Pueblo Joven, de Luis M. Hermoza (Lima, 1977), se compone de un conjunto de versos en forma de
espiral descendente que anticipan el caos al que cada día la especie humana se
aproxima con paso firme. Y ya que los conceptos de racionalidad y civilización
se han visto fragmentados, el lenguaje surge del fondo de la tierra con una
mezcla de ironía y lucidez agrietadas. El autor reflexiona fuera del búnker,
aunque ignoramos si lo hace antes o después de la guerra. Como si hablara
consigo mismo en un estacionamiento tras un accidente automovilístico, entrega
un reporte con implicaciones éticas, pero la notable ambigüedad del discurso
amplía el sentido final. No se sabe si la voz repasa esa misma caída por
resentimiento o necesita la agresión para saber de sí misma. En cuanto a los
recursos sensoriales, la obra es rica en escenas que se abren al diálogo con el
sadomasoquismo, la naturaleza furiosa y el ambiente de lujuria estandarizada de
las metrópolis. Hay un deseo nihilista de mirar cómo el mundo se dobla de
rodillas, y las mujeres de coños peludos tiritan de frío, abrazadas a los
postes de electricidad.
Íntimamente ligado a la ciudad de París, a la cual el poeta peruano llegó
desde Barcelona, Pueblo Joven fue escrito a -7 grados de temperatura, en
el anonimato y en unos cuantos meses. Se autoproclama el primer poemario
cornelista, con «una visión futurista cargada de pesimismo sobre nuestras
civilizaciones que no tienen otro destino más que el Kaos», señala Hermoza. A
la reciente versión de la Cátedra Miguel Escobar G. le antecede una publicada
en Londres en 2011, bajo el sello Trafalgar Square. «La poesía está en su mejor
momento. Lo que está en problemas es el mundo editorial de la poesía», sostiene
el autor. Ambas afirmaciones merecen una nota a pie. Hay que señalar que si
bien existen buenos poetas, nuestra realidad cotidiana está sumergida en otro
tipo de poesía, más sanguinaria y atroz. El mundo ya excedió la metáfora.
Con el añadido de que el mexicano lee poco, y lo poco que lee es todo menos
poesía. En cuanto a la crisis editorial, México aún cuenta con editores
dispuestos a arriesgarse tanto como los poetas, pero el desafío exige también
lectores arriesgados.
Hermoza encuentra correspondencias entre caos, palabra y pensamiento con un
estilo sometido a la inmanencia. El aquí y ahora ultraveloces admiten solamente
«buques de guerra como sombras de madres», «viejos amigos ahogados flotando
boca arriba», «palomas ardillas», gaviotas «plateadas y encendidas por el fuego
azul de nuestros ojos». Una fauna apocalíptica sin apocalipsis, que llegó como
lluvia ocasional y se ha transformado en contingencia ecológica. Sin embargo,
las malas noticias apenas se vislumbran. Pueblo Joven arroja polvaredas
en atmósferas de efecto invernadero, donde los ojos arden por la contaminación,
los niños usan máscaras de gas y los adolescentes planean encuentros sexuales
en playas muertas. La realidad es una alfombra viscosa. Un sueño de
liebres y coyotes. Una pesadilla a párpados abiertos. «Parece paradójico, pero
el ser humano, incluso con sus mejores intenciones, ha trabajado desde siempre
para destruir su entorno y, en consecuencia, destruirse a sí mismo», declara el
escritor ante un público bautizado con su propia sangre.
«Hay suficiente traición, odio,
violencia, necedad en el ser humano corriente / como para abastecer cualquier
ejército o cualquier jornada», ha escrito Bukowski. Pueblo Joven lo
confirma con el cuchillo en las manos.
–Christian Núñez