La primera escena es antológica. Un misterioso chico que ronda los veintitantos abre la puerta de un café y va directamente a sentarse con el dueño. Le comenta que tras descubrir cierta actividad clandestina por Internet, ha decidido salir de su cueva para resolver en persona la situación. También le habla sobre su padre que ha fallecido a causa de la leucemia y de sus problemas para socializar. Todo esto muy rápido, aderezado con tecnicismos de programación. El pedófilo se asusta. ¿Quieres dinero, de eso se trata?, le pregunta ya enojado, pero el hacker le aclara que no, por ahí no va la cosa. Entonces, antes de que veamos los títulos vintage en rojo, el muchacho se levanta de la mesa y sale del café mientras la policía entra al lugar. Sentimos el vértigo y, al fondo, suena una melodía in crescendo.Así comienza Mr. Robot, de Sam Esmail, que obtuvo el Globo de Oro 2016 en la categoría de Mejor Serie de Drama. Sus atmósferas le guiñan un ojo a Fight Club, V For Vendetta y Matrix, además de incluir una banda sonora envidiable. Elliot (Rami Malek), un ingeniero de seguridad informática con trastorno esquizoide, se verá involucrado en una conspiración de fsociety para destruir a una poderosa trasnacional—Evil Corp—y desestabilizar así al sistema financiero. A través de una voz en off trastornada, el nudo se tensa milimétricamente hacia un final adrenalínico. ¿Quién es Mr. Robot? ¿Realmente existe o solo es un simulacro? Sin duda, Christian Slater se ha ganado a pulso el Globo de Oro como actor de reparto, pues nuestra confusión no hace más que rebotar en este ciberlaberinto. Gracias por eso, Minotauro.Mr. Robot pone el dedo en la llaga: cuestiona a las sociedades consumistas mediante una serie de personajes complejos psicológicamente, entrañables y sombríos. Una tropa que David Fincher no despreciaría. Lo mismo que Marlene (Carly Chaikin) es rebelde y anárquica, Angela (Portia Doubleday) muestra rasgos de ternura y sencillez provincianas. Quizá uno de los dúos más siniestros sea el de Tyrell Wellick (Martin Wallström) y su dama sadomasoquista (Stephanie Corneliussen). Sam Esmail nos ofrece su cóctel de cultura hacker de buena voluntad. Entendemos las motivaciones y el resentimiento se hace comprensible. «Es doloroso no fingir—anota Elliot. Qué no daría por ser normal. Vivir en esa burbuja, la realidad de los ingenuos.» Una última observación: el epílogo podría volarte la cabeza.
Hello Friend.
Publicado originalmente en FAHRENHEITº Magazine [20.01.2016]