Las primeras
horas de juego resultan algo monótonas. De pronto pareciera como si el tutorial
se hubiera extendido demasiado. Surgen dudas. ¿A qué hora me transformo en
lobo? ¿Cuándo me dan la espada maestra? Y luego, te atrapa. Sencillamente logra
que se te olvide todo y quieras sumergirte más y más. Y es ahí donde radica el
mérito de Nintendo, su magia, su absoluto encanto.
No soy para
nada un gamer experto, pues dejé los
videojuegos durante un buen lapso de mi vida y apenas estoy poniéndome en
forma. Demoré poco menos de 100 horas para concluir el itinerario. Dejé
bastante contenido inédito, que en los próximos días completaré. Quiero
regresar a los Bosques de Farone y bañarme en el manantial de nuevo, correr por
el campo, ser feliz. Asignaturas pendientes.
Vale la pena
destacar el factor inmersivo de Twilight
Princess y la excelente dirección de arte. Me pasó algo muy curioso, y que
pocas veces consigo: a lo largo de las horas, me encariñé con los personajes. La historia puede darte
más de una sorpresa, y seguro que
terminarás amando a Midna. La música contextualiza los escenarios y las
situaciones a buen ritmo. Es otro punto a favor.
Deliciosamente
nostálgica, esta odisea crepuscular podría motivar sensibles ensayos sobre los
arquetipos. Si eres un melómano incurable vas a volver a las melodías, o más
bien las tendrás en tu cabeza día y noche. La actualización de Tantalus Media
para WiiU quedará como un bloque sólido en la mitología de Hyrule. Y antes de
irme, lo recalco: tan guapa es Midna, que hasta Link enmudece.