narra la incertidumbre,
el balance de un pasado triste
y las exigencias de ser adulto.
A la orilla somos llevados por la llaga.
Jeannette L.
Clariond
1. Sobre la
mesa, un libro, una caja y hormigas alrededor. Tenue repertorio de animales
heridos. Orillas, de Nora de la
Cruz, está integrado por siete cuentos: Estrellas
recién lavadas, A la orilla de la
carretera, Veracruz, Primer día, Misión: Cuba, XV y Progreso. Se lee en un par de horas. Es
como fumarse una cajetilla de cigarros después de mucho tiempo. Uno tras otro,
hasta dejarla vacía. Caja, libro, cigarro. Tan pronto como terminas de leer,
sientes un agujero. Para asimilar el golpe, respiras, sales a caminar, observas
el suelo. Una expedición de hormigas intenta llevarse los trozos de un alacrán enorme.
Miras el cielo, arriba, grisáceo. Percibes el ambiente húmedo. Lloverá.
2. En Orillas, Nora de la Cruz ejerce la
escritura desde los márgenes. Sus criaturas transmiten una vulnerabilidad casi
congénita. Cierto candor anima sus pasos. En medio de situaciones hostiles o
decepcionantes, la realidad les falla. O ellos no se ajustan a los moldes
sociales. Ocurre de forma natural: por una relación entre hermanos que bordea
el incesto, un primer día de clases accidentado, un robo en la carretera o unas
vacaciones frente al mar. Algo está roto, entre padres e hijos, en las
relaciones de pareja. Somos extraños frente al prójimo. El otro es un océano. El
desajuste, narrado en frío, añade una densidad semántica particular a cada
historia. Lo que se siente en una sala de urgencias.