mayo 05, 2017

tinieblas sobre hyrule


100 horas de diversión y claroscuros.

Compré The Legend Of Zelda Twilight Princess HD el día de su lanzamiento. Al principio me pareció un juego prometedor, de esos que no te dejan dormir, un antídoto contra el amanecer. Sin embargo, a medida que lo avanzaba, entendí que la trama y los personajes le añadían complejidad a las aventuras de Link y, en definitiva, el título merece algo más que una simple reseña.

En sus días, esta entrega fue el puente entre el GameCube y el Wii. Sus gráficas forman parte de otra época, pues aunque lo han pulido bastante, es posible reconocer el paso del tiempo, ciertas imperfecciones en las texturas, un entorno gráfico limpio y austero. Eso no tiene nada que ver con su desempeño, pues corre a 1080p y 30fps, y para decirlo en pocas palabras: luce espectacular.

La historia es una de las más oscuras de la saga, y ya desde el principio apunta hacia eso. Link, un joven aldeano que desempeña tareas menores en la villa de Ordon, entra en contacto con Midna, la reina del crepúsculo, quien le pide ayuda para reestablecer el equilibrio entre la oscuridad y la luz—que amenaza a Hyrule y pone en jaque la balanza cósmica.

El anzuelo comercial de Twilight Princess—una figura amiibo Wolf Link—me subyugó desde que vi el trailer de lanzamiento. En realidad sirve para poco, pues únicamente activa un material extra (la Cueva de las Sombras) con varios niveles, y te permite acceder al menú en un pestañeo. La figura no obstante es una de las mejores reliquias que podrás conservar.

 



Las primeras horas de juego resultan algo monótonas. De pronto pareciera como si el tutorial se hubiera extendido demasiado. Surgen dudas. ¿A qué hora me transformo en lobo? ¿Cuándo me dan la espada maestra? Y luego, te atrapa. Sencillamente logra que se te olvide todo y quieras sumergirte más y más. Y es ahí donde radica el mérito de Nintendo, su magia, su absoluto encanto.

No soy para nada un gamer experto, pues dejé los videojuegos durante un buen lapso de mi vida y apenas estoy poniéndome en forma. Demoré poco menos de 100 horas para concluir el itinerario. Dejé bastante contenido inédito, que en los próximos días completaré. Quiero regresar a los Bosques de Farone y bañarme en el manantial de nuevo, correr por el campo, ser feliz. Asignaturas pendientes.

Vale la pena destacar el factor inmersivo de Twilight Princess y la excelente dirección de arte. Me pasó algo muy curioso, y que pocas veces consigo: a lo largo de las horas, me encariñé con los personajes. La historia puede darte más de una sorpresa, y seguro que terminarás amando a Midna. La música contextualiza los escenarios y las situaciones a buen ritmo. Es otro punto a favor.

Deliciosamente nostálgica, esta odisea crepuscular podría motivar sensibles ensayos sobre los arquetipos. Si eres un melómano incurable vas a volver a las melodías, o más bien las tendrás en tu cabeza día y noche. La actualización de Tantalus Media para WiiU quedará como un bloque sólido en la mitología de Hyrule. Y antes de irme, lo recalco: tan guapa es Midna, que hasta Link enmudece.





mayo 03, 2017

charles burns_viñetas inquietantes

 

Las fobias de toda una generación.

Hoy considerado uno de los autores más importantes dentro de la escena del cómic independiente, el historietista Charles Burns nos ha legado una enigmática galería de historias que saben cómo activar nuestras emociones más primitivas (miedo, asco, sorpresa) ante lo desconocido: la muerte, la enfermedad, el deseo. Con su estilo frío/visceral—en extraordinario blanco y negro, o mediante una paleta de colores llena de sobriedad cromática—nos hipnotiza y consigue atraparnos en sus túneles aún goteantes de epidemias anónimas y culpas inconfesables.

Burns ha publicado títulos clásicos de cómic underground que, con el paso de los años, revelan su importancia. Agujero negro (1995/2005) marca un antes y un después dentro de su trayectoria, pues muchos lo consideran un trabajo de culto, un tour de force sobre el paso de la adolescencia a la edad adulta, y el agujero que hay entre ambas. La historia de una enfermedad que causa mutaciones sexuales nos sumerge en un clima enfermizo a la par que mórbido. Las situaciones aparentemente inofensivas adquieren proporciones monstruosas.

En esto recuerda lo que Houellebecq ha escrito sobre la naturaleza del horror cotidiano, una de las herramientas narrativas que Burns exprime con perversidad glacial: Al principio, no ocurre absolutamente nada. Todo va bien. Luego, poco a poco, empiezan a multiplicarse incidentes casi insignificantes, que coinciden de manera peligrosa. El barniz de la trivialidad se agrieta, dejando paso a inquietantes hipótesis. Inexorablemente, las fuerzas del mal hacen su entrada en escena.


Las referencias son tantas, pero forzosamente arbitrarias al mismo tiempo. Como en Lovecraft, la sensación de orfandad y abandono físico diseñan un cosmos inquietante, un abismo psicológico de serpientes desnudas. Como en David Lynch, el estigma de ser un inadaptado social agiliza el proceso de brutal deshumanización. Como en Jean-Paul Sartre, la rebeldía generacional reemplaza la náusea filosófica. Un saludo a Keith desde el bosque de los insectos mutantes. Las mantis, cómplices, sonríen.

La trilogía formada por Tóxico, La colmena y Cráneo de azúcar (2010, 2013 y 2014) recupera con un estilo surrealista las inocentes aventuras de Tintín, publicadas durante más de 40 años por el caricaturista belga Hergé. Lo que hace Burns es, de nuevo, subvertir el canon, revelarnos el corazón oscuro de la cebolla, irritante y doloroso, perfumado con químicos de vertedero industrial, y combinarlo con el relato de su vida durante la década punk de 1970. Intento seguir mis instintos y confiar en mi habilidad para construir una historia, confiesa.

Para finalizar nuestro bestiario, el cortometraje incluido a modo de feature en Fear(s) of the Dark te hará replantearte los encuentros aparentemente inofensivos en la biblioteca. Las sorpresas nunca se acaban. Charles Burns sabe cavar hondo.




1984, hoy

 
Una distopía vigente.
  
Si tienes buena memoria, recordarás un estribillo de Radiohead. Es la primera canción del álbum Hail to the thief, el sexto de su discografía: se llama, precisamente, 2 + 2 = 5. La letra remite a 1984, la novela de George Orwell que ha repuntado sus ventas en lo que ahora se conoce como la era Trump. Esa canción ilustra varias cuestiones. La primera es que desde el arte siempre es posible generar una contraconducta o reacción al poder. Foucault señala que el poder es la capacidad que tiene un determinado grupo para imponer su verdad como válida para todos. «Yo soy la ley, yo soy la razón, yo soy la verdad», nos dice el poder a través de los medios de comunicación. La meta es sujetar al sujeto, como en el video de Massive Attack donde Rosamund Pike se mueve al ritmo de una esfera metálica. Voodoo In My Blood.

Ahora, en cuanto a la contraconducta. El protagonista de 1984, Winston Smith, se rebela contra el partido que dirige el Gran Hermano. Aquí debemos dejar claro que el Gran Hermano representa no solo el poder fáctico, sino la vigilancia mental. La meta del partido no es solo gobernar los cuerpos, sino también las mentes. Smith trabaja para el Ministerio de la Verdad, que es, paradójicamente, el encargado de borrar y reescribir la historia. Los alternative facts de la era Trump se parecen bastante. Y también la post-truth (posverdad), un neologismo acuñado tras la victoria electoral de Trump, que “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal.” Ojo: tanto en la novela como en la vida real, el totalitarismo surge de una ideología esencialmente populista.

Otro dato duro: En los últimos años, la ultraderecha ha resurgido en varios países: Rusia, Turquía, Hungría, Egipto, Holanda, Francia, Alemania, Estados Unidos. Eso indica que la maquinaria del poder ha sabido manipular a las masas y conducirlas a un estado de efervescencia para votar de forma visceral. “Donald Trump es el máximo exponente de la política ‘posverdad’, una confianza en afirmaciones que ‘se sienten verdad’ pero no se apoyan en la realidad”, señala un editorial de The Economist. Y volvemos a uno de los eslóganes más inquietantes de ese manual de perversión política que es 1984, el lema del IngSoc: La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza. Oh, oh. La realidad supera la ficción. Y no solo eso: le rinde un insigne homenaje.

Ya para finalizar, Orwell escribe una carta a Noel Willmett el 18 de mayo de 1944 donde advierte sobre la vigencia del 2 + 2 = 5. «En todas partes el movimiento mundial parece apuntar en la dirección de economías centralizadas que puede ser que “funcionen” en un sentido económico, pero no están organizadas democráticamente y tienden a establecer un sistema de castas. A esto se unen los horrores de los nacionalismos emocionales y una tendencia a no creer en la existencia de la verdad objetiva, porque todos los hechos han de ajustarse a las palabras y profecías de algún “fuhrer” infalible.» Si el Gran Hermano supiera de esto que estoy contándote, inmediatamente ordenaría un lavado de cerebro al 2 x 1. En otras palabras, la psiquiatra Laura Martín López-Andrade señala que a veces resulta mucho mejor sentirse perseguido, sentirse vigilado, estar paranoico, que estar solo: es mejor creerse Dios que saberse nadie.

Y en efecto: el Gran Hermano es el ser más solitario del mundo.