en competencia directa con Sega y su mascota puercoespín azul, el simpático Sonic. Sin duda, la industria seguiría creciendo y desarrollándose. Sony aún no entraba a dar batalla, ya no digamos Microsoft, de modo que el futuro era virgen. Cuando el cartucho se ensuciaba, solías soplar hacia adentro como si fuera una especie de Ocarina, sin preocuparte de los circuitos internos. No sólo eran tardes divertidas, sino placenteras: ¿quién se iba a preocupar por salir con chicas, o escribir poemas emulando a Vicente Huidobro? En cambio, prestabas atención a la música ambiental. A las deslumbrantes melodías elaboradas con sintetizadores, pegajosas e inmersivas—ahora que la palabra se ha puesto de moda entre los desarrolladores indies. Te la pasabas de puta madre, tarareando eso que ahora se conoce como VGM. Sin embargo, para ti eran sólo pequeñas perlas auditivas. Canicas sonoras, azules y galácticas.


2
Los años han pasado y el desarrollo de nuevas plataformas, con renovados recursos técnicos, facilitaron el trabajo de los compositores; en suma, permitieron nuevas y mejores experiencias. Imposible pensar, en los noventas, que Óscar Araujo participaría en un ambicioso proyecto para resucitar la franquicia de Castlevania. O que Gustavo Santaolalla se involucraría en el score de esa maravilla que es The Last Of Us. Incluso en juegos para dispositivos móviles se reconoce ya un esfuerzo por parte del equipo creativo para crear la música idónea. Por ahí están el electrizante Dariusburst Second Prologue con el OST de Zuntata, y Nihilumbra, una aventura extrañamente oscura, musicalizada por Álvaro Lafuente. He llegado incluso a conseguir ciertos títulos en función del apartado sonoro. El Donkey Kong Country Tropical Freeze fue uno de ellos—¡gracias David Wise!— y toda la camada de Mega Man para NES. Otros más: Journey, que con la etérea música de Austin Wintory se disfruta de maravilla; Papo & Youna deslumbrante metáfora del alcoholismo y la violencia intrafamiliar que Brian D’Oliveira supo traducir en piezas capaces de conmovernos hasta las lágrimas. Darren Korb aporta increíbles composiciones electrónicas para Bastion Transistor—oigan la versión en ‘modo humming’ de este último— y así podríamos alargarnos como en un viejo papiro japonés. Creo que mi amor por los videojuegos se alimenta siempre de la melomanía + los sucesos mentales que se detonan mientras estoy sumergido en algún túnel oscuro, una fábrica de hielo o, bien, la fortaleza del villano más cabrón del mundo. Por eso me cuesta entender la rivalidad entre gamers de diferentes consolas, tan parecidos a los haters del Barcelona o el Real Madrid. Yo encuentro música extraordinaria, experiencias inolvidables y un sinfín de conexiones a nivel neuronal lo mismo en un dispositivo móvil que en la Wii U o el PS3. En esto no soy nada dogmático.

3
Existe otro gran tema a debatir, que en cierto modo se ha convertido en un tópico o ya de plano en un cliché. A saber, el de si los videojuegos son una forma de arte o no. Esto me trae a la mente el caso de Amarna Miller, una chica española que se ha convertido en la sensación del porno y francamente con justa razón, porque está buenísima. La cosa es que hace unos días, leyendo los comments sobre un debate en su página web, un tipo le decía que lo suyo rozaba la psicosis, y que en todo caso su (afortunado) novio era igual que ella. En síntesis, un par de chalados que querían parecer demasiado liberales y al final de cuentas no eran más que subproductos del consumismo erótico más vulgar. Pero Amarna sabe muy bien que lo suyo es el porno, aunque la forma de presentarlo sea más o menos conceptual, más o menos performática y cool. Y, volviendo al tema que nos ocupa, los videojuegos son precisamente eso: un producto de entretenimientoNo aspiran a la esfera elitista de las artes, aunque algunos tienen un grado de sofisticación inusual. No hay que perder de vista su objetivo, sus medios de representación, sus persuasivas campañas publicitarias y el modo en el que operan los grandes estudios para ganar adeptos y llenarse los bolsillos de buenos dólares. Ahora bien, la industria se ha desdoblado lo suficiente como para ir más allá del mero entretenimiento. Recuerdo haber visto el tráiler de ABZÛ en el E3 2014 y no me quedó la menor duda de que a veces las categorías salen sobrando. En todo caso, y aquí se me podrá acusar de subjetivo, el arte está en el ojo del que ve, y casi cualquier evento en este mundo puede ser transformado en experiencia estética—y a la inversa, muchas experiencias estéticas pueden terminar volviéndose un lugar común. A principios de los 90’s, recuerdo que comencé a leer cuentos de terror, y mi interés pasó por todos los géneros. Y luego hubo un quiebre. Me di cuenta que el horror también podía ser profundamente oblicuo y atmosférico. Amour de Haneke o Margin Call, de J.C. Chandor (que trata sobre la caída de Lehman Brothers) son dos ejemplos a la mano. Las categorías no sólo resultan reduccionistas, sino insuficientes. Pero insisto: Amarna Miller es un bombón. Seguro ya la están googleando.