PRIMEROS ACORDES
Considero que el silencio es la
posibilidad de creación de cualquier estética: es el espacio en que cualquier
estética puede darse. El silencio es la quietud, pero no necesariamente la
calma. El silencio es a la palabra lo que el espacio a la arquitectura. Recuerdo
muchas veces estar en edificios grandes, catedrales o estadios, impresionado
por el espacio que contienen. Ese mismo espacio es mayor cuando uno está fuera
de los edificios, pero algo hay en las paredes, en los arcos, las columnas, que
nos hace apreciar precisamente todo lo que hay entre ellas. Recuerdo mucho una
iglesia yucateca que tenía el techo lleno de agujeros en los que habitaban
golondrinas, que volaban durante las misas. El vuelo de esos pájaros me dejaba
ver la enorme cantidad de espacio contenido dentro del templo. Todo ese aire,
toda esa posibilidad para el vuelo de los pájaros durante los actos religiosos
me parecía preciosa. El silencio de un poema es como ese espacio entre las
paredes, hecho para posibles pájaros.
Creo que la equivalencia
silencio-espacio y sonido-objeto (el pájaro), que ahora vislumbro, explica más
o menos claramente mi postura. La palabra poética es sonido, sonido
significante. Un sonido emparentado con la música. Sin silencio no son posibles
ni la música ni el ruido, la palabra ni el grito, la conversación ni el poema.
ARVO PÄRT
Descubrí a Pärt gracias a un
amigo de Cincinnati, un poeta y músico llamado Robby Rigth que ahora vive en la
República Checa. Es uno de mis mejores amigos. Durante el último año de
escritura de mi tesis doctoral Robby igualmente terminaba sus exámenes de grado,
él en el departamento de inglés. Los dos éramos estudiantes becados y no
podíamos ser más enamorados de la literatura, más enamorados de Rilke (nuestra obsesión
mutua es Rilke), más pobres (ninguno de los dos tenía dinero sino para un par
de cervezas de vez en cuando), ni más necesitados de algo que nos ligara a la
trascendencia. Robby, no sé cómo, descubrió a Pärt.
Un día en su casa (un
departamento en un área difícil de Cincinnati, en el cual tenía como vecino a
un drug dealer simpatiquísimo), mientras
esperábamos que la nieve diese un poco de tregua, Robby puso a Pärt y fue como
si la nieve misma se hubiera detenido en el aire, antes de tocar el suelo. Todo
se detuvo. Escuchamos el Tabula Rasa
dos o tres veces. Luego de esa noche estuve obsesionado con Pärt como lo estoy
hasta ahora.
En realidad no sé si Pärt entró a
formar parte de mi poética, ya formada, o si mi poética se ha modelado tras la
experiencia de escuchar a Pärt. Me parece que son ambas cosas. De algún modo mi
poética y mi tono siempre fueron proclives a Pärt, porque me interesa la
posibilidad de hablarle a la trascendencia, de conectar con ella, por medio del
arte. Algo de mística hay en mi manera de concebir la poesía y el silencio.
MÍSTICA Y TRASCENDENCIA
He vivido mi vida entera yendo y viniendo del ateísmo.
Soy un agnóstico que por momentos se convierte en ateo, pero que regresa,
precisamente por el arte, a creer en la trascendencia. Tal vez sea porque no
quiero pensar que escribo solamente acerca de la humanidad, solamente para
esto. Me gusta pensar que vislumbro algo posterior o anterior, que el arte
apunta a un misterio que es precisamente lo que hay más allá de todo esto que
sentimos con el cuerpo y que podemos abarcar con la mente.
Al final, creer es una elección, y yo elijo creer la
mayor parte de las veces. A diferencia de lo que pasa con otros artistas, para
mí ha sido el arte, precisamente, lo que me ha arrojado hacia la certeza de la
trascendencia. El arte, el amor, la belleza y el deseo me arrojan a la creencia
de que esto no es todo, de que hay un misterio posterior y anterior a todo
esto, otra cosa.
Me interesan Wagner, Debussy, Erick Satie, Arvo Pärt y
varios otros que, cuando los escucho, me hacen sentir testigo de un diálogo que
no es conmigo sino con la trascendencia. Todos estos compositores me dan la
impresión de hablar con algún misterio directamente, mientras que nosotros
escuchamos como detrás de una puerta o pegando el oído a una pared. Eso me pasa
con Rilke y Pessoa, para dar ejemplos literarios. O con algunos poetas
latinoamericanos como Rosamel Del Valle, Juan Sánchez Peláez o Vicente Gerbasi. Todos estos artistas me dan
la impresión de haber logrado algo que no estaba dirigido a nosotros sino
indirectamente. Yo celebro eso, esa luz que nos llega reflejada.
SILENCIO, MÚSICA Y MINIMALISMO
No es casual que las categorías
que mencionas se nutran una a la otra, entrecruzadamente. Al centro de todo
está el silencio como búsqueda de la calma o la lucidez. Más que el silencio se
busca, o se ejerce, el silenciamiento, que es puerta de la vida interior. Algo
muy parecido al silencio anterior y posterior a la oración es el silencio que
preludia y que cierra la aparición del poema. El minimalismo precisamente es eso:
la exploración del silencio o del espacio para evidenciarlos. La mística, yo
creo, es un resultado natural de ese estado de búsqueda interior propiciado por
el silencio. Hay dos opciones frente al silencio: la angustia y la mística. Depende
de si el silencio se lee como nada o como posibilidad del misterio. Yo he
optado por lo segundo. Ahora, al menos.
GONZALO ROJAS: AL SILENCIO
Este poema me ha perseguido
siempre. He admirado todo el tiempo el modo en que Rojas parece decir lo
imposible en ese particular poema, y me gusta que lo diga así, tan lleno de voz
como todo lo que escribe. Rojas no puede susurrar, habla siempre con tono
oratorio, lleno de sus palabras, y en ese poema le habla al silencio y llena la
oquedad sin contradecirla. Por eso el
poema tiene que ser breve y tiene que terminar con ese cambio de tono, ese
recogimiento de los últimos versos que da la entrada al silencio mismo. Me
parece un poema perfecto, formidable. Lo leo con envidia y azoro.
Por supuesto, la anécdota [1]
es realmente bella. Me parece muy indicativo que Rojas señale la oscuridad como
cercana al silencio. En cambio, a mí el silencio se me ha revelado como una
forma de la luz. Probablemente porque su manifestación más clara para mí ha
sido la nieve. En Cincinnati han sido muchas las ocasiones en que, al
despertar, el mundo ha cambiado, se ha vuelto blanco y transparente, deslumbrante.
Toda esta metamorfosis sucede sin sonido, sin aviso alguno. Distinta a la
lluvia, la nieve cae en el silencio más entero, y el testimonio del silencio es
la luz tendida por el suelo, por los techos, sobre absolutamente todo.
Los disfraces del fuego me ha sucedido como por dictado. No tenía la intención de escribir un libro sobre estos temas. Un día, regresando del trabajo me puse a escuchar a Pärt y surgió el primer verso del primer poema: Quiero jugar a herirte, mi silencio. Luego de eso los poemas fueron saliendo uno tras otro, y su respiración era cercana a la de la música que escuchaba. No recuerdo cuántos poemas de esa sección hice esa noche, pero fueron varios. El libro entero se escribió en poco tiempo, algunos meses apenas. Durante ese lapso, Los disfraces del fuego no me dejaba dormir. Siempre intenté escribir los poemas a propósito y fracasé. En cambio, muchas veces tuve que despertarme en medio de la noche, o renunciar a dormir una vez en la cama, porque un poema o un verso aparecía. Los poemas solamente se me ofrecían cuando estaba en estado de calma, callado. No ha sido así con ninguno de mis libros anteriores.
PROCESO CREATIVO
La verdad es que no genero un
concepto sino que me doy cuenta de que existe cuando ya está prácticamente
escrito. Casi nunca tengo idea clara de lo que quiero decir en un poema, sino
que escribo y luego lo leo para informarme sobre ese asunto recién descubierto.
Entonces empiezo a utilizar la inteligencia, la intuición o el oído, para
corregir. Siempre me llegan las palabras antes que las ideas. Igualmente, casi
nunca soy consciente de que estoy escribiendo libros. Siempre pienso que estoy
haciendo poemas sueltos y resulta (es natural, supongo) que los poemas de un
mismo periodo vital hablan más o menos de las mismas cosas. Luego los junto y
me doy cuenta de que efectivamente hay una posible estructura y la delineo y
entonces la empiezo a seguir. Siempre mi camino es así: el pensamiento llega
después.
ETERNO RETORNO
La idea de las repeticiones y los
arquetipos, de los fractales, me ha obsesionado desde hace mucho pero ahora lo
hace de un modo más claro. Se ha convertido en una obsesión central, alimentada
por observaciones empíricas (que las líneas de las venas se parecen a las de
los ríos, que se parecen a las de las grietas en la tierra seca, que se parecen
al trazo de las ramas desnudas de un árbol, que se parecen al trazo del
relámpago, y así) no solamente en lo físico sino en lo vital, lo existencial.
La idea de que la novedad no existe sino en la repetición me parece
incontestable.
Creo que las primeras nociones
literarias o artísticas acerca de esto me llegaron por la lectura de Borges y
Elizondo, que son dos de mis autores tutelares. Ambos tienen absoluta certeza
en la existencia de la repetición de los arquetipos, y ahora la tengo yo. La
idea no ha sido suya, no es nueva y ha sido expresada de maneras distintas en
diversos momentos.
Es verdad que algo hay de yin-yang
y de oriental en el libro. Creo que el pez, ese pez circular de cuerpo de agua
y cola de fuego de la portada del libro es un poco eso. Ha sido el resultado de
la lectura de Natalia Luna, poeta e ilustradora regia. Yo ahora mismo no creo
en la circularidad sino en las repeticiones, y sin embargo me parece que todas
esas referencias están allí, no porque yo las haya buscado directamente, sino
porque es imposible no tocarlas, advertidamente o no, al hablar de estos
asuntos.
INTERVALOS
Yo guardo mucho silencio entre un
libro y otro, porque cada vez que termino un libro me quedo como vaciado,
vacío, sin nada qué decir, y necesito tiempo de lectura, vida y recogimiento
hasta que alguna necesidad expresiva aparezca de nuevo. A veces parece que no
sucederá, pero no me desespero. Últimamente, el silencio se ha vuelto una
especie de vocación. Los disfraces del
fuego ha transformado algo en mí, aunque no lo entiendo del todo ahora
mismo. Estoy infinitamente más cómodo con mi silencio y le dedico más tiempo a
la contemplación.
Tristeza, creo que no hay tal.
Tal vez me equivoque. Hay nostalgia, sí. Pero se me ha hecho doble, ineludible:
ahora cuando voy a México extraño Cincinnati. Ya no tengo refugio contra la
saudade. En ambos sitios tengo amigos y lugares, rutinas que amo. En ambos
sitios me siento en casa.
Por momentos, es verdad, veo las
cosas que suceden en México y me parece imposible que un país tolere tanto sin
caerse a pedazos. En esos momentos tengo, más que tristeza, una profunda
desesperanza, una impotencia ciega.
POEMAS COMENTADOS DE LOS DISFRACES DEL FUEGO
Ecos
Mordida por su edad
mi abuela le habla al anterior
que la vio por mis ojos:
¿No te dolió jamás
dejarme así, con
cinco niños?
¿No nos pensabas
nunca?
Me siento culpable del silencio
que mi rostro, antes de mí, guardó
pero le aclaro: amor, yo soy tu nieto,
el primer hijo de tu hijo menor,
soy el que vive lejos.
Ya decía yo, me dice, que
no tenía sentido
que yo fuera una vieja
y tú siguieras igual.
Me abraza con alivio,
como si esa conversación
entre nosotros
acabara
pero sucederá, como es costumbre,
la siguiente vez que nos veamos.
Mi abuela materna
ahora tiene Alzheimer, en un estado avanzado. Ha sido una de las personas que
más me ha querido en la vida, siempre me consintió aunque nos veíamos poco.
Ahora no me recuerda. Efectivamente, mi abuelo la abandonó con cinco niños a
los cuales tuvo que criar completamente sola. Por el parecido físico que hay
entre mi abuelo cuando joven y yo, la confusión que narro en el poema se ha
dado varias veces. Cada vez que pasa me asalta la certeza de que efectivamente
estoy usando un rostro repetido, como lo hacemos todos.
Salgo de ti,
Silencio,
para buscar tu ritmo
y tus repeticiones,
para guardar tu
rostro
y tu temperatura
Lleno de ti mis ojos,
mis pulmones.
Toda mi lengua sabe a
ti, Silencio,
mi saliva metálica,
mi voz de nube,
nuestro aroma.
Un vidrio roto me
conduce a ti,
a un barco ciego, a
una despierta estancia.
Salgo de ti,
Silencio.
Pero ¿qué cosa no?
Por supuesto, este
poema aborda la contradicción de buscar el silencio con poesía, hecha de palabras.
Salir del silencio para buscar su ritmo, eso es escribir. Salir del silencio
para llenarse de silencio. Salir del silencio para entrar en él. Al final, en
el poema el silencio no es sino la posibilidad creativa, no solamente desde lo
artístico sino desde lo propiamente ontológico (aunque uso este término con el
recato de cualquiera que no se dedique a la filosofía): todo sale del silencio.
El silencio es la preexistencia.
Del placer