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noviembre 30, 2018

monterroso_la rana


Un texto de Monterroso incluido en
La oveja negra y demás fábulas, de 1969.


Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.

Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.

Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.


diciembre 28, 2016

teoría de los monstruos



¡Baba Dook Dook DOOK!


En Cómo leer a Lacan, Slavoj Žižek explica que los sueños cumplen una extraña función que pone en evidencia la verdad que ocultan nuestros actos, la aletheia de nuestro inconsciente: No es cierto que los sueños son para aquellos que no pueden soportar la realidad; por el contrario, la realidad es para aquellos que no pueden soportar (lo real que se anuncia en) sus sueños. Ésta es la lección que Lacan extrae del famoso sueño que Freud cuenta en La interpretación de los sueños del padre que se queda dormido en el cuarto contiguo donde reposa su hijo muerto. El hijo se le aparece en sueños y pronuncia el terrible reproche: “Padre, ¿acaso no ves que estoy ardiendo?”.

La opera prima de Jennifer Kent apela no solo al lenguaje onírico, sino a una tradición de terror psicológico que se remonta a la trilogía de los departamentos filmada por Roman Polanski hace ya varias décadas. Amelia (Essie Davis), una viuda aparentemente dulce y amorosa, tiene que hacerse cargo de Samuel (Noah Wiseman), su hiperactivo e insoportable vástago. Bastan solo 10 minutos para que el espectador perciba la tensión creciente, el estrés postraumático y la relación amor-odio que ambos personajes se profesan. Comparten no solo la muerte de Oskar (un elíptico Ben Winspear), sino las heridas emocionales que dicha pérdida les ha heredado. Ese duelo, inexpresable a través del lenguaje verbal, se condensa simbólicamente bajo la forma de un libro pop up de elegantes tapas rojas: el sombrío Mister Babadook.

Samuel se autonombra cazador de monstruos—utiliza una peligrosa ballesta de dardos para combatir enemigos imaginarios—, y se mete en problemas a la menor oportunidad. Su madre, cansada de afrontar acusaciones en la escuela, castigos sociales y una educación doméstica fallida, decide encerrarse con el niño y una caja de somníferos. Justo entonces, la historia se vuelve una salvajada. William Friedkin, director de El exorcista, comentó en su cuenta de Twitter: Nunca he visto una película más aterradora que esta. Los asustará tanto como a mí. Mister Babadook se alimenta del instinto maternal y la pulsión destructiva a partes iguales: una sublimación aterradora del duelo, los deseos sexuales reprimidos, y el odio culpable hacia el pequeño huérfano. Pero estas cosas hay que verlas en vivo. Nada como un buen susto en primera persona. 


The Babadook. Jennifer Kent. Shout Factory!, 2014.


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diciembre 27, 2015

cómo iustrar un poema sufí


En El coloquio de los pájaros, Peter Sís adapta un poema sufí antiguo. El ilustrador checo relata la búsqueda de Simurg, el ave rey, en la montaña de Kaf.


El coloquio de los pájaros, de Peter Sís, es una adaptación de un poema sufí escrito en el siglo XIII por Farid Udín Attar, un autor que perfumaba sus versos. Las coordenadas místicas y mitológicas del documento original remiten a uno de los títulos más célebres de Borges, El libro de los seres imaginarios, donde el autor argentino ofrece una sinopsis concisa y puntual de la trama. El Simurg es un ave rey que vive en el Kaf, la montaña o cordillera circular que rodea la tierra. Las otras aves, para ir en su búsqueda, deberán atravesar siete valles, lideradas por una misteriosa y simpática abubilla. Cada valle representa una escala en el viaje místico, una especie de verdad metafísica hacia la iluminación interior: la Búsqueda, el Amor, el Conocimiento, el Desapego, la Unidad, el Asombro y la Muerte. Finalmente, solo treinta pájaros alcanzarán la montaña y, al contemplar a Simurg, descubrirán que ellos son el rey, y Simurg son ellos.

Este juego de espejos es la excusa perfecta de Sís para contarnos una conmovedora travesía sobre la libertad. Visualmente, el libro es un delicia. Nos adentramos en un mapa simbólico lleno de verdades profundas expresadas de forma sencilla. Los planos cenitales brindan sensaciones de vértigo y pureza. La composición asemeja un pergamino antiguo, misteriosamente hallado en algún palacio borgiano. Se integran a la perfección los diálogos breves, de estilo filosófico, y el lirismo de la sabiduría milenaria. Si, como dice Harold Bloom, toda obra literaria debe reunir poder cognitivo, esplendor estético y sabiduría, El coloquio puede entrar al canon sin dificultades. En su ascenso a la montaña, los pájaros se vuelven héroes circulares: nos recuerdan al Sísifo de Camus y al monomito de Joseph Campbell.

Las lecturas hermenéuticas del libro son diversas y trascienden los contextos de su interpretación. Más allá de eso, nos encontramos ante un ejemplar valioso que transmite su energía sensorialmente. Peter Sís, quien recibió en 2012 el Premio Hans Christian Andersen al mejor ilustrador, nos entrega una odisea vibrante, que lo mismo deslumbrará la imaginación de los niños y dejará pensativos a los adultos, o viceversa. En esto no hay que ser dogmáticos.

Desháganse de sus obsesiones, de su poder, de todo a cuanto se aferran en el mundo.


El coloquio de los pájaros (2012)Peter Sís. Traducción de Valeria Luiselli. Sexto Piso. Primera edición. México, 2012 


Publicado originalmente en  FAHRENHEITº Magazine [02.12.2015] 



diciembre 31, 2014

maurice sendak_fantasía



La fantasía es algo que ocupa la vida de los niños. Creo que no hay ninguna parte de nuestras vidas infantiles o adultas, en la cual no estemos fantaseando. Pero preferimos relegar la fantasía a los niños, como si fuera una tontería apta sólo para las mentes inmaduras de los pequeños. Los niños viven dentro de la fantasía y en la realidad, de una manera que ya no podemos recordar. Tienen un sentido preciso de la lógica de lo ilógico, y pasan con facilidad de una esfera a otra. La fantasía es la esencia de toda escritura para niños, como creo que lo es para la escritura de cualquier tipo de libro, para cualquier acto creativo, y tal vez también, para el acto de vivir.

Maurice Sendak


diciembre 25, 2014

andersen_has hecho bien en venir



—Lo que aquí en el mar pasa por la mayor belleza, tu cola de pescado, les parece a ellos detestable en la tierra. ¡Pobres hombres! ¡Para ser hermosos piensan que es preciso tener esos dos groseros tentáculos que llaman piernas!
 
—¡No sé lo que me pasa, pero a él es a quien amo con todo mi corazón y con toda mi alma; él es el que ocupa todos mis pensamientos y al que quisiera confiar la felicidad de mi vida! ¡Todo lo daría por él y por conquistar un alma inmortal! Mientras mis hermanos bailan en el castillo de mi padre, voy a buscar a la bruja del mar, a quien tanto horror tuve hasta hoy. Acaso ella pueda darme consejos y ayudarme.
 
—Sé lo que quieres—exclamó al ver a la Princesa—. Tus deseos son estúpidos. Sin embargo, me prestaré a complacerte porque sé que traerán tu desgracia. (…) En fin, has hecho bien en venir.

Textos: La sirenita, de Hans Christian Andersen 
Ilustración: Christian Aare

enero 16, 2014

El Síndrome Alicia



Irónicamente, el mito de Alicia ha madurado.
   
La lectura de Alicia en el País de las Maravillas nos deja claro que Lewis Carroll (1832-1898) deseaba no haber crecido. Jaime de Ojeda señala en el prólogo de la versión de Alianza Editorial que el escritor inglés, Alicia Liddell y las otras niñas del séquito solían dar juntos largos viajes por el río Támesis, y nada más. Pero el beneficio de la duda perpetúa el mito. Desde mi punto de vista, los materiales artísticos derivados de Alicia se catalogan en dos vertientes. Una softcore, tipo Disney, que no se adentra en temas incómodos y resuelve las cosas de forma casi mimética, y otra hardcore, dirigida a un público maduro, donde se reelaboran los patrones simbólicos de la obra original y se añade malicia psicológica y depravación moral. Lo demás, si Carroll era pedófilo, si había morbo en las fotografías que tomaba, si era desdichado, nunca lo sabremos, y tampoco importa. Su mayor ganancia fue haberse adelantado al surrealismo, sin Breton y los demás caballeros de las ideas absurdas, e inventarse un mundo propio que todavía hoy rinde frutos en las fantasías ajenas. Canciones de rock sesenteras como White Rabbit, de Jefferson Airplane, y videojuegos como el complicado American McGee’s Alice con banda sonora de Chris Vrenna son tan sólo dos excelentes materiales derivados del Síndrome Alicia. Súmenle dibujos animados, novelística, música, cine, moda, artes visuales y tantas versiones, revisiones y perversiones y ya tenemos nuestra primera colección de niñitas traviesas.

Como cuenta la anécdota, Alice in Wonderland nace en compañía de las hermanas Liddell (Alicia, Lorina y Edith) un 4 de julio de 1862 con el título preeliminar de Alice's Adventures Under Ground (Las aventuras de Alicia bajo la Tierra). Después vino su publicación con el nombre actual y las ilustraciones de John Tenniel, un 24 de mayo de 1865 bajo el sello Macmillan. Más adelante, Vladimir Nabokov tradujo el libro al ruso y es increíble que niegue la influencia de éste en Lolita, su obra más famosa. Lolita narra la historia de Dolores Haze, una linda y redondeada teen, medio tonta y medio astuta, que se deja seducir por el esposo de su madre, el profesor Humbert Humbert. Aparte de escandalizar a los estadounidenses de los años 50’s del siglo XX, Lolita también ha servido para designar un popular género en la industria pornográfica, la lencería adolescente, el animé japonés y otros fetiches culturales. Cuarenta años después, en 1996, A. M. Homes publicará en Nueva York El fin de Alice, que revisita los arquetipos femeninos del ruso y el inglés en un sorprendente relato criminal de sangre y sexo. Un pedófilo cuenta desde la cárcel cómo mató a su chica favorita, la impulsiva Alice Somerfield, de doce años y medio, y se alternan sus memorias con las incursiones eróticas de una estudiante obsesionada con un menor de edad. Antes de eso, Alicia era sólo una niña prepúber cayendo en cascada por el agujero del conejo. A partir de El fin de Alice, formularlo así sería un eufemismo, un modo agradable de hacerse el idiota frente a los serial killers.

Por desgracia, los amigos imaginarios del reverendo no eran capaces de invertir el sentido del reloj victoriano. Uno crece, los demás crecen, la infancia se olvida, las niñas se casan y tienen hijos. Llegó el día en que Carroll vivía de recuerdos y escribía cartas nostálgicas a las mismas chicas que alguna vez oyeron sus improvisaciones fantásticas. Por triste que suene, Charles L. Dodgson nunca entendió que sus compañeras eran criaturas mutables y transitorias, no tan apasionadas como él, ni tan excéntricas. “No creo que nunca llegara a comprender que nosotras, a las que había conocido como niñas, pudiéramos dejar de serlo. Pasé unos días en su compañía hace tan sólo unos pocos años, en Eastbourne, y me sentí, mientras estaba a su lado, niña una vez más. Nunca pareció darse cuenta de que había crecido, excepto cuando se lo recordé, y entonces sólo dijo: No importa, tú siempre serás una niña para mí, incluso cuando tengas el cabello gris”, señala Gertrude Chataway. Así era Carroll de insistente y dulzón. A la distancia, percibimos que su soledad fue tan prolongada como sus misivas. “Siempre siento una especial gratitud hacia las amigas que, como usted, me han dado su amistad de niñas y su amistad de mujeres—le escribe a una misteriosa dama. Nueve entre diez de mis amistades con niñas se hunde en el punto crítico «cuando la corriente y el río confluyen», y las niñas amigas, en un tiempo tan cariñosas, se convierten en amistades carentes de interés en las que no siento deseos de fijar mis ojos de nuevo.”  

Por cierto, la versión fílmica de Jan Svankmajer, lanzada en 1988, rediseña los códigos simbólicos de Alicia en el País de las Maravillas con completa libertad de espíritu, así que no esperemos ver una simple traslación del texto victoriano al lenguaje cinematográfico. Se trata del sueño que Svankmajer edifica en base al sueño que Carroll edifica en base al sueño de Alicia Liddell. En pocas palabras, presenciaremos una pesadilla en tercer grado. Muñecas feas, conejos embalsamados, ojos fuera de órbita y animales fúnebres representan sólo un porcentaje mínimo de las alucinaciones que veremos proyectadas, con el permiso del reverendo Dodgson. Así que dejen el té para otro momento. Podrían indigestarse.

Donde la corriente y el río confluyen.