La sangre es nuestra.
Como el impacto de una
piedra en el cráneo, nuestras acciones invocan tiempos antiguos. Shirley
Jackson posee una voz que ha perdurado con violenta nitidez y vigencia. La lotería, su colección de cuentos más notable,
es un caldero donde hierven demonios demasiado humanos. A través de veinticinco historias breves, la norteamericana domina
un estilo brutal.
La prosa de Jackson
persigue pacientemente a su presa. Las escenas breves y concisas abordan el
ámbito doméstico. Aparentemente no sucede nada, pero un sentimiento de
incomodidad se aloja en el lector. La trama es puntillosa, delicada, y nutre el
suspenso desde el interior de los personajes hasta los bordes para explotar en
desenlaces perturbadores.
No hace falta un solo
monstruo para causar miedo: nosotros somos los monstruos. La sangre es nuestra.
Ni siquiera en las novelas que publicará posteriormente, donde predominan elementos
sobrenaturales, se aborda el terror como algo tangible. Jackson sabe qué
botones oprimir para revelarnos la psique humana desde su ángulo más grotesco.
Así, en atmósferas
cotidianas y mediante elementos tan comunes como una lotería, la promesa de una
boda o un jardín de flores, la autora aborda el utilitarismo, la soledad, la
hipocresía, la conformidad hacia viejas tradiciones e incluso la cortesía, que
llevada hasta extremos inauditos provoca un quiebre mental.
Irónicamente, la crítica
más oportuna de Jackson viene de Los
Simpson. En el episodio Nuestro mejor
amigo [Dog of Death,
E54/Temporada 3], la siempre manipulable gente de Springfield sufre de una
súbita fiebre por jugar a la lotería. Durante ese frenesí, el reportero Kent
Brockman anuncia que la población, en busca de formas de ganar el sorteo, agota
los ejemplares del relato La lotería.
Of course, the book doesn't
contain any hints on how to win the lottery, it is rather a chilling tale of
conformity gone mad, anuncia el personaje. No es fortuito
que Shirley Jackson sea inspiración de escritores como Stephen King y Neil
Gaiman. Abrazamos la oscuridad. En sus contornos jugamos eternamente la lotería,
ganando y volviendo al hogar antes del almuerzo, como si nada hubiera ocurrido.