14.2.19

el ángel_heridas superficiales



Sin dejar claras sus intenciones,
El Ángel oscila entre el pastiche pop
y el melodrama de serie B.


Efebos vintage

El cuarto filme del argentino Luis Ortega, producido por los hermanos Agustín + Pedro Almodóvar, despierta unas cuantas suspicacias. Los hechos, basados en la biografía delictiva de Carlos Robledo Puch, se extravían hacia una ficción pop setentera. Impera un estilizado montaje donde melodrama y humor negro son dos pistolas a punto de disparar directo al corazón y la garganta del público. El tema provoca risas ácidas, mas nunca se toma en serio, precisamente por la pátina de serie B a lo Tarantino que destila. Ciertos pastiches huelen demasiado a impostura. Quizá por ello, el propio criminal está furioso. Ha declarado su enojo por el tema de la homosexualidad. La versión cinematográfica es onírica, en el mejor de los casos y en el peor sentido de la palabra. Saturada de gags, con una mirada mórbida al efebo. Un ángel para anuncios de Coca-Cola.

Habrá que decir a favor que Lorenzo Ferro, en el protagónico, transmite carisma y descaro. Su edad y la del asesino real son muy cercanas; físicamente, hay coincidencias. La película logra sostenerse gracias a Cecilia Roth + Luis Gnecco en el rol de los padres de Carlitos, Mercedes Morán + Daniel Fanego como los padres de Ramón Peralta, interpretado por Chino Darín, y la ambientación vintage de cinco estrellas. La banda sonora estimula el fuego anarquista en secuencias clave. La primera y la última, en las que Ferro practica una coreografía insolente, son antológicas. El Ángel intenta mostrarnos una etapa histórica de Argentina donde el envilecimiento, la desconfianza y la hipocresía habían minado las relaciones. Pero no es un muestrario social ni un reporte periodístico. Ni siquiera intenta superar los arquetipos; más bien los recluye en una jaula previsible.






Marketing del mal
En términos mediáticos, El Ángel se había posicionado como una de las candidatas favoritas para llevarse el Oscar 2019 en la categoría de Mejor película de habla no inglesa. Finalmente, no quedó. Lo que no deja de ser un diagnóstico adverso para una historia que, pese a sus excesos estilísticos, tiene malicia en las entrañas. El remolino en torno a la figura de Carlos Robledo Puch implica un fenómeno extrafílmico. En lo sustancial, aunque no carece de rigor narrativo, esta ficción no es un capítulo policiaco de Mindhunter ni de Hannibal. Perfilará como una foto edulcorada en los archivos de un caso que merecía otro tono. Casi como si Disney quisiera adaptar la vida de Charles Manson, o Mariana Enríquez reescribiera Bambi para millennials y centennials. La tentación del consumo masivo se huele a lo lejos.
¿Pero un asesino de masas necesita ser simpático? Quizás Ted Bundy. Reformulo la pregunta: ¿Sería preciso retratarlo con glitter? En lo personal, prefiero Gossip Girl. Al menos es abiertamente frívola, y profunda, casi trágica, por momentos. No hay nada peor que el mal ejecutado torpemente. En este caso, lo maligno se muestra seductor con música groovy, ridiculiza el despotismo de la época, emplea recursos hiperbólicos y provocación gay. La película lanza disparos que por momentos aciertan y por momentos se salen de órbita. El Ángel tiene un problema de identidad. Como los adolescentes, no logra definirse. Carlitos es Charlie Brown: un asesino aprendiz, en un contexto traidor, a expensas de sus vecinos, de sus padres, de la patria. Y la catástrofe sobreviene con lesiones inofensivas. Nadie sale herido aquí.



  El Ángel, 2018
Luis Ortega
K&S Films + Underground Contenidos + El Deseo + INCAA