Adrenalina desde los acantilados.
1.
Tan pronto como inicias el viaje, descubres que la montaña representa una
travesía emocional. Bajas del automóvil y una anciana bromea contigo. Quizá no estés preparada, querida, te
dice. Sus burlas no hacen más que provocarte amargura. Al parecer, la
obstinación mueve montañas. Algunos lo llaman fuerza de voluntad. En otro
diálogo, la anciana enigmática confesará que algo le parecía indudable: el odio
es el motor de tu trayecto. Durante quince horas, conocerás a otros personajes:
Theo y tú compartirán anécdotas alrededor de una fogata. El Sr. Oshiro
intentará recluirte en su hotel abandonado. Y una mitad siniestra de ti misma
será la sombra que guiará tus pasos.
Aunque su aspecto lo
sugiera, Celeste no es un videojuego infantil.
A menudo, disfraza sus intenciones. Habla de problemas adultos con una estética
de pixel art. Depresión, soledad, pesimismo, melancolía. Su aparente sencillez
no le resta sofisticación. Aunque solo seas capaz de brincar, sujetarte a las
paredes por unos cuantos segundos y hacer sprints, el diseño de niveles ha sido
creado para que fracases una y otra vez. Quizás el viento pueda ser un aliado.
Quizás la hermana oscura que llevas contigo pueda ayudarte. Quizás la abuela
clarividente sea un bálsamo para aliviar tu tristeza. Tan pronto como inicies
el viaje, tu vida interior será un laberinto. El caos como forma de
autoconocimiento.



2. Celeste
equilibra un gameplay adictivo con una historia significativa. Si bien el tema
del ascenso a la montaña ha sido explorado recientemente con resultados notorios—el
paradigma sería Journey—, lo que
consigue Matt Makes Games es otra cosa. Al mismo tiempo que homenajea títulos
de plataformas clásicos, involucra emocionalmente al usuario. Y no lo suelta.
El guión crea puentes narrativos entre escenas, introduce nuevos personajes
secundarios para refrescar la acción, y poco a poco desarrolla los motivos de
la aventura. Música, efectos sonoros, estética retro y rejugabilidad son
valores de producción que embellecen la pantalla. A detalles mínimos, sonrisas
enormes. Adrenalina.
A menudo, la oleada de
propuestas indie suele provocar una
sensación de vértigo, y no es para menos. Sin importar la plataforma, los
títulos independientes atraviesan una etapa prolífica. Los estudios pequeños
ganan más seguidores, y aportan a los catálogos la necesaria diversidad que
esta industria reclama. Celeste ha
merecido toda clase de elogios y es uno de los casos más destacados de lo que
puede lograrse con buenas ideas, creatividad y carisma. Entre tantas opciones,
elegirlo garantiza una experiencia donde la precisión en los controles y la
inmersión emocional se cruzan en doble hélice. Además de su aspecto divertido—onda
Gravity Falls—, expresa interrogantes
sobre nuestra mitad oscura.



3. ¿Quiénes
somos realmente? ¿Por qué debemos atravesar cientos de obstáculos para saberlo?
¿Tiene sentido esta búsqueda sin coordenadas? El tiempo que demoras en alcanzar la cima equivale a miles de
fracasos anteriores. Atrás quedan los muros de hielo, las peligrosas
estalactitas, el abismo y la desolación. Si por momentos recuerdas otros
viajes, virtuales o metafísicos, no se trata de una simple casualidad. El
espíritu de la montaña te persigue. Recorrerla, caer, combatir tus
demonios interiores. Ascender y madurar. Nadie dijo que sería fácil. Con el
paso de las horas, una voz rompe el hielo. Parece decirnos: Relájate y disfruta. La montaña eres tú.
Celeste reclama
infinita paciencia pues complica sus desafíos a cada episodio. Difiere de otros
títulos con dificultades diabólicas por su alto grado de empatía. No llegarás a
las jornadas humillantes de Bloodborne o Dark Souls, aunque habrá sesiones en
las que el viento no estará de tu lado y los espejos reflejarán figuras siniestras.
Con todo, la parábola de la montaña inspira un insight. Permite comprender que el claroscuro forma parte de
nosotros. La sombra y la luz, la exactitud y el error, la vida y la muerte se
aprecian mejor desde los acantilados. Junto a la fogata, una sonrisa será el
trofeo. Celeste nos devuelve una
imagen íntegra, sin psicólogos ni ansiolíticos.
